El pasado miércoles 16 de junio el Àmbit Maria Corral organizó un nuevo Espacio de Formación virtual, a cargo de la psicóloga Neus Calleja para hablar sobre cómo acompañar emocionalmente en momentos de vulnerabilidad. La acción de acompañar requiere un esfuerzo y pide saber escuchar de forma empática: «Tenemos que hacer de manera regular el ejercicio de «ponernos en el lugar de». Cuando preguntamos a alguien “cómo estás” quizás abrimos una caja de pandora y no estamos preparados para afrontar sus sentimientos, y por eso, hay que tener herramientas para gestionar las propias emociones y las ajenas».
Empezó explicando que la base de un buen acompañamiento es la actitud empática. Esta empatía no quiere decir sentir lo que el otro siente, sino que conlleva intentar comprender los sentimientos del otro. Esto lleva muchos beneficios: una gran calidad en la comunicación y un sentimiento de acompañamiento y respeto. Esto cuando el otro lo siente se abre y así podemos hacer un acompañamiento adecuado. Pero también tiene riesgos, esta necesidad de escuchar desde el corazón puede hacer que nuestro corazón esté demasiado desprotegido, por lo tanto, tenemos que saber cómo gestionarlo. También conlleva un gran esfuerzo para evitar un proceso de identificación, es decir, aunque hayamos pasado por una situación similar no somos la misma persona. Por lo tanto, quizás no nos sentimos igual; y al gestionar posibles sentimientos dolorosos, a veces tenemos la necesidad de querer ayudar, pero si lo vivimos como una imposición habremos perdido la capacidad de mantenernos fuera de aquella situación para poder echar una mano. Esta actitud empática conlleva vigilar mucho para poder crear un clima de confianza. Esto lo haremos a través del lenguaje no verbal, el lenguaje verbal (vigilando nuestras palabras) y el lenguaje paraverbal (qué tono de voz uso o qué ritmo, qué respeto hago de los silencios). La gracia de la empatía está en no dirigir en exceso, pero tampoco dejar que el otro se pierda.
A continuación, nos situó ante la pregunta: «¿Dónde estamos?» Este impacto de la pandemia nos ha afectado mucho. Nos encontramos que hay una «llamada» (hay un nuevo virus), pasamos a la fase de negación (esto no pasará aquí), hasta que llega y entonces aparece la rabia (¿por qué no se han tomado las medidas?), de esta rabia pasamos al miedo, a qué pasará. Llegado un punto hacemos una aceptación, confiamos que entre todos saldremos y llega un momento en que la pandemia pasa. Pero ha habido una distorsión. Cuando parecía que nos recuperábamos había un nuevo rebrote y se ha alargado el proceso de aceptación. Este permanente sentimiento de vulnerabilidad de no avanzar es el causante de la gran frecuencia de problemas emocionales que nos encontramos en estos momentos. Ante esta situación podemos tener diferentes emociones: miedo, angustia, tristeza o ira. Que son normales y se tienen que entender como una respuesta adaptativa a la situación. Esto conlleva un trabajo de reconocerlas para poder aceptarlas y regularlas.
Pero hay personas que todavía se sienten muy vulnerables. Presentó el esquema de crisis para entender dónde está cada uno y qué es lo que necesita. Todos partimos de la homeostasis, este equilibrio interno y externo (cómo me siento respecto al exterior y cómo me afectan los factores externos en mi interior). Una situación crítica nos sacude y el equilibrio se deshace y esto conlleva estar en crisis y puede llevar un proceso crítico de elaboración interna para adaptarnos a la nueva situación. Y a partir de un trabajo personal y un acompañamiento nos vamos adaptando a esta nueva situación, vamos resolviendo esta crisis y conseguimos un nuevo equilibrio. Pero hay personas que no pueden elaborar este proceso crítico por diferentes motivos y es cuando empiezan los problemas de salud mental. ¿Qué diferencia hay entre estas personas, que requerirán un acompañamiento personal siempre con el fin de un nuevo equilibrio?
Afirmó que hay un aumento en casuística de problemas en la salud mental: se han disparado los ingresos, las medicaciones, se dice que se necesita más apoyo de servicios profesionales, porque estas emociones que hemos vivido nos han llevado a una situación de la cual no se puede salir por un mismo y se crea un trastorno de ansiedad. Hay un estrés postraumático cuando en el momento que intento salir de esta situación no salgo. No encontramos el equilibrio y nos encontramos con problemas de adaptación.
Por otro lado, las personas que tenían problemas de salud mental previos han tenido más ingresos y han necesitado más medicación. Estas personas se han sentido completamente aisladas, han perdido el apoyo a nivel profesional y se ha agravado su situación. O los trastornos en jóvenes: las TCA, las autolesiones –hay un sufrimiento emocional tan grande que como no saben abordarlo y no saben cómo los pueden ayudar, pierden el control sobre su propio malestar, por lo tanto, se hacen daño físico porque este sí lo controlan–. Acostumbran a tener problemas de estado de ánimo que en la etapa de la adolescencia pueden pasar desapercibidos. Además, también ha habido un aumento en maltratos.
Explicó cómo podemos acompañar en diferentes situaciones, como, por ejemplo, en problemas de ansiedad. Con la detección del problema de ansiedad el cuerpo se activa, de forma que no sabe por donde ir y muchas veces ante esta situación de peligro indefinido nos protegemos: cerrándonos o evitando aquellas situaciones que nos parecen fóbicas. Para ayudar a estas personas, hemos de hacer un trabajo emocional previo con nosotros mismos para aceptar estas situaciones y aceptar el cómo los podemos ayudar. Lo primero de todo es la actitud de apoyo: ¿cómo acompañamos a alguien si no entendemos su situación? y, a veces, intentar entender el posicionamiento del otro quiere decir dejar de lado el mío y solo acompañarla, es decir, empatizar con su situación y sentimientos. También centrarnos allí donde nos pide ayuda y no donde creemos que la necesita: «No es tan importante saber qué decir como saber qué necesita aquella persona», y apoyar positivamente la intervención terapéutica. En casos de tristeza o depresión hace falta también aceptar sus sentimientos, escuchar cuáles están presentes (carencia de autoestima, fracaso, culpa…) y respetarlos, facilitar ayuda en tareas que pida y que sean sencillas, entre otras. También comentó cómo hacerlo con los procesos de duelo: «Se tiene que saber que no es una enfermedad sino un proceso de adaptación a una pérdida, se tienen que respetar los tempos, y no porque el tiempo lo pueda curar todo, que es mentira, el tiempo nunca podrá restablecer una pérdida. Tenemos que aprender a vivir con ella, la finalidad no será olvidar, sino que aquello no haga tanto daño». Por lo tanto, se ayuda cuando se escucha, se acompaña, reconociendo el dolor sin juzgar y respetando ritmos, mensajes y emociones. Enumeró las diferentes fases del duelo: crisis, negación, enfado, tristeza/desesperanza, aceptación y aprendizaje.
En general, para acompañar emocionalmente a alguien tenemos que respetar las emociones del otro, reconocer las que generan en nosotros, mantener una actitud empática, preguntar cómo podemos ayudar, no exigir imposibles y pedir ayuda profesional y apoyarla, especialmente en jóvenes.