Responsabilidad y corresponsabilidad
Por: Sofía Gallego
Psicóloga y pedagoga
Septiembre 2021
Foto: Pixabay
Durante todo el verano ha sido un tema recurrente en la prensa y en las tertulias radiofónicas o televisivas y sin quedar al margen en las largas sobremesas estivales. Me refiero a las situaciones vividas en diversos lugares del país que, conocidas como botellones, hacen referencia a las reuniones multitudinarias de jóvenes que con alcohol, música y supuestamente otros alicientes se forman, especialmente los fines de semana, en espacios público abiertos.
De ninguna manera pretendo dar una opinión de persona experta, entre otras cosas porque no lo soy, simplemente quiero compartir la visión como ciudadana preocupada por todas las problemáticas que de manera más o menos intensa afectan a la vida social de gran parte de la sociedad: unos, los jóvenes, porque son los protagonistas; el sector poblacional de la madurez al ser los padres o tutores de los jóvenes protagonistas y casi seguro sujetos a horarios laborales; las personas mayores que ven amenazado su descanso al igual que otros grupos de población.
De hecho el fenómeno de los botellones no tiene su origen en la pandemia que tan insistentemente se prolonga, anteriormente ya se daban, pero sin tanta insistencia ni tan multitudinarios como ahora. Muchos jóvenes no podían pagar el importe de las bebidas que se dispensaban en los locales de ocio nocturno y tomaron la decisión de comprar en cualquier supermercado la bebida alcohólica y consumirla al aire libre. Sin duda, la bonanza del clima ayuda y mucho a que se produzcan estas situaciones.
La coyuntura general actual que afecta a los jóvenes ciertamente es bastante complicada: la falta de expectativas de futuro, un mercado laboral muy precario, falta de relación social producida por los meses de confinamiento domiciliario en los primeros meses y más tarde las restricciones de la presencialidad que se tuvo que imponer en los centros educativos de todos los niveles y también la falta de alternativas a la situación actual. Por otra parte socialmente se ha ido elaborando un modelo de juventud muy dilatado en el tiempo: cada vez se considera jóvenes a personas con menos edad y al mismo tiempo se sigue considerando jóvenes a personas con más años que no hace uno tiempo. En definitiva, los jóvenes se encuentran en una situación carente de vías de salida que puedan conducir a poder plantearse el futuro de manera estimulante.
Así pues nos encontramos con un problema que puede tener varias unidades de análisis además de las apuntadas anteriormente: como problema sanitario, como problema de orden público, como problema de consumo de sustancias tóxicas, sabiendo que el alcohol se puede considerar una sustancia tóxica.
Como problema sanitario no es necesario añadir nada más sino hacer mención de las recomendaciones que las autoridades sanitarias dan en relación a la conveniencia de restringir las relaciones sociales debido a la alta transmisibilidad del virus que nos tiene a todos atenazados. Como consumo de sustancias tóxicas que parece que las muchas compañas de prevención no han tenido los resultados esperados. Como problema de orden público al entrar en un conflicto de derechos: los derechos de los jóvenes a divertirse y el derecho del resto de población al descanso.
Es una circunstancia que entre todos hemos de encontrar vías de salida para ayudar a los jóvenes a reconducir y elaborar su posible frustración, pero por encima de todo dar posibilidades reales para poder afrontar el futuro con unas mínimas garantías de éxito.
En ningún caso mi intención ha sido justificar los hechos, solamente he querido dar algunas reflexiones en espera de que estudios científicos sólidos del problema puedan aportar vías de intervención social.