Laberinto interior
Por: Joan Romans Siqués
Físico
Octubre 2021
Foto: Pixabay
«La guerra más difícil es la que el hombre ha de librar contra sí mismo, porque es intramuros y no admite ni paz ni tregua.» Estas palabras las dirigió el sabio y cautivo Abdalá Salomón a Tirant cuando este ganó una batalla contra el imperio turco. Estas palabras forman parte de la famosa novela de caballerías Tirant lo Blanc de Joanot Martorell [1]. Claramente le advertía de que era más fácil ganar un ocasional enemigo exterior en un campo de batalla que no tener que lidiar con todos los conflictos interiores a los que uno se enfrenta consigo mismo en tantos y tantos aspectos del propio ser.
Estas pocas palabras pueden inducir a algunas reflexiones. En cualquier conflicto con demasiada frecuencia tendemos a buscar la causa o –lo que es peor– la culpabilidad fuera de nosotros mismos y lo hacemos por diferentes razones: para eludir responsabilidades, y así evitamos tener que rectificar y cambiar nuestras maneras de pensar y actuar; para sentir cierta complacencia en poder acusar a otra persona; por creer que somos mejores que los demás, en una muestra de orgullo disimulado; o simplemente por pura comodidad, porque es la vía más fácil. Todos estos motivos pueden ser más o menos inconscientes pero los damos por buenos y así nos sentimos liberados de toda participación, culpa o responsabilidad.
Cuando buscamos culpables fuera de nosotros mismos a menudo estamos creando enemigos si realmente no eran los causantes de nuestro problema; estamos inventando conflictos innecesarios, como si no fuera suficiente con los ya ordinariamente tenemos; ni ayudamos en nada a mantener los delicados lazos de convivencia con quienes nos relacionamos.
Y si realmente el causante de nuestro mal es el otro ya sea voluntariamente o sin ser consciente de ello, harán falta muchas dosis de buen trato, de diálogo, de cordura y de corrección cordial o amistosa por ambas partes a fin de resolver el conflicto.
Pero, ¡ay! A menudo somos nosotros mismos los verdaderos y únicos responsables de nuestros errores y decisiones equivocadas, ya sea por las naturales limitaciones humanas, por dejadez o por falta de conciencia de responsabilidad de las consecuencias de nuestros actos en nosotros mismos y en los demás. Es bien evidente que los demás nos condicionan mucho, pero al fin y al cabo cada uno es responsable de sus propios actos.
En pocas y acertadas palabras ya nos lo advierte el Evangelio cuando nos dice que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Parece pues que este proceder está muy arraigado en la condición humana.
¿Por qué no miramos más a nuestro interior y buscamos y analizamos las motivaciones que nos llevan a obrar de determinada manera? Si dedicamos esfuerzos a pacificar las relaciones con los demás, ¿por qué no empezamos por nosotros mismos y no hacemos más ejercicio de meditación / reflexión / autoanálisis para tratar de obrar correctamente evitando así un montón de conflictos personales y con los demás? Ganaremos todos. Si nos miramos en el espejo cada día para ver qué aspecto tenemos, también habría que hacer una mirada más profunda para ver nuestro y –verdadero– yo interior.
Y este viaje hacia el interior de nosotros mismos conviene hacerlo acompañados de otros que nos ayuden a no perdernos. Así como uno va al médico para curar sus enfermedades y necesita de su ayuda para curarse, a veces también será necesario la ayuda y el consejo de personas que con su maestría o experiencia nos podrán guiar en el camino hacia la interioridad. Somos cuerpo y mente.
Y no olvidemos que conflictos siempre los tendremos por el solo hecho de vivir. Conflictos con los demás –¡la convivencia humana es tan difícil!– y con nosotros mismos por la gran complejidad de la psicología humana. Habrá que navegar por los mares interiores de la propia persona y tratar de llegar a buen puerto a pesar de las inclemencias y tormentas que tan a menudo nos provocamos.
Sí, hay que mirarse en un espejo –bien limpio– y descubrir el camino. Y no olvidar las palabras del sabio Abdalá Salomón cuando advertía Tirant que las batallas interiores eran más difíciles que las de la guerra.
Sin olvidar que por más que lo queramos evitar siempre seremos víctimas de los errores y malas artes propias y de los demás. Somos humanos.
[1] Tirant lo Blanc. Joanot Martorell. Versió completa en català actual per Màrius Serra. Edicions Proa. Pág 340