Una mirada al humanismo
Anna Castro
Educadora social
Foto: Margarida Amigó
Fecha de publicación: 12 de abril de 2023
El jueves 23 de marzo de 2023 se celebró la 244 Cena Hora Europea, para tratar el tema: Una mirada al humanismo. Dio la bienvenida el presidente del Ámbito María Corral, Josep M. Forcada, destacando la importancia de reflexionar sobre el humanismo en una sociedad en la que impera el racionalismo.
Javier Bustamante Enríquez, psicólogo y poeta, como moderador de la Cena hizo referencia al planteamiento del humanismo en clave aristotélica y desde una conciencia abierta, capaz de sentir y actuar con libertad, con una inteligencia cordial.
A continuación, el filósofo y teólogo Francesc Torralba Roselló inició su ponencia aclarando el término humanismo. La palabra se utiliza de forma muy distinta y casi equívoca. Si se hace la historia del concepto, hay que remontarse como mínimo al Renacimiento italiano, en el que tiene un significado que se va transformando y sedimentando hasta el siglo XX. Existen diferentes etiquetas de humanismo: cristiano, musulmán, judío, ateo, existencialista, marxista. Lo que une a las diversas formas del humanismo es el reconocimiento de la dignidad intrínseca de la persona humana, que debe ser objeto de un respeto sublime. Cuando el ser humano es tratado como un instrumento, como una fuerza productiva o como cualquier objeto de uso y abuso, existe un trato inhumano, hay una pérdida de humanismo, de olvido de su condición de dignidad humana.
Desde autores renacentistas, como Pico della Mirandola en su Discurso sobre la dignidad del hombre, hasta autores humanistas del siglo XX, aunque no se ubiquen en las mismas tradiciones religiosas o filosóficas, se sitúan en reconocer esta dignidad sublime, preeminente de la persona humana. El filósofo Torralba subrayó tres razones, aunque hay diversidad de respuestas, la conciencia, la libertad y la unicidad, que fundamentan la dignidad, esa distinción que hace al ser humano tan excelente, tan único, tan singular, tan particularmente objeto de respeto en relación con las demás realidades del mundo.
Los seres humanos disponemos de una cualidad que es la conciencia, que permite múltiples significados, pero que evoca la capacidad de tomar distancia, reflexionar, analizar y examinar la propia vida. Conciencia de haber nacido, de que soy un ser que moriré. El ser humano a diferencia del animal es un ser capaz de actuar desde la libertad, aunque finita, no vive bajo el imperativo de los hechos. Este es el aspecto que subrayó uno de los grandes representantes del humanismo ateo, Jean Paul Sartre, en 1947, cuando dice que lo que nos hace particularmente únicos en el mundo es la capacidad de obrar en libertad. La tercera palabra clave es la unicidad, la singularidad del ser humano. Los objetos son reemplazables, las personas no. Por eso porque no somos reemplazables, la muerte de un ser humano deja una ausencia que no puede sustituirse.
Siguió exponiendo que el humanismo está amenazado. Hay dos grandes opositores. Por un lado, aquellos que querrían situar al ser humano en un nivel muy cercano al animal, es un planteamiento que quiere disolver esta exclusividad, esta dignidad humana y querría extender a otros seres vivos, particularmente a los grandes simios (orangutanes, gorilas, chimpancés, bonobos), una dignidad simétricamente cercana. Es la corriente animalista. La filósofa Adela Cortina habla del valor de los animales, pero que la dignidad es exclusiva de la condición humana. Hay otro debate en el que la distinción entre el humano y la máquina, tan abismal, se ha ido aproximando para poder distinguir qué separa a un humano de un humanoide, de un antropoide.
Concluyó diciendo que el humanismo es reconocer la dignidad del ser humano, es evitar procesos de cosificación y de instrumentalización, a pesar de que tiene rivales intelectuales que cuestionan esa excelencia, esa preeminencia del ser humano.
A continuación Esperança Esteve Ortega, trabajadora social, patrona de la Fundación Ayuda y Esperanza, propuso una intervención más práctica, a partir de su experiencia, sin olvidar aquellos elementos que tienen que ver con el gobierno, con el tejido social, con el Tercer Sector y concretamente con los valores presentes en la Fundación Ayuda y Esperanza. La práctica de la escucha activa, sobre todo con el apoyo de voluntarios/as, a través del Teléfono de la Esperanza, ha ofrecido más de un millón y medio de atenciones a personas. El valor esencial ha sido el trabajar siempre con personas voluntarias compatibilizado con los profesionales, intentando garantizar la máxima calidad y dignidad que merece todo ser humano. Destacó como valores que acompañan al voluntariado la esencia de la generosidad, la escucha del otro, el respeto, la empatía, el principio de no juzgar.
El Teléfono de la Esperanza atiende alrededor de cincuenta mil llamadas anuales que se diversifican en otros proyectos: el teléfono de prevención del suicidio, los jóvenes en chat, una línea cuidadora especialmente para mujeres que están en residencias y tienen a sus familias lejos, las voces amigas para abordar la soledad. Desde la pandemia, también se presta atención online para atender a personas de todas partes, las veinticuatro horas del día, incorporando noventa y ocho idiomas diferentes.
Este trabajo que se organiza desde el Tercer Sector sin una sociedad organizada, con ciertos valores y garantías, tendría poca importancia, se necesitan Estados protectores que garanticen los derechos humanos, que es el paraguas que lleva implícita la democracia, sin la cual no hay dignidad, no hay justicia social, no hay entidades libres que puedan ayudar al prójimo. Aunque el humanismo hoy se encuentra en crisis, debemos aferrarnos a lo que es una garantía para la mayoría de seres humanos, que es un sistema democrático, para garantizar el derecho a la salud, la educación, la seguridad social, pensiones, servicios sociales, aunque no del todo exitosos, que favorecen la dignidad de la persona y hacen más factible la justicia social.
Reivindicó el humanismo cristiano, fortalecer a las comunidades, porque los valores que se tejen en la acción vecinal pueden dar respuestas que no puede ofrecer ninguna administración pública. La acción voluntaria, la acción de ayuda, la acción de la amistad es la virtud, es el bien. El Tercer Sector social, las entidades que a través de la autoorganización deben seguir llevando estos valores y haciéndolos extensibles al conjunto de la ciudadanía, deben ofrecer servicios que no juzguen, que puedan ser confidenciales, que vertebren una sociedad sin paliativos en los derechos humanos, que los lleven a cabo personas, entidades, empresas y los gobiernos, por eso es necesario un nuevo pacto social. Al mismo tiempo, es imprescindible pedir a la ciudadanía corresponsabilidad con una visión comunitaria y con unos gobiernos que crean y practiquen el estado del bienestar.
Finalmente constató que existen muchos dilemas éticos, muchas contradicciones por el cambio de paradigma de una sociedad tecnificada y robotizada, pero también esperanzas en el valor humano de la comunidad. De ahí el poner en práctica una fraternidad que nos iguale y aceptar que tenemos un mundo único con diversidad de personas, al mismo tiempo debemos luchar para que el conjunto de la humanidad que globaliza su dinero, sea capaz de globalizar los derechos humanos para todas las personas.
El doctor Jordi Craven-Bartle Lamote, oncólogo Consultor GenesisCare Internacional, dio una mirada al humanismo desde el concepto de respetar los valores de las personas. Como médico oncólogo que ha dedicado su vida profesional a atender a personas en situación de fragilidad por la enfermedad grave, dice que todavía hay que tener más cuidado al respecto porque cuanto más frágil es el paciente mayor es la asimetría entre el profesional y el paciente.
Aportó algunas reflexiones de Hipócrates (460-370 a. C.) sobre la humanización de la medicina: «Cuida a veces, trata a menudo, consuela siempre. Tratamos no sólo a las enfermedades del hombre, sino al hombre enfermo». Por otra parte, el doctor Gregorio Marañón (1887-1960) afirmaba que la Medicina es una filosofía de vida, y el enfermo precisa más que un técnico, alguien que sepa compartir su sufrimiento y le ayude a superarlo.
En el último siglo, el concepto de salud ha evolucionado a un contenido más amplio, holístico, que va mucho más allá de la ausencia de enfermedad, al incluir todos los ámbitos que condicionan la calidad de vida. En el siglo XIX la relación entre médico y enfermo se sustentaba en la confianza del paciente y la beneficencia y los conocimientos del médico.
Con el advenimiento de la democracia, el ciudadano pasa a ejercer nuevos derechos y cuando enferma ejerce la autonomía para elegir cómo quiere ser tratado, por lo que debe ser compatible con las posibilidades del entorno según modula el principio de justicia. El médico deja de ser quien decide por el bien del enfermo y ahora la sociedad le pide un nuevo rol, ayudar al paciente a que él mismo pueda tomar en cada caso la mejor decisión, respetando su libertad.
Terminó su exposición recordando algunas de las palabras del Papa Francisco, que el día 1 de febrero de 2020 dirigió a los trabajadores Sanitarios de Villa María, sobre Una nueva cultura sanitaria que humanice a la Medicina: «Hay que desarrollar una nueva cultura sanitaria que ponga el acento en la persona, sin mirar el componente económico-financiero, que contribuya a humanizar la medicina y la realidad hospitalaria y sanitaria. Los centros de atención sanitaria deben ser lugares de acogida y confort, donde el enfermo encuentre amistad, comprensión, gentileza y caridad».
Después el moderador abrió el coloquio a los participantes que compartieron nuevas ideas y formularon preguntas al respecto.