Ámbito Maria Corral
Foto: Margarita Amigó
Fecha de publicación: 8 de junio de 2023
El jueves 18 de mayo de 2023 se celebró la 245 Cena Hora Europea para tratar el tema: El porqué de las emociones y de los sentimientos. Dio la bienvenida la directora del Ámbito Maria Corral, Assumpta Sendra, quien destacó la necesidad de reflexionar sobre los sentimientos y las emociones que acompañan a la razón y la importancia de gestionarlas en los diferentes ciclos vitales.
La primera intervención corrió a cargo de Josep M. Forcada Casanovas, presidente del Ámbito de Investigación y Difusión Maria Corral, que empezó diciendo que se ha hablado y escrito mucho de los sentimientos. ¿Para qué sirven?, se preguntaban algunos articulistas. Nosotros los trataremos desde la perspectiva humanista de la vida, muy eclipsada por la tecnología y que parece una especie de amenaza. No nos da miedo que se hagan descubrimientos científicos, al contrario. «Las emociones están pasando una crisis de identidad, porque las emociones se habían pensado desde la filosofía, desde la religión, desde unas actitudes humanas con un sentido ético de la vida, con un sentido social-emotivo». Se creía que las emociones eran algo etéreo, pero las emociones son inherentes al ser humano.
En las Jornadas sobre La Pedagogía de los Sentimientos organizadas por el Ámbito, en una de las aportaciones se dijo que los sentimientos son racionales y educables. El concepto de persona animal racional viene del tiempo de la Revolución Francesa. Se tendía a creer que el amor estaba casi divinizado. Esto se cuestionó, y empezó un nuevo estilo de entender la sociedad, de la evolución del conocimiento, de la interioridad. El planteamiento que se hizo de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad se ha convertido en puntal en nuestra capacidad anímica. ¿Quién niega la fraternidad, la libertad y la igualdad? Desde un sentido humanista, son fundamentales los sentimientos.
Filósofos griegos, como Sócrates y Platón, hablaban ya de la felicidad. Las emociones y los sentimientos son claves en la felicidad, que todos necesitamos. Estos filósofos sabían que era un deber moral en el que nos jugamos la paz.
A partir de la Revolución Francesa entró una corriente materialista que se apoya en la razón ensalzada que pretendía convertirnos en dioses o semidioses. Este es el tropiezo que tenemos cuando pensamos en la emotividad. La emoción es tan frágil que a veces nos derrumbamos. Los sentimientos quizás no son tan frágiles, son más reposados. Hay emociones negativas que nos destruyen. Es importante para la convivencia la inteligencia emocional encaminada al bien ser, al bien social, al bien vivir. Debemos estar atentos a que no enfermen las emociones, porque cuando lo hacen se nos llevan y perdemos el norte.
A continuación, Narcís Cardoner Álvarez, psiquiatra, director del servicio de Psiquiatría del Hospital de la Santa Creu y San Pau, explicó que «desde la neurociencia la emoción se define como un programa complejo de acciones que se desencadenan por un estímulo interno o externo pero lo suficientemente relevante y significativo como para provocar una activación de distintas regiones del sistema nervioso. Esto se expresa con una respuesta fisiológica, con un patrón de tipo conductual». Una expresión muy específica de las emociones es la expresión facial, que forma parte de este patrón complejo de emociones y que además nos permite discernir lo que llamamos emociones básicas, que son: el miedo, el asco, la ira, la felicidad, la sorpresa, la tristeza.
Con el fin de analizar las emociones, nos propuso un viaje imaginario de un Homo Sapiens. Una pareja realiza un viaje exploratorio para encontrar nuevos entornos. Dejan a su hijo con una anciana, Nona. En medio de este viaje un grupo rival les ataca y desgraciadamente uno de ellos muere. Su pareja decide que debe volver de nuevo a su poblado y reencontrarse con su hijo. Así inicia el camino de vuelta, empieza a sentir cansancio, hambre, los víveres van menguando, tiene sed. De repente oye un ruido, su corazón comienza a latir muy rápido, se acelera su respiración, sus músculos se ponen en tensión, sus pupilas se dilatan y delante de él aparece un lobo amenazante, depredador. Aquí experimenta una primera emoción, que es la más estudiada, es la emoción del miedo. ¿Qué ocurre en el cerebro? Existe una región del cerebro llamada amígdala que recibe los estímulos tanto de ruido como visuales, los integra y genera una respuesta que actúa sobre el hipotálamo, que libera una enorme cascada de hormonas como el cortisol y la adrenalina.
De forma simultánea hay otra región que está perfectamente asociada a la amígdala, que es el hipocampo, cuya función es grabar recuerdos, memorias, de lo que es una amenaza para nosotros. Hay muchos científicos que comparan la región del córtex o corteza prefrontal con un director de orquesta, y que permite ir analizando todos los estímulos haciéndose una idea de su significado y decidir qué hacer, permite regular y mitigar la respuesta emocional como el miedo.
Este Homo Sapiens continúa su camino, tiene hambre y ve de lejos los restos de un animal, se acerca, pero el hedor que desprende este animal le hace echar atrás. Aparece la emoción básica negativa del asco, que se produce en la ínsula, es como el quinto lóbulo oculto del cerebro. Recibe mucha información de tipo gustativo, olfatorio, también recibe todas las respuestas de nuestro propio organismo, las integra e identifica. Otra región involucrada es la amígdala, el córtex prefrontal. El cerebro se rige por la economía, todas las regiones participan de forma múltiple, poliédrica.
De repente el corazón del Homo Sapiens empieza a latir muy rápido y tiene la sensación de que hay algo positivo en el ambiente, empieza a identificar señales que le indican que está cerca de su casa. En ese momento hay otra región que se encuentra en la parte más basal del cerebro, que son los ganglios basales que regulan las respuestas de recompensas, de placer, que responden a los premios, que fomentan una actitud abierta, de investigación, exploratoria, que va conectada a la próxima emoción básica que es la felicidad.
Al llegar a su poblado se da cuenta de que ha pasado algo. Su casa se ha quemado y su hijo está muerto. La emoción que emerge es la de la ira. Se vuelve a activar la amígdala, la ínsula y el córtex prefrontal intenta evitar, inhibir una respuesta impulsiva. El Homo Sapiens cuando encuentra a Nona identifica su cara de tristeza, que refleja la culpa, el malestar. En este momento el Homo Sapiens se acerca a Nona, se abrazan y comparten la pérdida, la tristeza.
Descartes decía que el hombre era un ser racional, hablaba de la razón pura. Pero se equivocaba. Las decisiones más complejas a las que debe enfrentarse el hombre no se pueden realizar sin que las emociones estén presentes. El ser humano sin la emoción deja de ser humano.
A continuación, tomó la palabra Elisabet Casellas, psicóloga clínica, que empezó diciendo que «la ciencia apunta a lo que los humanos ya intuíamos: que vivir sin emocionarse es casi una sentencia de muerte. Las emociones existen porque nos han resultado útiles para la supervivencia. El cuerpo se prepara de forma inconsciente para responder a las emociones de la mejor forma posible». Añadió que «a nuestro cerebro no le gusta mucho la incertidumbre» y en este sentido las emociones actúan como mensajeras y nos permiten hacernos predecibles.
Sabemos que cuando intentamos reprimir la emoción, esta busca otra vía de escape y que a menudo acaba teniendo una duración superior a la que tendría si la hubiéramos dejado salir de una forma natural, y que no podemos desvincular el sentido de la supervivencia de la necesidad de vincularnos. Como fruto de esa socialización parece que el abanico emocional se ha ido ampliando y sofisticando. La comunicación se ha hecho más rica y compleja.
Aparte de las emociones primarias, a partir de los dos a o tres años hemos desarrollado las emociones secundarias o sociales o autoconscientes: vergüenza, envidia, culpa, orgullo y han ido creciendo de forma paralela a nuestro desarrollo cognitivo. Y tienen resonancia ética porque ayudan a regular la interacción social, ya que hacen de filtro entre lo que puede hacerse y lo que será castigado socialmente.
Lenguaje y pensamiento se convierten en requisitos sine qua non para desarrollar, experimentar y expresar estas emociones secundarias. Añadió que «las neuronas espejo nos permiten aprender por imitación, nos permiten realizar una simulación. Nuestro cerebro replica privadamente las acciones, emociones, sentimientos que observamos en los demás y esto nos permite, por ejemplo, empatizar con el sufrimiento del otro». Parece, pues, que estamos biológica, psicológica y socialmente preparados para experimentar, expresar y leer estados emocionales propios y de los demás.
«Sabemos también que podemos influir en nuestra experiencia emocional y que esta habilidad afortunadamente puede entrenarse: es la regulación emocional». Esta regulación emocional, especialmente en la infancia y la adolescencia, requieren de un tercero. Los datos muestran que cuando estos niños y jóvenes han tenido relaciones sociales en las que el cuidador ha respondido de forma sensible y ha podido contribuir a regular sus sentimientos en situaciones de estrés y malestar, aprenden mejor, más rápidamente y con mayor facilidad para compartir cómo se sienten y experimentar a los demás como fuente de consuelo. Y es importante confiar en relacionarse. Tienen relaciones sociales más satisfactorias y menos problemas de salud mental.
El coloquio posterior entre los asistentes fue muy participativo y fecundo por las aportaciones y respuestas de los ponentes. Realmente permitió ‘sentir’ las propias emociones.