Reseña de la Cena Hora Europea 248
Foto: Margarita Amigó
Fecha de publicación: 11 de marzo de 2024
El jueves 15 de febrero de 2024 se celebró la 248 Cena Hora Europea, para tratar el tema La soledad vivida con sentido. Dio la bienvenida el presidente del Ámbito Maria Corral, Josep Maria Forcada, destacando la importancia del tema que no es efímero. A continuación dio la palabra al moderador, Javier Bustamante, que mencionó el libro del humanista Ramón Andrés, No sufrir compañía, que se padece cuando no sabemos estar solos y disfrutar de nosotros, ni transmitir ese gozo de vivir en nuestras relaciones y en nuestro entorno. Después presentó a los ponentes invitados.
Inició su intervención Jaume Aymar Ragolta, doctor en Historia del Arte, puntualizando que trataría de la soledad deseada y buscada, no de la soledad forzada. Al mismo tiempo hizo mención de la recopilación de versos El hombre a solas, de Alfredo Rubio, uno de los promotores de estas cenas coloquio, que decía que la soledad iba más allá de la soledad, era mucho más profunda, más completa, más llena, probablemente más dura y al mismo tiempo más fecunda. Y es que AlfredoRubio, como el propio Jaume Balmes, solían meditar en soledad y en silencio, pero a menudo, también en la oscuridad. Soledad, silencio y oscuridad nos acercan al misterio. El enigma es susceptible de resolución, el misterio no. En el misterio vivimos, nos movemos y somos.
También subrayó que hay que aprender a estar solos, poniendo como ejemplo las murtras, lugares para aprender a practicar la soledad y el silencio. Destacó el ámbito de reposo Francesca Güell en el Monasterio de San Jerónimo de la Murtra, un lugar histórico donde las personas acuden a retirarse en soledad y silencio, en busca de la Verdad. También hizo referencia a los monasterios del Monte Atos, en Grecia, donde descubrió, visitando y estando cerca de los monjes, los monasterios idiorítmicos, en los que cada monje vive su propio ritmo, tiene su propia forma de profundizar en el amor de Dios, tiene su propia economía y está muchas horas solo, pero cada día se encuentra con otros hermanos de comunidad para orar o para compartir las comidas. Así mismo citó una frase atribuida a Santa Teresa de Jesús, probablemente apócrifa, «Nunca estoy menos sola que cuando estoy sola», pero que describe muy bien su sentirse radicalmente acompañada. Pero estos conceptos no son patrimonio de las mujeres y los hombres de iglesia, ni siquiera de los creyentes de las distintas religiones. Todo el mundo puede vivir la soledad y el silencio.
Ante la cuestión de cómo enseñar a explorar la dimensión humana de la interioridad, respondió que practicándola y favoreciéndola ya de pequeños en casa, en la escuela, y también en los años de la vida profesional activa. En cuanto a los ancianos, que tienen cada día muchas horas para estar solos, hay que evitar que esta soledad demasiado prolongada sea un solipsismo.
Afirmó que la soledad y el silencio, cuanto más trabajados estén, nos ayudan a ser más auténticos y trascendentes. Además, la experiencia de soledad debe tener una temporalidad. Si en la soledad pienso en los demás, me abro a ellos, intento comprender las razones profundas de su comportamiento, entonces todo será más sencillo, sentiré latir el misterio, y saldré al encuentro del otro y de Dios, con fuerzas renovadas.
La psicóloga y directora del Centro de Psicología y Formación Ágape, Assumpció Salat, utilizó el recurso didáctico contando una historia de un matrimonio de unos cincuenta años, él un hombre muy reconocido, competente en su profesión, que viajaba por todo el mundo para trabajar en diferentes empresas y también había publicado distintos libros. Un día organizaron una fiesta en un hotel para entregarle un premio a su trayectoria, en la que había muchos periodistas. Uno de ellos optó por entrevistar a su mujer, y una de las preguntas fue si su marido la hacía feliz, y su respuesta fue que no la hacía feliz, sino que ella ya era feliz y compartía su felicidad con su marido y con las personas que se encontraba en su vida.
Sostuvo que buscamos llenar estos espacios de soledad, porque no tenemos una cultura que nos invite a entrar demasiado en esa soledad. Aportó su propia experiencia, ya que a partir de la soledad descubrió que la vida es un camino de aprendizaje, un camino evolutivo, en el que casi es imposible que te sientas solo. La sensación de soledad es un indicador de no haber trabajado suficientemente ese camino evolutivo a lo largo de tu vida.
Hizo referencia al filósofo austríaco Rudolf Steiner, de finales del siglo pasado, creador de la antroposofía, de la agricultura biodinámica, de las escuelas Waldorf, que decía que en la vida había básicamente tres etapas evolutivas: Una primera hasta los catorce años, en la que se construye la personalidad, la forma de pensar y creer. Hasta llegar a la crisis de los treinta o cuarenta años, donde nos replanteamos, nos cuestionamos todo lo que hemos vivido hasta ese momento. Hay una etapa en la vida en la que nos enfocamos en encontrar el sentido y el porqué de la vida. La soledad es un momento perfecto para nutrirnos y poder llegar a ese estado de plenitud, paz y bienestar.
Para concluir dijo que sentirse solo, o vivir la soledad como aquello que es dificultoso sería un indicador de que no nos hemos nutrido adecuadamente. Si nos hemos nutrido adecuadamente internamente, tanto sabremos estar solos como acompañados. La soledad también tiene mucho que ver con nuestros miedos, que nos hacen huir, distraernos, como son el miedo a sentirse abandonado; el miedo a perder lo que nos da seguridad, fortaleza; el miedo a afrontar según qué cambios y situaciones en la vida, y el miedo a la muerte. Cuando un ser humano apacigua estos miedos, alcanza la paz.
A continuación, Josep Maria Esquirol Calaf, profesor de Filosofía de la Universidad de Barcelona, expuso como primera idea que el ser humano en su situación fundamental es alguien, es un ser separado, que no está reducido a ningún tipo de totalidad. Obviamente, forma parte de su familia, de la sociedad, es un miembro de la humanidad. El ser humano no es parte de un todo. No es una apología de la egolatría. Si no estuviera separado, no podría ser alguien.
Esta idea de la separación se refleja de forma bellísima, extraordinaria, en el nacimiento. Cada uno es alguien que ha nacido, y nace porque el nacimiento es diacrónico, es decir, siempre estamos naciendo. Es el inicio de una singularidad, de una unicidad. Cada uno es un inicio diacrónico, que se dilata en el tiempo. Cada uno es un origen, desde el principio hasta el final. Incluso en el crepúsculo de la vida seguimos siendo origen. La experiencia del alguien, de la separación, es la experiencia de la soledad existencial básica. La soledad no es un estado pasajero ni provisional. Esa separación, esa soledad existencial no debe entenderse, evidentemente, como lo que está al margen de las relaciones, sino todo lo contrario. En ningún sitio puede haber más relación que en la soledad básica, para que haya relación debe haber un alguien que se relaciona con otro alguien. Esta soledad existencial no es lo contrario de la compañía, sino la condición de la posibilidad de compañía, es decir, los humanos podemos hacernos compañía porque desde nuestra soledad somos capaces de crear un vínculo con el otro. Esto es la maravilla de la relación. La vida está hecha de encuentros, cada uno de los cuales pide reencuentro porque es el que da sentido a la vida.
Explicó la imagen que cada persona es una pequeña vertical precaria definida sobre la horizontalidad de la tierra. Todos estamos en la misma horizontal, no hay nadie por encima de otro. Cada verticalidad es débil. Esto hace que ninguno de nosotros, ninguna de estas verticalidades se aguante derecha sola, se necesita la relación con el otro. Esa dependencia de los demás es una suerte. Lo contrario está en el aislamiento, la falta de relaciones, la falta de aquel que te apoya. El aislamiento enferma a las personas. La masificación no significa precisamente la existencia de relaciones, sino una situación en la que se incrementa el aislamiento.
Esta soledad puede ser cultivada. De la misma forma que no se contrapone la soledad con la compañía, tampoco el silencio y la palabra. Las palabras son más palabras cuando están impregnadas de silencio. Es paralelo a decir que la mejor compañía es la que está imbuida de soledad. La palabra cordial incorpora ya el silencio. El silencio es como si fuese el alma de la palabra, hay palabras con alma y palabras que no la tienen. No hay contraposición entre la proximidad y la distancia, van juntas. La amistad es una proximidad y al mismo tiempo una distancia. Existe una complicidad entre proximidad y distancia, entre silencio y palabra, entre compañía y soledad.
Por último, se dio paso al coloquio para seguir profundizando en el tema de la Cena.