Assumpta Sendra Mestre
Directora Ámbito Maria Corral
Foto: Assumpta Sendra
Fecha publicación: 13 de mayo de 2024
«Un valor, una actitud positivizada» es el título de una entrevista realizada a Joan Rigol Roig (1943-2024), fallecido el día 7 de mayo. A pesar de ser una entrevista publicada en julio del año 2009 por la revista RE (realismo existencial) su contenido sigue siendo vigente, porque tratábamos sobre El porqué de los valores que es un tema que no caduca y siempre es necesario reflexionar sobre ello.
Recuerdo su amabilidad y su disposición de tiempo para poder conversar. Su tono cordial y su pensamiento humanista permitió un profundo diálogo sobre el tema de los valores. Resalto algunas preguntas y respuestas porque son una aportación viva que invita a adentrarnos en el propio ser y en la convivencia humana.
Le preguntaba cómo definía la palabra valor y decía que: «Es lo que te sale del corazón, es decir, las personas somos libres, pero la libertad no es hacer lo que quieras, sino la capacidad de vincularte a los demás de una forma creativa. Cuando esta vinculación se vive, podemos decir un valor. Primero, porque es fruto del conocimiento, de saber que a la persona que tengo delante puedo aportarle algo, y segundo, porque es fruto del cariño, del amor. Sumar estas dos cosas genera ese valor, que normalmente es una palabra con cierta connotación abstracta, pero si uno se lo cree en serio, sabe que detrás de esa palabra abstracta hay unas actitudes de la gente que hacen sustancial ese valor» .
También distinguía un valor de una actitud: «El valor es la formulación de una actitud, lógicamente, porque una actitud es, en el fondo, una vinculación con tu entorno, y el valor es la expresión de la calificación de esta actitud. Por tanto, un valor es una actitud positivizada y, a la vez, avalada por la propia experiencia personal. Todas las personas tenemos un abanico de actitudes que pueden ser contemplativas, activas, altruistas, de reflexión personal… Todo esto es la expresión de la gran riqueza que llevamos adentro, porque en el fondo somos espíritu creativo. A partir de ahí, a todo lo que sea una exteriorización de estas actitudes le podemos dar el nombre de valor. A menudo, el valor es una palabra que nos permite conectar con la otra gente e identificarnos con el estado de espíritu de las personas que tenemos cerca. Cuando decimos un valor estamos diciendo una propuesta de coincidencia de actitudes de gente, para poder evaluar y fundamentar un estilo de vida concreto».
Hablábamos de cómo conectar con el otro, en ese momento y contexto de una sociedad con un cierto individualismo y muy cambiante, que requería potenciar unos valores concretos. Le preguntaba, cómo adaptarnos a los cambios: «A medida que sabemos formular valores y podemos entendernos entre las personas en torno a estas formulaciones, decimos que el futuro se nos presenta en forma de reto y no de nostalgia del pasado. Por tanto, cuando nos vienen hechos nuevos, lógicamente vemos connotaciones de la sociedad actual, como el economicismo, que nos coge de lleno y que a veces reduce enormemente todo el potencial humano que llevamos dentro, y se pueden dar situaciones negativas de la sociedad, pero que en definitiva se nos presentan como reto de transformación y de construcción humana. Hay que realizar dos miradas. Una primera mirada es ver lo que ocurre en torno a nuestra inmediatez, que yo veo muy rica, con la capacidad creativa, contemplativa y el sentido crítico para no perder nunca nuestra condición de sujetos ante una sociedad consumista, que nos coge más por las sensaciones que por la capacidad de razonar. Y una segunda mirada, tal y como se nos presenta la imagen de nuestra sociedad a través del mundo más mediático, resalta aspectos más bien negativos, la incitación a buscar figuras paradigmáticas de la sociedad que no tienen nada que decirnos en cuanto a los valores y que nos presentan como personas de éxito, todo esto puede dar una imagen escéptica del conjunto de la sociedad. Hay que decir que la persona de valores no se deja llevar por imágenes establecidas, ni por diagnósticos hechos ni interesados, y llega a realizar el diagnóstico a través de esta conexión del corazón de la persona, sabiéndole encontrar la riqueza por este contacto personal no mediatizado. Es por ahí donde puedes ir transformando a la sociedad, para que sea más humana y recupere los valores».
En cuanto a la pregunta sobre qué valor priorizaba resaltaba que: «Todos son importantes, porque lo fundamental es la persona capaz de descubrir que, por un lado, es una historia, una circunstancia, pero, a su vez, esta circunstancia también lleva en su interior un espíritu de creatividad y de libertad. Sumar estos dos elementos, que son los que te definen de una forma limitada y que te dan una capacidad de aspiración para ir superando, da ese misterio que somos las personas, que solo se entiende cuando sabes que dentro de ti llevas ese deseo de trascendencia.
En la conversación, destacábamos que el valor más preciado es la persona, pero ¿cómo realmente darnos cuenta del significado profundo del ‘ser’ y no del ‘tener’ que todo el mundo desea?: «Parto de una base en la que, evidentemente, la nuestra riqueza es lo que somos, no lo que tenemos. A veces nos marcamos una escala de prioridades en la que la medida es el ‘tener’ más que el ‘ser.’ Pero nuestra perspectiva final es ser lo que somos. Nos podemos engañar entre nosotros, porque justo valoramos lo que se tiene, y esto no deja de ser una valoración limitada y engañosa, pero, en el fondo, el valor de la persona no es toda esa vestimenta exterior, sino el cariño que es capaz de generar a su alrededor. Con esto quiero decir que cuando seamos lo que somos, lo que somos es un proyecto que cada uno debe ir desarrollando, puesto que todos tenemos una misión en la vida. Debemos saber que lo que llevamos dentro no es una pura banalidad ni un irnos entreteniendo solo para matar el tiempo para que se haga más corto, sino que llevamos un grupo de compromisos que hemos cogido y que nos dan una vitalidad de espíritu muy potente. Y siempre focalizado no en nosotros mismos sino en la misión que tenemos con la gente de nuestro entorno».
También hablábamos de las creencias: «En este caso ya entran las creencias personales que uno puede tener, y la mía personal es que el veredicto definitivo sobre el valor de cada persona es el de la estima infinita que nos espera. Por tanto, a pesar de que haya gente que lo haya pasado muy mal en situaciones difíciles, esta trayectoria no marca su valor definitivo, porque, si realmente sabemos que lo que nos es más preciado es nuestra capacidad espiritual, no tendría sentido que al final terminara de cualquier manera. La mía es una visión del sentido de la trascendencia, pero incluso con una inmanencia total, uno puede llegar a descubrir que haber amado de una manera determinada en algún momento justifica el hecho de ser persona.
Sobre las tres «c» del filósofo Mounier: conocer, comprender y compartir que es un camino para ser consciente del sentido de los valores, dijo: «A veces los medios de comunicación, que deben realizar un gran esfuerzo de concentración del mensaje, nos hace caricatura de la realidad, y nos parece que nos permite conocer la realidad, pero se nos escapan muchos aspectos. De persona a persona no vale la caricatura, hay que tener el sentido de apertura y saber que siempre dentro del otro hay algo inédito que tú debes saber descubrir. Es esa creatividad que tiene sus dificultades para su propia creatividad. El otro también debe poder conocerte a ti. Este sería, un primer punto en el que el conocimiento no es solo una aportación intelectual, sino que detrás hay una actitud. Pero ese conocer te lleva a una segunda cosa: cuando has visto el punto de vista del otro, a ti te interesa enriquecer tu mirada con la mirada del otro, y entonces ves lo demás también a través del corazón de la persona que has tenido a tu lado. Esto te ha enriquecido enormemente. Realmente, cuando has pasado por esta experiencia, tanto en el mundo político como en el mundo de la convivencia familiar, etc., después, lo que viene como consecuencia es tener un amigo o una persona que amas a tu lado. Este es el camino que marcaba el filósofo Mounier, que a mí siempre me ha ayudado a ver por dónde se debe ir. Saber descubrir en la vida cotidiana estos valores es mostrar el sentido de la vida desde nosotros mismos.»