Assumpta Sendra Mestre
Directora Àmbit Maria Corral
Foto: Assumpta Sendra
Data de publicació: 16 setembre 2024
A partir de la realidad y de la experiencia de lo que es una escuela humana, el filósofo Josep Maria Esquirol en su libro La escuela del alma: de la forma de educar a la manera de vivir (Acantilado, 2024) dice «es una invitación fascinante para descubrir, partiendo de los fundamentos de la educación, el horizonte de una vida madura, fecunda y espiritual». Esta invitación fascinante, apasionante y entusiasta pide detenernos de forma atenta y dispuesta a los descubrimientos. De esta forma se ejerce la curiosidad y la capacidad de admiración con el deseo de aprender a cualquier edad.
Además, dice ‘partiendo de los fundamentos’. Esto pide revisarlos para ir a la esencia, ya que estos fundamentos no solo surgen desde la escuela, sino que están arraigados en la sociedad, en la cultura, en la familia, en la identidad de un país…Todo forma parte de la evolución constante que cambia de forma acelerada. Hay que estar en una actitud vigilante para no perder lo esencial, como pueden ser unos valores humanos y sociales que deben orientar la educación general para ser más coherentes y ser ciudadanos corresponsables en el propio entorno donde, a menudo, también predomina la indiferencia y la insatisfacción.
El autor habla del ‘horizonte de una vida madura, fecunda y espiritual’. ‘Horizonte de una vida’ que pide hacer una mirada amplia y global desde diferentes perspectivas de forma profunda ante la complejidad y la incertidumbre.
Una ‘vida madura’ que implica un proceso de aceptación hacia lo que toca vivir, tanto a nivel personal como social, para ser personas equilibradas, capaces de asumir los inconvenientes y las dificultades de manera resiliente.
Una ‘vida fecunda’ para ser capaces de dar y ofrecer de muchas maneras diferentes: desde el cariño, dar un tiempo para escuchar, transmitir palabras de agradecimiento, ofrecer gestos de acogida, hacer miradas serenas que dan paz y un gran abanico de actitudes para generar bienestar.
Y una ‘vida espiritual’ capaz de llenar el alma, esa parte más profunda del ser humano que posibilita adentrarse en la propia interioridad para escucharse, hacer preguntas y tomar decisiones. Además, posibilita dedicar un tiempo para la contemplación, para gozar del entorno, de la belleza, la naturaleza, las personas…
Sabemos que somos seres singulares y únicos, capaces de emocionarnos. Permitimos darnos un tiempo para la propia búsqueda humana y descubrir nuevos hechos inéditos e inesperados que son portadores de esperanza ‘en tiempos de desorientación’, tal y como dice el autor.
Este aprendizaje constante y vital exige una serie de actitudes para tomar conciencia de la realidad que vivimos y practicar acciones humanas que requieren dedicación, esfuerzo, constancia, paciencia, confianza, humildad, autenticidad… Un listado inacabable que cuestiona la propia forma de vivir y la aplicación de estas actitudes hacia los demás.
El autor ha inventado la palabra altertopía para tener en cuenta al alter y utopía hacia el deseo de ‘la escuela del alma’ que quiere ser un lugar y un espacio libre de violencia, sin maltrato ni insultos, donde se respire paz, donde poder recogernos y reposar el alma. Un aprendizaje constante y vital que forma parte del propio itinerario y estilo de vida que siempre está en proceso de formación para ir descubriendo y experimentando sin saber cuál y cómo será el momento final.
El filósofo Esquirol en su libro hace un recorrido en el que invita a una buena manera de vivir y lo presenta como unas Bienaventuranzas en las que la palabra clave y significativa es ‘felices’, para conseguir una madurez progresiva.