Reseña 256 Sopar Hora Europea
Fotografía: Esther Borrego
Fecha de publicación: 17 de noviembre de 2025
El jueves 23 de octubre, el Ámbito María Corral celebró la 256 Cena Hora Europea, con el tema La esperanza frente a la desesperanza. El presidente del Ámbito, Josep M. Forcada, dio la bienvenida. Acto seguido, la directora del Ámbito, Assumpta Sendra, presentó el tema diciendo que la esperanza forma parte de la propia esencia humana y es como un ‘motor’ que da fuerza para superar las contrariedades y las circunstancias de cada momento.
Sergi García, director técnico de la Fundación Ayuda y Esperanza y coordinador del Teléfono de Prevención del Suicidio, inició su intervención presentando la acción que realiza el Teléfono de la Esperanza, que nació en 1969. Llevan más de medio siglo tratando de infundir esperanza a personas que llaman con un sentimiento profundo muchas veces de desesperanza. En 1986, después de la muerte de su creador, Miquel Àngel Terribas, se creó la Fundación Ayuda y Esperanza de la mano de Agustí Viñas, para dar continuidad al servicio, que está abierto las 24 horas del día los 365 días del año y funciona con personas voluntarias. En los últimos años, la Fundación ha incorporado otros servicios para dar respuesta a las necesidades y circunstancias que vive actualmente nuestra sociedad.
En 2020 se creó el Teléfono de Prevención del Suicidio, dirigido específicamente a personas que tienen ideas y conductas suicidas, así como también se ofrece a personas de su entorno, familiares, amigos que contactan con la inquietud que alguna persona próxima dice que quiere suicidarse. A su vez han desarrollado un canal de comunicación dirigido a un colectivo que está especialmente afectado por las situaciones de mucho estrés, que son los jóvenes y adolescentes, es un servicio de chat de apoyo emocional a través de mensajería instantánea, a través de WhatsApp.
La desesperanza es uno de los elementos comunes en todas estas comunicaciones, tanto en las llamadas telefónicas como en los chats que envían. Evidentemente, la circunstancia de desesperanza es diferente, desde el Teléfono de la Esperanza se trata de ofrecer una luz de esperanza, de infundir la capacidad de proyectarse hacia el futuro. Esta esperanza puede ser de distintas formas: la esperanza pragmática es la que se puede reconducir, incluso cuando parece que todo está perdido. Es necesario crear un espacio de seguridad psicológica, en el que se le dé un contexto, un espacio donde la persona pueda hablar abiertamente de lo que le pasa, sin miedo a la reacción que tenga la otra persona. Así como también es necesario ofrecer tiempo, que es un acto de generosidad, a través de la escucha activa para que se pueda dar un contacto humano. Al final, todo el mundo necesita sentir que hay alguien que se interesa, que se preocupa por mí, que quiere ayudarme, que incluso sufre conmigo. El vínculo es inevitable en las relaciones humanas, es un vínculo a favor de la vida y la esperanza. Lo importante en este acompañamiento es la presencia. La persona voluntaria, el orientador, con su forma de estar en ese momento, con su presencia, encarna la esperanza. Y es precisamente esa experiencia, ese contacto, esa relación lo que puede ser generadora de esperanza. Es un encuentro íntimo y genuino. Y la persona puede tener una experiencia emocional o una experiencia relacional correctiva. Es la esperanza relacional. Es un contacto entre alma y alma, entre corazón y corazón.
A continuación, Carme Pujol, educadora emocional, habló desde su experiencia profesional y personal. Afirmó de forma rotunda y clara que la esperanza se puede educar, ya que no es solo un sentimiento que de forma espontánea aparece y desaparece, sino que es esa actitud vital que puede cultivarse a lo largo de toda la vida, porque la educación emocional abarca justamente todo el ciclo vital y ayuda a tener herramientas emocionales para afrontar todas las adversidades y retos que inevitablemente la vida nos trae, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.
¿Cómo hacer prevención frente a la desesperación para no llegar a situaciones extremas? El fomento del bienestar parte de la idea de que todos tenemos capacidades emocionales que podemos desarrollar y entrenar para vivir de forma más equilibrada. Educar las emociones es hacer prevención, es dar herramientas para afrontar los retos de la vida y reducir el riesgo de sufrimiento psicológico. A veces la esperanza nace del sufrimiento. Para poder gestionar una actitud esperanzadora en contextos difíciles, es necesario empezar validando las emociones, reconocer el sufrimiento, la tristeza, el miedo, para liberar de algún modo una energía que nos permitirá pasar a la acción.
La esperanza está claramente vinculada a la acción, sino la inercia de la desesperanza es alta. Contagiarnos de la desesperanza es un gran riesgo. Es importante decidir, tener ese posicionamiento claro de querer conectarme a una emoción positiva y pasar a la acción. Después de la validación, debemos trabajar con unos objetivos y con un sentido, es decir, tener un propósito por el que esforzarnos, perseverar. Cuando las personas pueden poner nombre a lo que sienten y además pueden compartirlo, es menos probable que caigan en el pozo de la desesperación. Por tanto, es importante reducir el aislamiento, ofrecer espacios de confianza en los que podamos compartir. Es necesario cuidar nuestra narrativa, que nuestro relato sea amable, compasivo. Aunque pueda parecer paradójico, también forma parte de la esperanza la gratitud, que nutre la esperanza.
La mejor forma de transmitir la esperanza es vivirla uno mismo con autenticidad. Hay cinco competencias emocionales. Primero, sería la conciencia emocional que significa reconocer qué siento. Hay aproximadamente quinientas palabras para definir cómo nos sentimos. Segundo, la regulación emocional, es entender que no podemos controlar lo que sentimos, pero sí podemos controlar lo que hacemos con lo que sentimos. Tercera competencia, la autonomía emocional, que es la capacidad para sostenernos desde dentro, no dependiendo de la aprobación o contexto para sentirnos bien. Este tipo de autonomía es también contagiosa. Cuarta, competencia social. La esperanza no es individual. Cuando nos conectamos a otras personas, compartimos historias y vivencias, reforzamos esa capacidad de resistir y regenerarnos. Y quinta competencia, las habilidades de vida y bienestar. La esperanza se nutre también del sentido vital. Cuando una persona sabe lo que hace, cuando tiene un porqué, cuando siente que aquello aporta valor, entonces es fácil que fluyan emociones como el entusiasmo, el optimismo. La esperanza es vivir con motivación y sentido.
El director general de la Fundación Blanquerna-URL, Jordi Riera, hizo una propuesta de síntesis de cómo construir esperanza frente a la desesperanza. En primer lugar, dijo que la esperanza es lenguaje. Sin palabra, sin relato, no podemos articular ningún proyecto esperanzador. Citó a Paul Ricoeur, que dice que la palabra y el lenguaje son el medio por el que articulamos el tiempo y proyectamos futuro. En ausencia de la posibilidad de articular palabra, no puede articularse el tiempo ni proyectar futuro.
Las nuevas generaciones inmersas en nuevas competencias, probablemente tengan un gran reto en la capacidad de construir relato. Este mundo de las pantallas, que emite ráfagas sostenidas y permanentes de mensajes visuales con carácter a menudo de presión emocional, emiten mensajes fragmentados, en los que muchos no articulan palabra, solo copian emoticonos, y en este contexto resulta difícil que estas nuevas generaciones articulen una palabra detrás de otra para expresar estas emociones. Las crisis de ansiedad o baja tolerancia a la frustración tienen que ver con cierta incapacidad de formular este relato. En la ausencia de la palabra, ocurren más crisis de todo tipo, en el trasfondo hay una vivencia de desesperanza. La escuela no puede sustituir el impacto de educación primera, de valores, de aptitudes, de esperanza, que se cultivan en el contexto familiar. La escuela puede complementarlo. En cualquier caso, también la escuela debe asumir el reto del cultivo del lenguaje, de la estima por las palabras, por la construcción de relato.
La esperanza tiene que ver también con el vínculo, con la comunidad. Cuando uno se acerca a determinadas soledades, a vivencias de abandono, la desesperanza penetra y reina. Siguiendo a Paul Ricoeur, el acercarse a los demás supone entender que nuestro yo está íntimamente vinculado con el otro y casi nace con el otro, esto es comunidad. La esperanza se cultiva en comunidad. Por tanto, el aula de la escuela, el aula de las universidades debe promover con mucha fuerza pedagógica y convicción el sentido comunitario del aula. La esperanza es acción. No estamos aquí para ver cómo las cosas pasan, sino para que pasen. Se trata de que ocurra algo que para estas nuevas generaciones sea altamente significativo. Tal como decía Paulo Freire, cuando escribía la Pedagogía de la esperanza, la pedagogía de la esperanza no es quedarse mirando, sino es transformar. La esperanza es proyectar futuro para uno, para los demás, para todos.
Además, en El espíritu de la esperanza, el filósofo Byung-Chul Han dice que, para poder activar la esperanza, necesitamos vivir la desesperanza, debemos pasar por momentos de sufrimiento, es en la desesperación donde nacen las rendijas de luz de la esperanza. También lo expresa Octavi Fullat en referencia al aprendizaje de la esperanza: «Aprender es una magnífica combinación entre disfrutar y sufrir». La esperanza se construye con la palabra, se cultiva en comunidad y se ejecuta en la acción.
Por último, se abrió el coloquio a los asistentes, que permitió seguir profundizando en el tema de la esperanza, tan necesario y vital para comprender y asumir tantas dificultades que desesperan.








Una anécdota de Sergi García de @Fundaesp al respecto de las llamadas de los usuarios que esta organización recibe a diario. pic.twitter.com/yV2t8g0NBn
— Àmbit Maria Corral (@AmbitMCorral) October 23, 2025
