Por: Rocío Muñoz Montes
Àmbit Maria Corral
Barcelona, noviembre 2016
Foto: Margarida Amigó
El jueves 20 de octubre el Àmbit Maria Corral celebró la 221 Cena Hora Europea, la primera del curso, para tratar sobre la fortaleza para avanzar moderada por Natàlia Plá, formadora de la Universitas Albertiana.
La primera aportación fue a cargo de Jep Alcalde, abogado y afectado de esclerosis múltiple, que compartió su experiencia de la enfermedad, diagnosticada hace diez años, del tipo recurrente-remitente, actualmente en fase secundaria progresiva, es decir, cada día está un poco peor. A pesar de que ha cambiado su vida y la de su familia, ha aprendido a no luchar contra una enfermedad crónica y degenerativa: «mi esfuerzo es intentar a cada instante seguir aprendiendo a vivir y convivir con la enfermedad, como una oportunidad de crecimiento y de ir más allá, siempre con amor y humor. Con buen humor por dignidad conmigo mismo y con quienes me rodean. Aprender a hacer de la enfermedad mi amiga». Para él, la enfermedad es condición de posibilidad de la existencia, si no la tuviera, no sería él. También remarcó como fundamental el valor de la experiencia de la resiliencia: «no sólo resistir y lograr el equilibrio inicial, sino aprovechar la situación adversa para aprender a rehacerme, a construirme y superar la situación inicial, crecer y madurar». Para acabar, resaltó que es importante dejarse querer, ya que «de esta manera aprendes a vivir viviendo, desde la plena conciencia de la contingencia, y a descubrir la enfermedad con gozo como una magnífica oportunidad para aprender a mirar y disfrutar de la vida con otra mirada, que me haga feliz tanto a mí como a quienes me rodean».
La profesora de psicología, Clara Gomis, especializada en curas paliativas y atención al duelo, habló desde su experiencia profesional, donde tiene el privilegio de poder tener «una ventana abierta al interior de las personas cuando atraviesan una situación dolorosa y difícil. Puedes sentir sus dificultades y sus fortalezas y te conmueves tanto con las unas cómo con las otras». El dolor tiene la capacidad de destruir y desintegrar las personas, pero precisamente las crisis son una oportunidad para la transformación personal. Explicitó que la fortaleza puede ser una característica innata o una actitud fruto de una decisión y de un trabajo personal. Describió algunos elementos claves de la fortaleza: la aceptación, que proviene del no juzgar, entendida como la disponibilidad a vivir la experiencia presente con todos los sentidos; la confianza, que lleva a la humildad y que permite pedir ayuda, crear redes familiares, de amistad y apoyo social. «Saber que puedes confiar en los otros te permite ser humilde. Por lo tanto, la fortaleza, lejos de basarse en la fuerza y la autosuficiencia, está hecha de humildad»; y el agradecimiento que lleva a la esperanza, la actitud de quien, a pesar del dolor presente, puede mantenerse abierto a lo que la vida todavía tiene para ofrecer.
Maria Martínez, psicóloga clínica, definió la fortaleza como una situación defensiva. Se preguntaba el cómo nos planteamos la fortaleza en esta sociedad cambiante, compleja y llena de dificultades. Como las pequeñas dificultades nos pueden bloquear «porque nos sentimos inferiores y no contamos con la ayuda externa, que no se trata de ayuda material, sino de una mirada, de estar al lado, un confort, a veces silencioso, pero muy eficaz». La fortaleza implica superar conflictos y poder asimilarlos, «hacerme cargo de qué pasa y poder mirar cómo me enfrento, cómo me afecta, cómo salgo y qué hago con esto. No se trata de mirar adelante, sino de mirarse uno mismo y de intentar comprender la vivencia y qué significado tiene en la propia vida». Cuando nos equivocamos y aceptamos el error hacemos un aprendizaje. Citó al doctor Cantavella quién decía: «error reconocido, aprendizaje hecho». Además, hay una capacidad humana muy importante, la comprensión: «si primero no hago una comprensión global de la situación en la que me encuentro, no sabré como salir». El primer paso para llegar a la fortaleza es aceptar la debilidad y reconocer mi papel en las situaciones. Por eso es necesaria la búsqueda del equilibrio que permite elaborar las dificultades y positivar siempre que sea posible.
El último ponente fue Francesc Torralba, director de la Cátedra Ethos de la Universitat Ramon Llull, quien afirmó que relacionamos la fortaleza con las virtudes básicas como la prudencia, la justicia y la templanza. Explicó que la fortaleza proviene de la palabra griega andreia, que también significa coraje y audacia. La primera descripción de fortaleza se encuentra en los Diálogos de Platón, el cual dice que es un rasgo que tendría que caracterizar al guerrero que defiende la polis. En cambio, Aristóteles describe la fortaleza como una virtud que perfecciona a las personas, que es intangible pero que se manifiesta en la manera de vivir las adversidades. Aclaró que la fortaleza no es dureza, sino que se relaciona con la ductilidad o la flexibilidad. Tampoco es la arrogancia de creer que solo podré salir, sino que hay que relacionarla con la humildad. Ni es la evasión, sino afrontar la contrariedad y transformarla. No es autosuficiencia, poder reconocer la necesidad que tengo de los otros es una expresión de fortaleza. Dijo que «la fortaleza puede ser connatural en muchas personas pero, además, puede ser un aprendizaje que hacemos como consecuencia de nuestra vida». Finalmente, resaltó tres palabras: fortaleza, que no es un valor en alza, es una virtud básica para vivir; coraje, que tiene que ver con las capacidades naturales de entrenamiento y defenderse a tiempo de las contrariedades, lo cual no tiene que ver con la fortaleza; y audacia, propia de la persona que se afronta a grandes retos.
Después de las aportaciones hubo uno coloquio profundo y emotivo, porque la fortaleza humana requiere tomar conciencia de las limitaciones y de las situaciones adversas que son constantes.