Por M. de Jesús Chávez-Camacho
Colaboradora del Ámbito Maria Corral
Ginebra, febrero 2014
Foto: http://cort.as/7UQf
El ser humano es un ser sediento de amistad, y que a medida que se va abriendo a la amistad con los demás, su ser se va esponjando como un milagro.
Son muchas las personas que a lo largo de la historia han escrito sobre la amistad. Quizás se deba a la gran importancia que tiene la amistad en la vida del ser humano para su desarrollo global, su armonía interior, para la vivencia de las distintas emociones que conllevan sus relaciones con las otras personas y con el mundo.
¿Cómo se puede vivir la amistad para que sea cada vez más verdadera? La pregunta es importante, aunque no es fácil de responder, ya que no existe receta alguna. Sin embargo, les invito a reflexionar sobre ciertas características que podrían ayudarnos a sacar la suciedad que, a veces, tanto la empaña y poder vivir así la amistad con más transparencia.
- No forzar: la amistad no se puede imponer. No podemos forzar a nadie a ser nuestro amigo. Ni tampoco nos pueden forzar a ser amigos de nadie. La amistad o es libre o no es amistad. Los amigos, además, deben ayudarse mutuamente para que crezca la libertad del otro. Cada día tendrían que «necesitarse» menos en todo lo que no sea la pura amistad. Así, irán viviendo cada vez más la dimensión de gratuidad a través de la sola amistad. No se pueden crear dependencias fuera de la mera amistad ni facilitarlas. Esto no quiere decir que en virtud, precisamente, de esta amistad benevolente, nada egoísta, uno no esté dispuesto a hacer por el amigo cualquier tipo de sacrificio y ayuda.
- No engañar: no puedo disimular haciendo creer al otro que soy distinto del que en realidad soy para que este me quiera. Sólo lograría, así, que el otro fuese amigo de la persona que yo aparento ser, pero que no existe. Tampoco tengo que idealizar al amigo, ensalzándolo, en el fondo, en beneficio mío, por el orgullo de poder decir: « ¡esta persona tan excelente es amiga mía!». También podría pasar que si lo veo tal como es, me parezca que no lo amaré y entonces lo agrande, lo adorne con virtudes que no tiene hasta que crea que es suficientemente digno de mi amor. De ahí vienen muchas rupturas en las amistades, cuando se llega a contemplar al amigo tal y como es.
- No ilusionar en balde: ilusionar es engañar, simulando por mí parte una disposición hacia la amistad que en realidad no tengo. Es dejar creer al otro que me voy haciendo amigo suyo, cuando sé que no es así. Es saber que lo estoy engañando en cuanto a mis disposiciones y no sacarlo del engaño. O hacerle soñar y desear cosas que uno sabe que, de hecho, no puede ofrecer.
- No ser egoísta: la persona egoísta somete la amistad a su propio bien. No puedo ser amigo del otro si tengo como objetivo primordial mi propio bien, si persigo casi mi único provecho. Tengo que buscar principalmente el bien de mis amigos y desear hacerles felices.
- No comprometer: es decir, poner en un peligro de cualquier índole al amigo, precisamente a causa de mi amistad con él. No podemos difundir la amistad que tenemos con alguien si por alguna razón esto le compromete o perjudica.
- No ironizar: La ironía es hacerle al otro una broma punzante; es dejarlo en mal lugar, es hacer un poco de sangre. No se debe ironizar de nadie y, menos aún, de los amigos. ¿Por qué? Por dos razones: porque para esto a menudo se emplean conocimientos y datos que pertenecen a la intimidad de la amistad y, además, porque me puedo aprovechar del amigo ya que él, por el bien de la amistad, puede que no responda de la misma manera.
- No prostituir: No debemos usar la amistad para otros fines. Tenemos que amar al amigo por lo que es, no por lo que pueda llegar a ser, ni por el beneficio que yo pueda sacar de él, ni por el prestigio que pueda obtener. No se puede buscar la amistad del otro como medio para conseguir otras cosas. La amistad tiene que ser un fin en sí misma. Tampoco debemos aspirar a conquistar la amistad con bienes materiales, sin entregarnos verdaderamente al otro.
- No cazar ni dejarse cazar: la amistad nos hace libres, no nos debe esclavizar. Se es amigo de alguien por voluntad propia y se sigue siendo amigo de él porque así lo deseamos. La amistad no tiene que crear ataduras. Hay gente que tiene miedo de perder al amigo y va tejiendo una sutil telaraña hasta envolverle y tenerle preso por dentro Por otra parte, hay personas que tienen un cierto miedo a ir solas por la vida y se hacen vasallos de alguien más fuerte. Entonces, dentro de esta red escogida voluntariamente, se sienten felices, aunque estén cazados de por vida. La amistad es una entrega pero que, al mismo tiempo, te hace ser cada vez más libre; no te ata sino que te ayuda a desligarte de cualquier treta o ardid. Antes hablábamos de no forzar. En la característica de la amistad que ahora tratamos, el amigo no es de mi propiedad. No debemos intentar nunca poseer personas.
- No mandar ni dejarse mandar: donde hay órdenes, es que hay autoridad-obediencia y esto mata la amistad. Mientras haya una jerarquía (por ejemplo: padres-hijos, empresarios-obreros, etcétera), no puede haber verdadera amistad. En esta debe haber libertad; nada de coacción, ni pizca de dependencia o de obligación. Es propio del amigo no mandar sino pedir, solicitar, proponer. Y viceversa, no obedecer sino amparar, ser delicadamente dócil, pero libremente, no como un esclavo, sino como un ser humano libre.
- Querer y dejarse querer: todos los seres amigos tienen en común el amor mutuo. Si en relación con estos sentimientos, yo soy el que quiere dar agua pero como si nunca la necesitara, no pido que me quieran, incluso no me dejo querer; hago que la amistad se vaya desequilibrando. Dejarse querer es de una tremenda humildad. Nos cuesta porque implica reconocer que somos limitados y que también necesitamos que nos quieran, que nos cuiden y que se ocupen de nosotros. Tan importante es querer como dejarse querer.
Después de pensar sobre estas características, quizás tengamos la impresión que estamos a muchos kilómetros de distancia de ser verdaderos amigos de nuestros amigos o quizás pensemos que la amistad es una cosa imposible. No creo que uno deba desanimarse. La amistad se construye cada día y pide un esfuerzo por parte de todos los interesados. ¿Y si nos lanzáramos hacia los caminos de la amistad con todos estos puntos de referencia en nuestras mochilas?
Publicado en la Revista RE