Por Esther Borrego
Cordinadora Itaca
(Fundació Acollida i Esperança)
Barcelona, marzo 2014
Foto: http://cort.as/86eF
Yassine era uno de esos casos diferentes, especiales, entrañables…, y muy difícil. Una persona con dificultades de adaptación y de aprendizaje, muy desconfiada. Había llegado con trece años desde su país, y luego llegó a Barcelona, después de conocer varios centros residenciales de menores por todo el Estado.
Ahora está en Itaca, donde viven un grupo de personas que por distintas situaciones se han encontrado en la calle y pasan un tiempo con nosotros. Todos vivirán un tiempo aquí para trabajar algunos objetivos que les permitan una mayor autonomía, pero a veces hay personas en situaciones más que especiales, como era el caso que os cuento.
Por la mañana, cuando voy hacia el piso, siempre que el tiempo me lo permite, paseo cambiando el recorrido por las calles del casco antiguo, contemplando sus edificios: la Plaza del Rey, la Catedral, la antigua muralla, y así encuentro el edificio de Correos, una maravilla de la época, justo en frente del piso.
Hace un año, caminando hacia Itaca y mirando a los balcones, al llegar de buena mañana presencié una imagen que todavía hoy me conmueve. Yassine estaba mirando hacia arriba, su mirada al horizonte hacía pensar que estaba ante el paisaje más maravilloso que nunca hubiera visto, tenía una amplia sonrisa de oreja a oreja y su cara transmitía serenidad, tranquilidad, confianza, felicidad…
¡Qué suerte sentir estas sensaciones estando en casa, un día normal, laborable, además, viviendo una situación que no es deseada por nadie! Poder abrir los ojos y recibir lo que tenemos delante como lo mejor que existe, el que más posibilidades tiene y como el mejor regalo que hubiésemos recibido nunca.
¿Y no es exactamente eso lo que tenemos delante cada día? Levantarnos, ver el sol, sabernos vivos, poder respirar… tener a alguien para quien somos importantes, alguien que nos espera… querer a alguien, poder abrazar a los amigos…
Al vivir este episodio tuve clara una idea que hacía mucho tiempo que me rondaba por la cabeza: «La vida es una maravilla, pero hay que saber maravillarse». Porqué, ¿saben lo que Yassine veía desde su balcón? El edificio de Correos de la Vía Laietana no era el mejor paisaje para nadie más que para él en ese momento y no precisamente desde un punto de vista arquitectónico.