Por M. Javiera Aguirre
Periodista y doctoranda en filosofía
Barcelona, España, julio 2009
Foto: J. Abraham
No soy una fanática del fútbol, pero sí me gusta ver partidos memorables en buena compañía. Sin embargo, siempre me ha parecido llamativa la manera en que se refieren a la contratación de los futbolistas. Cuando escucho o leo que “se vendió fulanito a tal equipo” reconozco que no me parece una forma adecuada de referirse a las personas, como si se tratase de cualquier objeto que tiene un valor de cambio con el que además transan terceras personas. Ya nos decía Kant que la diferencia entre las personas y todo lo demás es que éstas no tienen valor de cambio, un precio, sino que tenemos dignidad. Y por si no quedase claro, define dignidad como aquello que no tiene precio, dado que su valor no se encuentra entre los objetos de intercambio de ningún mercado.
Dado que comparto la idea de Kant de que las personas no tenemos precio es que me sorprendió enormemente cuando hace unas semanas los periódicos del mundo entero titularon con “la compra” de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid: el Manchester United “lo vendió” por la friolera cantidad de 94 millones de euros. Algo que ha llenado de orgullo a la administración del Real Madrid porque de esta manera contarán con uno de los mejores jugadores del mundo para lograr el objetivo de resucitar a los “galácticos”.
Más allá de consideraciones futbolísticas, hay dos aspectos que no pueden pasar desapercibidos: en primer lugar la suma que se paga por contar con el jugador y en segundo lugar el hablar del “precio” de Ronaldo como si de un par de pantalones se tratara. El primer aspecto se abordó en algunas columnas y foros de diferentes medios de comunicación: muchos se preguntaban cómo era posible que en mitad de una crisis mundial y con alto número de personas desempleadas, un equipo español se permitiese gastar tanto en un futbolista. Las explicaciones apuntaban a la lógica de la mano invisible: si se paga ese monto es porque hay alguien que tiene esa cantidad y está dispuesto a pagarla. Lamentablemente pareciera que eso basta como razón.
Resulta al menos curioso que mientras se pone en duda al sistema capitalista, precisamente por la crisis ya mencionada, sea a través de la lógica de la oferta y la demanda que nos expliquemos el hecho de que se paguen 1000 euros por hora a este futbolista. Pero también se pudo ver otro tipo de razonamientos, como el de quienes plantearon el tema de la injusticia social que esto implicaría, planteándose el dilema moral que puede -¿debe?- generar el hecho de que haya quiénes no tienen qué comer, un lugar dónde vivir o escuelas a las que ir mientras el traspaso de un señor de un equipo de fútbol a otro signifique la posibilidad de solucionar estos problemas para muchas personas.
El segundo aspecto al que aludo, el hecho de hablar del “precio” de Ronaldo no se ha llevado tantas páginas de periódico. Algunos dirán que se trata de una metáfora, de un uso abreviado para referirse al traspaso de un futbolista. Pero es que la metáfora no acaba ahí; también se dice que “el pase” no le pertenece al futbolista sino al equipo que lo tiene, el que previamente lo ha comprado. Lo que significa que la decisión de irse al Madrid, al Paris Saint-Germain o al FerroBadmington es del equipo que “tiene” al jugador, sobre todo, de si le compensa la oferta que se le hace de acuerdo a su economía y estrategias. Podrá influir en la decisión de “vender” a un jugador la voluntad de él, pero no siempre influye en la determinación final de su destino ni de su “valor”; preguntémosle a Samuel Eto’o si alguien ha considerado su opinión a la hora de “ponerlo a la venta” el Barcelona.
Volviendo a la reflexión, la metáfora se ha convertido en realidad, ya que en efecto, se trata de una venta de un producto, que es una persona, y en cuya transacción él mismo no tiene ninguna incidencia; si la tiene, ésta dependerá de la buena voluntad del “dueño” de su pase. No hay mella en la dignidad, me dirá alguno, además de que los futbolistas participan de este sistema de manera voluntaria, argumentará otro. Y sí, puede ser que parezca un exceso de sensibilidad de mi parte con el uso del lenguaje plantear este tema, pero aún así vale la pena recordar que las personas no tenemos precio, que aunque así parezca, Ronaldo no vale 94 millones de euros, ni 150 millones, ni mil euros. La razón es que su valor excede lo cuantificable por cualquier medio de cambio, sencillamente por ser una persona. Aunque haga goles de medio campo y convierta al Real Madrid en el campeón de la próxima liga, a pesar de las estrategias de Florentino Pérez, Cristiano Ronaldo no vale ni un euro. Aunque todos los periódicos del mundo así lo hayan titulado… Ya digo yo que hay que leer los periódicos con suspicacia.
No soy una fanática del fútbol, pero sí me gusta ver partidos memorables en buena compañía. Sin embargo, siempre me ha parecido llamativa la manera en que se refieren a la contratación de los futbolistas. Cuando escucho o leo que “se vendió fulanito a tal equipo” reconozco que no me parece una forma adecuada de referirse a las personas, como si se tratase de cualquier objeto que tiene un valor de cambio con el que además transan terceras personas. Ya nos decía Kant que la diferencia entre las personas y todo lo demás es que éstas no tienen valor de cambio, un precio, sino que tenemos dignidad. Y por si no quedase claro, define dignidad como aquello que no tiene precio, dado que su valor no se encuentra entre los objetos de intercambio de ningún mercado.
Dado que comparto la idea de Kant de que las personas no tenemos precio es que me sorprendió enormemente cuando hace unas semanas los periódicos del mundo entero titularon con “la compra” de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid: el Manchester United “lo vendió” por la friolera cantidad de 94 millones de euros. Algo que ha llenado de orgullo a la administración del Real Madrid porque de esta manera contarán con uno de los mejores jugadores del mundo para lograr el objetivo de resucitar a los “galácticos”.
Más allá de consideraciones futbolísticas, hay dos aspectos que no pueden pasar desapercibidos: en primer lugar la suma que se paga por contar con el jugador y en segundo lugar el hablar del “precio” de Ronaldo como si de un par de pantalones se tratara. El primer aspecto se abordó en algunas columnas y foros de diferentes medios de comunicación: muchos se preguntaban cómo era posible que en mitad de una crisis mundial y con alto número de personas desempleadas, un equipo español se permitiese gastar tanto en un futbolista. Las explicaciones apuntaban a la lógica de la mano invisible: si se paga ese monto es porque hay alguien que tiene esa cantidad y está dispuesto a pagarla. Lamentablemente pareciera que eso basta como razón.
Resulta al menos curioso que mientras se pone en duda al sistema capitalista, precisamente por la crisis ya mencionada, sea a través de la lógica de la oferta y la demanda que nos expliquemos el hecho de que se paguen 1000 euros por hora a este futbolista. Pero también se pudo ver otro tipo de razonamientos, como el de quienes plantearon el tema de la injusticia social que esto implicaría, planteándose el dilema moral que puede -¿debe?- generar el hecho de que haya quiénes no tienen qué comer, un lugar dónde vivir o escuelas a las que ir mientras el traspaso de un señor de un equipo de fútbol a otro signifique la posibilidad de solucionar estos problemas para muchas personas.
El segundo aspecto al que aludo, el hecho de hablar del “precio” de Ronaldo no se ha llevado tantas páginas de periódico. Algunos dirán que se trata de una metáfora, de un uso abreviado para referirse al traspaso de un futbolista. Pero es que la metáfora no acaba ahí; también se dice que “el pase” no le pertenece al futbolista sino al equipo que lo tiene, el que previamente lo ha comprado. Lo que significa que la decisión de irse al Madrid, al Paris Saint-Germain o al FerroBadmington es del equipo que “tiene” al jugador, sobre todo, de si le compensa la oferta que se le hace de acuerdo a su economía y estrategias. Podrá influir en la decisión de “vender” a un jugador la voluntad de él, pero no siempre influye en la determinación final de su destino ni de su “valor”; preguntémosle a Samuel Eto’o si alguien ha considerado su opinión a la hora de “ponerlo a la venta” el Barcelona.
Volviendo a la reflexión, la metáfora se ha convertido en realidad, ya que en efecto, se trata de una venta de un producto, que es una persona, y en cuya transacción él mismo no tiene ninguna incidencia; si la tiene, ésta dependerá de la buena voluntad del “dueño” de su pase. No hay mella en la dignidad, me dirá alguno, además de que los futbolistas participan de este sistema de manera voluntaria, argumentará otro. Y sí, puede ser que parezca un exceso de sensibilidad de mi parte con el uso del lenguaje plantear este tema, pero aún así vale la pena recordar que las personas no tenemos precio, que aunque así parezca, Ronaldo no vale 94 millones de euros, ni 150 millones, ni mil euros. La razón es que su valor excede lo cuantificable por cualquier medio de cambio, sencillamente por ser una persona. Aunque haga goles de medio campo y convierta al Real Madrid en el campeón de la próxima liga, a pesar de las estrategias de Florentino Pérez, Cristiano Ronaldo no vale ni un euro. Aunque todos los periódicos del mundo así lo hayan titulado… Ya digo yo que hay que leer los periódicos con suspicacia.