Nos gusta la seguridad y de hecho, tenemos derecho a vivirla. La aparición de la incertidumbre parece como una nube inoportuna que nos desmonta un proyecto después de haber luchado mucho para que éste, llegara a buen puerto. Por ejemplo, imaginemos a un científico que investiga porque tiene la osadía de perseguir un resultado innovador y al que le surge el obstáculo de la incertidumbre que frena su avance, un avance que podría haber sido fantástico. La tecnología ha progresado gracias a los difíciles momentos de desencanto que han sido provocados por el debilitamiento del coraje por continuar adelante. Esto mismo lo podemos aplicar a cualquier relación humana o a cualquier realidad destinada a avanzar: política, religión, psicología, sociología, ecología, economía, etc.
La incertidumbre es aquella falta de seguridad en una realidad que conoces bastante bien y en la que cuentas además, con suficientes datos objetivos y subjetivos para los cuales, estás preparado. Se supone que emprendes este viaje desde la responsabilidad de cualquier tipo: científica, psicológica, social, moral…, pero tienes que contar con el riesgo de lo imprevisto y con unos resultados que no corresponden al proyecto que se había elaborado. Puede suceder algún hecho, por lo tanto, que suponga un toque de atención y remueva la humildad personal. La mayor parte de los cambios se inician a partir de unas hipótesis que se tienen que cuestionar, contrastar, comprobar y hacer evolucionar. Si no es así, la humanidad se empobrece, se queda exigua y se ahoga en un miedo inmovilista.
Somos conscientes de que en la actualidad se viven muchos momentos y situaciones que generan un alto nivel de incertidumbre: la pobreza, las desigualdades sociales, las injusticias y la indigencia provocada por diferentes causas; desde la de no disponer de un hogar para vivir o no tener un mínimo para alimentarse y vestirse hasta la de sentirse desvalido por la falta de reconocimiento, por las dificultades para encontrar un puesto de trabajo, por el hecho de estar en paro, la poca seguridad económica, enfermedades, accidentes, hechos inesperados… Conocemos bastante bien estas realidades porque sabemos de personas que las sufren y las viven en su propia piel.
Estas inquietudes pueden frustrar el sentido de la existencia y hacen vivir de una manera desorientada que no permite encontrar la paz y es por esto que vivimos con desazón e incomodidad por esa realidad que se impone. La persona es frágil y vulnerable y busca un mínimo de seguridad para sobrevivir en medio de tantas inseguridades.
El proceso racional y el emocional se encuentran tan unidos que el uno sin el otro no llegaría a ser del todo humano. Ambos exigen fortaleza para no detenerse en el proceso creativo que tiene que desplegar la persona responsable, aquella que debe actuar desde la concienciación de que uno es frágil. Por lo tanto, se tiene que reiniciar, repetir y reelaborar ese proceso para que tenga un sentido.
Ser conscientes de que pueden surgir incertidumbres da sentido a la existencia. No es un defecto que minimiza el sentido de la vida; todo lo contrario: ayuda a profundizar en la realidad. La vida nos pide exprimir los recursos propios del ser, desde la serena confianza en uno mismo que a pesar de sentirse frágil y vulnerable, sigue haciendo una apuesta para continuar.
La incertidumbre nos empuja a dejar atrás el inmovilismo. El intento de avanzar es uno de los tesoros más grandes del crecimiento personal para salir de la comodidad y no empobrecer así ni la vida propia ni la de la sociedad. Esperanza, entusiasmo, fortaleza, solidaridad, generosidad, esfuerzo, paciencia, madurez, empatía, humildad, coraje, responsabilidad y corresponsabilidad pueden ser algunas de las actitudes humanas que contribuyan a hacernos superar cualquier tipo de incertidumbre.
Ámbito Maria Corral
Ponentes
Sergi Corbella Santomà, Psicólogo clínico. Profesor titular de la FPCEE Blanquerna – URL
Ignasi Farreres Bochaca, Economista. Presidente del Centro de Estudios Económicos y Sociales
David Jou Mirabent, Catedrático de física de la UAB. Poeta
Mª Victoria Molins Gomila, Teresiana