Por Leticia Soberón Mainero
Psicóloga y Doctora en ciencias sociales
Madrid, junio 2015
Foto: diariodeunainiciada
En Internet hay de todo y sucede de todo. El ciberespacio y las redes sociales son el perfecto reflejo digital de la realidad más antigua de la condición humana: se habla, se comercia, se roba, se abusa de otros, se hackea, se comparte, se coopera. Sí, se coopera y mucho.
Además de los ya clásicos ejemplos de colaboración, como Linux, Wikipedia y el movimiento Open source, hay infinidad de espacios y plataformas para solucionar problemas ajenos, para financiar proyectos, lanzar artistas jóvenes, compartir conocimiento gratuitamente, crear contenidos de manera conjunta, y un largo etcétera. (Como ejemplo véase www.openideo.com)
Tanto, que surge el interrogante: ¿por qué se multiplican los procesos colaborativos? ¿Por qué miles de personas se unen para lograr objetivos comunes, sin que se conozcan ni medie entre ellas nada más que un ordenador o dispositivo en línea?
Algunos aseguran que Internet ha cambiado para siempre la vida social, pues la posibilidad de compartir instantáneamente cualquier contenido facilita la colaboración y la generosidad de una manera que no se había visto antes en la historia.
¿Será verdad? ¿No se trata de ingenuidad tecnológica o de un sueño utópico a punto de desaparecer?
Ante la pregunta ¿por qué colabora el ser humano, y más en Internet? propongo unos «escalones» que sitúan las motivaciones más frecuentes en una jerarquía que nos puede ayudar a entendernos mejor.
1. Porque lo trae «de fábrica». Un enfoque que combina competitividad y colaboración es del entomólogo Edward O. Wilson, quien asegura en su libro The Social Conquest of Earth que los grupos colaborativos han sobrevivido más fácilmente que los egoístas. Según él, los seres humanos estamos «cableados» para formar grupos. Una vez que formamos un grupo tendemos a considerar el nuestro mejor que los demás, y a competir con ellos por la primacía o el dominio. Pero en esa lucha, los grupos más colaborativos han sobrevivido con más éxito que los grupos formados por individuos egoístas. Una tribu en la que muchos miembros están dispuestos al sacrificio por los demás, vencerá sobre las menos colaborativas. Así que la competitividad quedaría hacia fuera de la tribu, y la colaboración hacia dentro de ella. Pero al fin y al cabo las conductas colaborativas serían las más adaptativas a escala grupal.
2. Porque es social. Según esta visión, el ser humano colabora simplemente porque sabe que no sobreviviría solo. En su origen, todo recién nacido dependió para su desarrollo de un entorno que no sólo le diera alimento y cobijo, sino también estímulos, afecto y significado. Y ante las inclemencias de la naturaleza y los peligros de los depredadores, el individuo aislado no sería viable. Así pues, colaborar no sería más que una forma de sobrevivir. Y en la edad adulta se diversifican las maneras de la colaboración, mezcladas de manera inextricable con la competitividad. Pero al fin y al cabo, sobre la base de una colaboración común.
3. Porque es más fácil. Si naturalmente el ser humano sabe que los demás son condición de su propia supervivencia, la conectividad y participación en redes maximiza la posibilidad de coincidencias positivas (serendipity) al aumentar:
– el número de interlocutores simultáneos de cualquier comunicación,
– la posibilidad de enlazar necesidades con soluciones sin importar su localización,
– el posible eco global de cualquier iniciativa.
Según Clay Shirky, en esta fase de la historia no sólo se ha impulsado la colaboración sino que ha podido surgir el «superávit cognitivo», que es la capacidad de la población mundial de contribuir y colaborar voluntariamente en proyectos de escala global. En esta colaboración se satisfacen los deseos, tan comunes en las personas, de crear, compartir y pertenecer a un grupo significativo.
El superávit cognitivo implica dos cosas: 1) mucha gente con tiempo libre y talento, y 2) posibilidades tecnológicas de colaborar.
4. Porque mantiene su capacidad natural de dar. No está de moda resaltar las cualidades positivas del ser humano, lo cual se ha identificado con un «buenismo» o ingenuidad, pero, ¿podemos ignorar los extraordinarios casos de apoyo mutuo y colaboración que se han dado a lo largo de la historia y que ahora se multiplican como hongos en el ambiente digital?
5. Porque ha evolucionado. ¿Cabe pensar que la humanidad en su conjunto está avanzando en eso que se llamó alguna vez valores humanos? ¿Es posible que, a pesar de tanta barbarie como hemos vivido en el siglo XX y en este inicio del XXI, estemos más capacitados para la empatía y el esfuerzo por personas que no son de nuestra tribu?
Yo creo que sí. ¿Alguien se anima a debatir?