Por: Esther Borrego Linares
Trabajadora social
Barcelona, juny 2016
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«Todos tenemos una historia que contar», nos decía hace unos pocos días un reconocido periodista a un grupo de personas que hablábamos con él informalmente, compartiendo una tarde que resultó una experiencia muy enriquecedora para todos.
Esta afirmación: «Todos tenemos una historia que contar» me hizo pensar, primero, que no era cierta, que no todos tenemos una historia que tenga interés para nadie más salvo nosotros mismos, porque muchas personas consideramos que nuestra vida no tiene interés para nadie más que para nosotros que la vivimos y la gozamos.
Pero unos días después de pensar en ello, me he dado cuenta que sí, que todos tenemos una cosa que contar, a todos nos acaban pasando muchas cosas cada día, y muchas de ellas pueden ser de interés para alguien, sea porque llevan una lección implícita, o porque todos podemos aprender de lo que nos cuenta el otro, o porque nos entretienen.
Pero quizás el punto de interés está en intentar ponernos en el lugar de quien la explica, o sea, de quien la ha vivido y, por tanto, intentar entender cómo se ha sentido y qué le ha aportado aquella historia y, si queremos ir un poco más allá, cómo lo habría vivido yo si me hubiera pasado a mí, qué me hace sentir cuando me la cuenta…
No sé si cuando Albert nos lo decía, pensaba en eso, pero a mí me ha conmovido. ¿Cuántas veces escuchamos lo que otra persona nos cuenta sin pararnos a pensar lo que nos dice, cómo nos lo dice, qué siente cuando lo cuenta y cuándo lo ha vivido?
Y no hablemos de si pensamos en algún momento en cómo nos afecta lo que nos está contando.
Quizás hemos de poner más atención a las conversaciones que tenemos, dedicar tiempo a escuchar con todos los sentidos, a poner la atención en aquello que el otro nos está dando porque forma parte de su historia y, por tanto, es «tierra sagrada» y lo comparte con nosotros. Nos permite entrar en su interior y conocer una parte suya, nos hace un regalo y como tal lo hemos de recibir.
A partir de esta experiencia me he hecho dos propuestas: tener historias que contar porque todos nos enriquecemos con las que nos cuentan y oímos. Y la otra: poner toda la atención cuando otra persona me explica la suya, porque creo que son momentos que hay que vivirlos con plenitud y agradecer.