Por: Joan Romans i Siqués
Físico
Barcelona, junio 2016
Foto: Creative Commons
En los últimos tiempos hemos oído hablar del banco malo donde se pretende poner un poco de orden al desbarajuste económico y financiero que estamos sufriendo.
Hay un banco bueno. Es una vieja y buena noticia y es tan vieja que a menudo uno se olvida que existe y, a pesar de la feroz competencia, ha resistido el paso del tiempo. Está presente en todo el mundo y de momento no ha conocido ninguna quiebra y ni tan solo se oído que haya hecho ninguna operación fraudulenta ni sospechosa. Es un buen banco donde se puede invertir con total seguridad. Es el banco de las buenas inversiones, también llamado de las buenas acciones.
Tiene una larga historia. No se sabe quién lo fundó ni cuando, pero es seguro que viene de lejos. Es una sociedad anónima en el sentido más literal de la palabra.
No tiene sede social, ni oficinas, ni trabajadores a sueldo. Tampoco tiene director general ni agentes comerciales. No hay documentos firmados ni testimonios que avalen las inversiones. La base del negocio es la buena voluntad, la palabra dada por los inversores y el agradecimiento de los beneficiarios. Haces la inversión y te olvidas de ello. Así de sencillo.
He aquí algunas condiciones y características.
– Quién puede invertir: todo el mundo. No es preciso tener la mayoría de edad ni pedir permiso a los padres.
– Moneda de la inversión: ayudas diversas, tiempo, sonrisas, dinero, disponibilidad…
– Cantidad mínima: no hay. Desde unas palabras como «¿te puedo ayudar?» hasta dar la vida.
– Período de emisión: se puede invertir cuando uno quiere, de vez en cuando o a menudo. Incluso hay quienes lo hacen cada día.
– Tipo de interés: no se conoce exactamente pero siempre es alto (nunca registra pérdidas).
– Rescate del capital: por la misma naturaleza del banco, esto no tiene sentido, porque el capital invertido nunca se pierde.
– Pago de intereses: a corto, medio y largo plazo.
– Penalizaciones: no las hay.
– Destino de las inversiones: se garantiza que los fondos invertidos tienen buena finalidad aunque a veces se ignora cuál es.
– Fiscalidad: los intereses no gravan fiscalmente ni tampoco es necesario hacer declaración de patrimonio. De hecho, no hay ningún registro oficial del capital, ni de los inversores ni de los beneficiarios. A pesar de esto, la transparencia es total. ¡No hay corrupción! Hay una desgravación especial: quien invierte en este banco a menudo experimenta un bienestar, una alegría tan grande que mucha gente no la entiende.
– Consejo asesor: no hay, pero de hecho parece que los inversores siguen unas mismas pautas.
– Junta de accionistas: oficialmente tampoco la hay. De vez en cuando un grupo se reúne porque han recibido unos fondos inesperados para atender una urgencia y deciden cómo invertir.
– Los beneficiarios de las inversiones a menudo las reinvierten creando así una red de inversores-beneficiarios que crece de forma exponencial.
–Reclamaciones: no consta que las haya.
–Publicidad: no es necesaria. Este banco tiene tal dinamismo que crece por sí solo y se expande por todas partes.
–Defunción del inversor: no es necesario hacer ningún cambio de titularidad. Las inversiones siguen su curso.
Algunas opiniones y comentarios.
– El FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BCE (Banco Central Europeo) siempre miran con recelo este banco, aunque cabe decir que no le ponen obstáculos porque no ven en él ninguna competencia.
– Un destacado miembro del FMI declaró hace unos días: «Deberíamos estudiar a fondo los métodos y la estructura de funcionamiento de este banco. ¿Cómo es posible que genere tantos beneficios y nunca tiene pérdidas? Nosotros que tenemos una reserva de tantos millones de dólares y euros a menudo no sabemos cómo invertir y además provocamos la ira de mucha gente.»
– Un importante directivo del BCE ha dicho recientemente: «He estudiado con detalle la historia de las más grandes instituciones financieras del mundo y no he encontrado nada que se parezca a este banco. Es como si un consejero invisible y muy inteligente les orientara en cada momento.»
– El Sr. N (respetamos el anonimato) nos comentaba: «Desde que era muy joven mis padres me aconsejaban que invirtiera en el banco bueno. Yo al principio no les hacía mucho caso porque me parecía que no era muy lucrativo, pero poco a poco empecé a transferir mi capital de los bancos comerciales al banco bueno y ahora puedo decir que tengo casi todo mi patrimonio invertido en él. ¡Ah! y además me ahorro los quebraderos de cabeza de si la Bolsa sube o baja, que si el precio del petróleo, que si la economía no crece tanto como se esperaba, etc.»
– Y, finalmente, una niña de diez años nos dijo: «Hace unos días, a la hora del patio de la escuela, di la mitad de mi bocadillo a una amiguita que casi nunca lleva. Cuando llegué a casa se lo expliqué todo a mi madre y ésta me dijo: «Muy bien, hijita mía, has hecho una buena inversión.» Yo le pregunté qué era una buena inversión y ella me contestó: «pues mira, una buena inversión es …»