Por: Leticia Soberón
Psicóloga y cofundadora
del Innovation Center for Collaborative Intelligence
Barcelona, noviembre 2016
Foto: Creative Commons
La deriva que están tomando dos de los países, que se consideraban ejemplares en el ejercicio de la democracia (Gran Bretaña y Estados Unidos), da mucho que pensar sobre la salud de un sistema que, a pesar de sus límites, es por ahora el mejor que conocemos.
Los términos en que se planteó el Brexit y los términos de la campaña de Donald Trump, comparten a mí entender lo que se está llamando una estrategia populista y que ha recurrido a la «construcción social del enemigo».
Este concepto está acuñado por el psiquiatra y estudioso de la naturaleza humana, Enrique Baca, que expresa muy bien una estrategia de algunos líderes para aglutinar en torno a sí a un número mayor de seguidores: la de construir artificialmente la figura de un enemigo de todos, «el malo» o «los malos», de los cuales el líder salvaría a su inerme población de seguidores.
La construcción social del enemigo es muy sencilla porque aviva las animadversiones genéricas que existen en toda población, estimula el sentimiento de frustración y la necesidad de buscar un culpable, involucrando las emociones más primarias: miedo e ira. De éstas a la reacción de ataque, hay solo un paso. Por eso construir un enemigo es un camino sin retorno y de alto riesgo.
Los pasos son muy sencillos:
1- El líder señala a una población, un sector o clase social, una etnia o tipo de personas como «los que provocan nuestro mal». Aquí entra el mecanismo sencillo de la generalización y el prejuicio; todos los que pertenecen a esa etnia, sector o clase, participan sin más de esa falsa culpa atribuida.
2- Se pasa de «ellos provocan mi mal» a «ellos son los malos». Este pasito es casi inevitable y se da simplemente con la insistencia en atribuirles la culpa.
3- Este panorama dualista y simplón conduce a una falsa y fatal elección: «o ellos o nosotros». Entonces quien simpatice con algún miembro de «ellos» está ya considerado como traidor a la causa del «nosotros».
4- El último paso es «ellos» deben ser eliminados para que «nosotros» podamos vivir.
Habrá quien, leyendo estas líneas, se pregunte: ¿Qué pasa si no es una atribución falsa sino real? ¿Qué pasa si «el enemigo» es realmente tal?
Yo diría que nunca la pertenencia a un grupo social supone ser culpable o tener mérito de lo que el grupo hace; la rivalidad entre los Capuletos y los Montescos, que ha existido desde siempre, ha sido abusivamente falsa porqué que cada persona es ella misma y responsable de sus actos, no de los de su tribu. La idea de los inmigrantes como «malos» es tan falsa en Inglaterra como en los Estados Unidos, aunque haya, por supuesto, una serie de precauciones y filtros que deberían tomarse en la inmigración.
Deberíamos ser todos mucho más críticos cuando nuestros líderes recurren a ese viejo truco para asustarnos y volvernos contra nuestros vecinos.
https://youtube/gWRtpGX_XnA
4 comentarios
Exacto, igual que en Cataluña. Aunque no la nombres -y podías- espero que mentes despiertas minimamente lo comprendan.
Hola, Juan!
Creo que es difícil encontrar un sitio, en este momento, en el que no se esté recurriendo a este viejo y peligroso truco.
En efecto tenemos que estar despiertos.
Gracias por tu comentario.
A más abundamiento sobre tu articulo, entre otros, resulta interesante este de
Jose Maria Tortosa blasco del grupo de estudios sobre Paz y Desarrollo de la U. de Alicante LA CONSTRUCCION SOCIAL DEL ENEMIGO, de 2003, en la revista de la Universidad autonoma del E de Mexico Covergencia, de ciencias sociales. Descargable en pdf.
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10503308
¡Muy interesante enlace!
Y seguro que seguimos encontrando referencias.
Lo he descargado. Gracias.
Leticia