Por: Remedios Ortiz
Médico de familia
Barcelona, abril 2021
Foto: Pixabay
Cuando constatamos que en nuestra anatomía somos un tubo –hay un hueco interior– este hallazgo no se limita solo a nuestra fisiología, también concierne al ámbito psicológico y social de la persona.
Si nos detenemos a observar nuestra anatomía, nos damos cuenta de que nos atraviesa un tubo con dos orificios: uno de entrada para los alimentos y otro de salida a través del cual se excretan los residuos, resultado de la digestión y procesamiento de estos nutrientes que nos aportan la energía necesaria para vivir. En nuestro interior llevamos un vacío, envuelto por el sistema digestivo, con su dinámica y funciones propias. De ellas tomamos conciencia cuando surge algún desorden que nos acarrea malestar e incluso enfermedades. Cuántas consultas y recomendaciones tienen como finalidad favorecer una buena asimilación de los alimentos que necesitamos para nutrirnos.
Este vacío es parte integrante de nuestra identidad. No somos cerrados y compactos, sino abiertos y huecos.
En ocasiones, para un buen funcionamiento del sistema digestivo los especialistas en nutrición recomiendan ayunos periódicos, reposo como medida para dar tiempo a que se reajuste tras alguna comilona o un periodo de malos hábitos alimenticios. Existen terapias que recomiendan limpieza de nuestros intestinos para desincrustar, quitar restos que van quedando adheridos con el paso de los alimentos. Malos hábitos alimenticios mantenidos a lo largo de la vida provocan que las paredes de nuestro intestino se deformen, y aparezcan pólipos o divertículos, incluso lesiones más graves.
Así, los ayunos, la limpieza intestinal, el reposo, son recomendaciones para favorecer un mejor funcionamiento del sistema digestivo, frecuentemente sobrecargado por exceso de alimentos y comidas rápidas y poco equilibradas.
Si tomamos como ejemplo este rasgo de nuestra biología y lo aplicamos a otros ámbitos de la persona, encontramos cierto paralelismo. Somos seres abiertos, en relación constante con otras personas y con el entorno cultural, con capacidad para recibir y acoger otros tipos de nutrientes: noticias, informaciones, pensamientos, emociones; y para todo ello es fundamental encontrar el equilibrio; se hace necesario evitar los excesos y malos hábitos, y practicar mantenimiento ayunando de información basura, dedicando tiempo para el reposo y limpieza interior.
En la rutina cotidiana tejemos redes, adquirimos compromisos, necesitamos inmediatez, estar superinformados e hiperconectados; parece que de otra manera no estamos en la realidad. Estas circunstancias tapan y ahogan ese hueco de nuestro interior, a través del cual nos es posible asimilar la información y los hechos cotidianos. Tenerlo siempre ocupado impide que esa información fluya armónicamente y, sin saber cómo, notamos un desequilibrio que aflora poco a poco y se expresa con síntomas de estrés, insomnio, además de variadas patologías de origen psicosomático.
Buscar el aislamiento, la soledad, tomar la determinación de alejarse de la rutina y dedicar un tiempo vacío, en blanco, para hacer nada, ayuda a recuperar ese equilibrio perdido, resetearnos y reconectarnos.
En soledad se dan las condiciones para que broten ideas nuevas, para la creatividad. Tenemos ejemplos de grandes figuras a lo largo de la historia, que buscaron la soledad y el silencio desde donde hicieron surgir expresiones artísticas, modelos novedosos de mirar la realidad, propuestas y estilos de vida.
Además, lejos de considerar la soledad como un riesgo para recortar los vínculos sociales, esta posibilita el aprendizaje de unas relaciones sociales sin dependencias ni apegos, fundamentadas en la libertad y el respeto. En la distancia se valora y aquilata el valor de las relaciones. La capacidad para estar solos muestra la confianza en los demás; la experiencia de vivir con serenidad la separación es signo de fortaleza en el vínculo que nos une.
Por tanto, la soledad buscada no es en absoluto una huida, sino un ejercicio para ahondar en nuestro hueco interior que nos permite descubrir nuestros sueños y proyectos más auténticos.
Atender el cuido y mantenimiento de ese espacio interno, dedicar un tiempo de soledad cada día para conectar con esa oquedad, revertirá en nuestra salud de un modo global.
Publicado en la revista RE, edición en castellano. Octubre del 2020