Por Olga Cubides Martínez
Periodista.
Barcelona, España, marzo 2008
Foto: G. Salas
Hace algunas semanas en un taller con adolescentes les preguntaba cuál era el estereotipo del adolescente español contemporáneo. Tras responder con palabras como perezoso, egoísta, individualista, bebedor, mal estudiante, grosero, irresponsable… y más, aseguraron no sentirse nada identificados con dicho estereotipo.
Así es. El estereotipo, al igual que el prejuicio, suelen ser engañosos, desacertados, minimalistas y falsos. No todos los adolescentes son así, los hay de todo tipo. Sin embargo, muchas veces, en el ámbito social y en la relación con otras personas y colectivos, son los estereotipos y los prejuicios los que determinan los pensamientos y, lo que es peor, los comportamientos hacia éstos.
De hecho, adoptar un conjunto de prejuicios hacia un grupo puede conducir a posturas extremas como el sexismo, el racismo, etc. En su forma más extrema, los prejuicios y los estereotipos pueden conducir a la negación injusta de los beneficios y derechos de un grupo determinado o, a la inversa, a favorecerlos injustamente.
La situación puede agudizarse y las emociones negativas pueden ser mucho más intensas y conducir al odio extremo o incluso a la agresión, cuando, además, diversos grupos se amenazan mutuamente, cuando compiten por los mismos recursos –becas de comedor escolar, ayudas sociales, plazas en las guarderías y en general acceso a recursos básicos– o cuando se considera que un grupo viola los valores del otro.
Simplificaciones de la realidad
Según la teoría, los estereotipos y los prejuicios son simplificaciones de la realidad –necesarias para entenderla–; son comportamientos adaptativos instintivos. Los seres humanos tendemos a categorizar con el fin de llegar a comprender la realidad amplia, compleja y cambiante que nos rodea.
El prejuicio es una actitud no razonada carente de pruebas, que se manifiesta en formas de antipatía o simpatía hacia individuos, grupos, nacionalidades, ideas, etc. Es un juicio previo no comprobado, de carácter favorable o desfavorable, sobre un individuo o un grupo, que tiende a la acción en un sentido congruente. En palabras llanas es juzgar a las otras personas o colectivos antes de conocerlos.
Los estereotipos, por su parte, son una estructura cognitiva que contiene el conocimiento, las creencias, las expectativas y las características de las personas de un grupo humano que se generaliza a casi todos sus miembros.
Esta tendencia a establecer categorías y a agrupar a las personas dentro de estas categorías es lo que da lugar a los estereotipos, que van más allá de la mera categorización e incluyen rasgos de personalidad, emociones, aficiones, gustos, etc., que se cree que comparten los miembros de un grupo.
Desde el punto de vista científico, la información prejuiciosa no es éticamente reprobable, ya que es la manifestación de un modelo de comportamiento o de un proceso mental evolutivamente beneficioso para el individuo. Lo inadecuado es evitar la comprobación del prejuicio, situarse en una postura cerrada y fija y aislarse dando por ciertas las informaciones imaginadas.
Tanto los prejuicios positivos como los negativos son una simplificación de la realidad. La diferencia es que los positivos facilitan las relaciones con los demás mientras que los negativos, las dificultan.
¿Cómo superarlos?
Hay algunas normas básicas: escuchar a todo el mundo, respetar otros puntos de vista y no pensar que el punto de vista propio es el mejor. También tomar conciencia de que la experiencia personal y el entorno determinan unos valores y unas creencias que están detrás de nuestros juicios y comportamientos, y que muchas veces es necesario poner en cuarentena estos valores y creencias.
También conviene observar las connotaciones personales o la carga emocional en el uso del lenguaje y enfrentar positivamente la complejidad presente en las relaciones con personas de diferentes sistemas y orígenes socioculturales, con quienes no compartimos los mismos marcos de referencia.
El reto es, pues, encontrar códigos comunes, intentar acercarse e interesarse por el conocimiento de la cultura ajena o por el mundo del otro, hacer presentes en nuestra mente los prejuicios y los estereotipos con los que nos movemos por el mundo y, hasta donde sea posible, eliminarlos.