Por Caterine Galaz
Doctora (c) en Filosofía de la Educación
Barcelona, España, septiembre, 2008
Foto: R. Gefangenen
Hoy en día no es extraño escuchar una expresión que de tan común, nos parece “obvia”. En la calle, la televisión, la universidad, la sociedad civil y las noticias de cada día, se habla del “Tercer Mundo” como si fuese algo que siempre ha existido. Cualquier niño podría confundirse y pensar que, además de la Tierra, existen otros mundos paralelos: primer mundo, segundo mundo, tercer mundo y, desde hace poco, algunos ya hablan incluso de un cuarto mundo… Pero, ¿de qué manera algunos países de Asia, África y América Latina llegaron a ser definidos con esta expresión?
La primera división de la humanidad en mundos estancos apareció con el discurso racial del imperialismo del siglo XIX, cuando John Hobson explicó los orígenes de la civilización de occidente, haciendo una división en tres mundos: el europeo de raza blanca; el segundo – bárbaro- de raza amarilla; y el tercero –salvaje- de raza negra. División que contribuyó a lamentables hechos históricos.
En 1952, el demógrafo francés Alfred Sauvy fue el primero en utilizar la expresión “Tercer Mundo” para referirse a las naciones de Asia y África que comenzaban a independizarse de las potencias coloniales, pero no lo hizo con el propósito de establecer una jerarquía económica, sino para comparar la situación política de estos países con el “Tercer Estado” de la Francia pre-revolucionaria.
Fue sólo después de la 2ª Guerra Mundial cuando esta expresión se popularizó como auto-denominación de los países que asumieron una postura neutral frente al “Primer Mundo” de los países capitalistas y el “Segundo Mundo” comunista. Efectivamente, encabezados por India y Egipto, en 1955 estos países se reunieron con el propósito de desmarcarse del imperialismo político y económico de los dos bloques centrales liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Frente a este movimiento, las dos grandes potencias reforzaron sus esfuerzos para convertir a África, América Latina y Asia en sus respectivas zonas de influencia.
Parte de la estrategia del bloque capitalista, fue generar un discurso y unas instituciones internacionales orientadas a “desarrollar” la realidad económica, social y política de los países no alineados. Este “desarrollo” consistía básicamente en implantar en dichos países una serie de medidas económicas y políticas que favorecieran el avance del capitalismo. Para llevar a cabo este plan, se crearon complejas instituciones: el Banco mundial, el Fondo Monetario Internacional y las agencias de planificación y desarrollo, entre otras.
De esta manera, el concepto de “Tercer Mundo” pasó de ser una categoría de posicionamiento político de algunos países en el contexto de la guerra fría, a una marca de inferioridad económica impuesta desde el bloque capitalista a los países que aún no habían adoptado el capitalismo como política económica interna.
El desmembramiento de la Unión Soviética a finales de la década de los 80 puso fin al llamado Segundo Mundo, dejando el camino libre para la hegemonía del Primer Mundo capitalista que persiste hasta hoy. En rigor, a partir de ese momento, el término “Tercer Mundo” dejó de tener sentido, por una parte, porque a nivel político ya no existía un Segundo Mundo; y por otra, porque a nivel económico comenzaban a emerger nuevos centros industrializados como Taiwán, Corea del Sur, los países petrolíferos de Oriente Medio, entre otros.
El concepto de “Tercer Mundo” ha sido cuestionado también por algunos teóricos postestructuralistas, argumentando que si bien existían dificultades económicas y sociales en los países periféricos éstas no pueden ser atribuidas de manera exclusiva a dichos países, sino al funcionamiento general del sistema socioeconómico y político mundial. Afirman también que el término “Tercer Mundo” implica una desvalorización de los conocimientos y la riqueza (natural, económica y cultural) de los países así catalogados, además que se trata generalmente de un adjetivo que suele ser enunciado etnocéntricamente desde los países centrales.
De modo que hablar de “Tercer Mundo” no sólo es un anacronismo político, sino que además divide artificialmente un sistema que es cada vez mas globalizado, sin considerar la variabilidad existente en cada país y omitiendo la responsabilidad internacional del supuesto “subdesarrollo“ de las naciones del “Tercer Mundo”.
Sólo basta ver que en muchos campos, algunos países considerados del “tercer mundo“, poseen una tecnología más avanzada que los mismos industrializados. Por lo tanto, habría que tener más precaución con esta clasificación de los países en grupos homogéneos porque no considera los veloces cambios en curso.
No hay que olvidar que existe un solo mundo, auque con tremendas desigualdades que deben ser combatidas, pero sin llegar a una errónea generalización y jerarquización entre las naciones.