Por Mónica Moyano Prieto
Colaboradora del Ámbito María Corral
China, marzo 2009
Foto: Alex
Que la globalización es una realidad da testimonio esta crisis mundial que vivimos. Quien más, quien menos sufre o conoce a alguien que está sufriendo sus efectos. Como una ficha de dominó que, al caer, empuja las otras creando un movimiento en cadena, la crisis provoca la caída libre de una sociedad que hasta entonces también se movía, pero en una dirección quizás no demasiado ideal.
Pero los seres humanos, adaptables por naturaleza, ya hemos empezado a hacer de la crisis una nueva oportunidad. Muchos han escogido aprovechar este tiempo de paro formándose, creciendo en conocimientos que les ayuden a reincorporarse mejor a su futura vida laboral. Otros han esforzado al máximo sus neuronas y se han vuelto creativos, creando nuevas empresas y nuevos puestos de trabajo. Otros han visto en este tiempo de impasse una oportunidad para pasar más tiempo con los hijos y la familia. Claro está que no todo han sido reacciones positivas a una crisis no deseada, pero las negativas ya las conocemos, no hace falta volverlas a repetir. Este año algunas personas han hecho una opción por el optimismo, porque las cosas ya no pueden ir peor. Ahora toca mejorar.
Cuando tenemos una crisis personal, de la clase que sea, creemos que es un hecho negativo. De hecho, los manuales de psicología afirman que las crisis son naturales y normales. Producen en la persona un terremoto que, si se supera positivamente, le ayudará a hacer un gran paso de madurez personal. Las crisis ayudan a replantear el mundo que creamos a nuestro alrededor, re-creándolo y dándole la dimensión y el lugar correctos. ¿Quién no ha sentido el desengaño, la pérdida, el cambio indeseado? Las crisis que hemos sufrido nos lo han hecho pasar mal pero, pasado un tiempo –años, meses, días– sentimos que hemos aprovechado para nuestro crecimiento aquello que nos han podido enseñar.
La crisis mundial nos está enseñando que hace falta un cambio. Debemos hacer un proceso de reflexión y ver cuál es el trasfondo de todo. Se ha visto que si la sociedad se apoya en el capital, la cosa se hunde en cuanto corre un rumor de alerta. ¡Cuántas personas arruinadas han visto como, con su dinero, desaparecía también el objetivo de su vida!
Los pobres: éstos –y me refiero a los más pobres de entre los pobres– no pierden. Siempre han sido ricos en otros aspectos, como, por ejemplo, en tiempo. Sentados en un banco de piedra del pueblo que nunca en la vida han abandonado, contemplan su riqueza en tiempo y disfrutan. La crisis nos ofrece una nueva oportunidad: sentémonos y contemplemos el camino hecho y preparémonos para un futuro diferente, quien sabe de qué clase, pero seguramente mejor para nosotros, que habremos salido de la crisis con más madurez para rehacer nuestra vida como sociedad global.