Por Mónica Moyano Prieto
Colaboradora del Ámbito María Corral
China, junio 2009
Foto: Craig1black
No se me había ocurrido nunca pensar que mirar quién me llama al móvil antes de coger la llamada podría ser una indiscreción. Ayer, un amigo mío me dijo que tiene la agenda de teléfonos del móvil totalmente vacía. Cuando llaman no mira nunca quién es antes de descolgar. Si está ocupado no responde. Si responde es porque puede y quiere hablar. Mi amigo tiene una actitud muy libre con respecto al uso del teléfono. Quizás algunos de mis amigos encuentran inconveniente esta manera de gestionar el teléfono, pero yo le admiro. Es el primer caso de antidependencia de móvil que conozco.
Hoy he recibido unas cuantas llamadas. Mientras respondía la primera me preguntaba por qué, si ya sé quién me está llamando, aún respondo con un «diga» tan neutro. ¿No es una respuesta un poco hipócrita? Si sé que me llama Francisco, por ejemplo, ¿por qué no le saludo directamente con un «¡hola!» bien alegre? Quizás es miedo a equivocarme. Ya me ha pasado alguna vez que otra persona llama desde el móvil de algún conocido y le he asustado con tanta efusión equivocada.
Tanta reflexión alrededor del móvil me ha hecho pensar en que las nuevas tecnologías crecen mucho más rápidamente que una ética sobre la forma de usarlo. Por ejemplo, el móvil nos ha enseñado a mentir de una forma abierta: falsas «falta de cobertura» cuando la conversación deriva hacia temas no deseados; decir que estoy en un lugar y no en otro; decir que no he recibido una llamada de alguien, que no ha quedado marcada; asegurar que el mensaje se ha perdido cuando no sé qué responder. Muchas veces es cierto que estas mentiras se dicen como consecuencia de la indiscreción de querer utilizar el móvil como un instrumento para introducirse en la vida de nuestros amigos. Si un día nuestros móviles llegan al grado de desarrollo de los japoneses y podemos activar la cámara de vídeo para ver con quién hablamos, pasaremos por una época de impasse en la que convivirán descaradamente verdad y mentira. Espero que en aquel momento la humanidad pueda ser suficientemente comprensiva para perdonar tantas mentiras como se nos escaparán. Si no es así perderemos muchas amistades.