Quien más quien menos desea cambiar la sociedad para que evolucione y sea mejor, ya que siempre hay cosas que son mejorables y más en tiempos de crisis, cuando las situaciones injustas o las imperfecciones del sistema se hacen más patentes y visibles.
Los seres humanos tenemos dos grandes motores interiores para movernos y provocar cambios personales y sociales. Uno, el que más se ha utilizado a lo largo de la historia, es el resentimiento fruto del menosprecio y de la marginación. Otro, tanto o más potente pero
también más desconocido porque ha sido infrautilizado, es el de la alegría. Tanto es así que algunas personas desconocen que la alegría pueda llegar a ser un verdadero motor de cambio social.
La alegría es una de las emociones básicas de la persona. La alegría puede ser favorecida por un bien exterior, porque podremos llegar a alcanzar alguna cosa buena y esto nos dispone a trabajar para conseguirla. Pero también puede ser más interior, aquella que nace del hecho de existir, de formar parte de la realidad, de gozar de todas las cosas gracias al hecho de existir. Como repetía a menudo el Dr. Alfred Rubio, es un sentimiento de gratitud y de bienestar por el hecho de existir, cuando podía no haber existido nunca. Nadie está excluido de vivir la alegría de existir; a todo el mundo le ha sido regalada la existencia. Pero para que llegue a ser plena necesitamos la ayuda de los que nos rodean, de los adultos que nos han posibilitado este gran don.
Tengo la posibilidad de experimentar que soy en un mundo que me es gratificante, donde hay belleza, bondad, amor, donde además se puede constatar que vale la pena estar, vivir en él. En caso contrario es más difícil despertar esta alegría interior y podemos experimentar el mundo que nos rodea como una realidad hostil, en la que no encontramos razones para estar. Entonces establecemos unos vínculos poco sólidos en los que las relaciones devienen tensas y difíciles, porque nos es ingrato estar aquí, estar conmigo mismo y con los demás. El desamor atrofia el yo y puede apagar la alegría interior, nos lleva a vivir con desagrado con los que nos rodean, por la propia insatisfacción personal.
El resentimiento es fruto de este desamor, del menosprecio vivido a lo largo de nuestra vida. Menosprecio que se puede dar a muchos niveles: familiar, generacional, social, económico, político, religioso, étnico, sexual… El menosprecio fruto de las desigualdades, de la falta de respeto de los derechos o de otras situaciones injustas, nos va situando en
un ámbito de resentimientos personales y, al mismo tiempo, colectivos. Esto va generando desconfianzas, tensiones, reticencias y prejuicios de unos y otros. Este malestar por las situaciones vividas nos puede mover a cambiar las cosas para alcanzar un mundo más justo y más gratificante, buscando cambios asociados a respuestas violentas y a menudo vengativas. El otro y los otros han llegado a ser los causantes de nuestro malestar y buscamos que nos retornen lo que nos han arrebatado. Los resentimientos son un gran motor de cambio social, pero al mismo tiempo se convierten en el principal obstáculo para conseguirlo, porque siempre acaban generando nuevos resentimientos de unos contra otros.
La alegría también es un verdadero motor del cambio social. La alegría transmite bienestar, vitalidad y, sobre todo, una apuesta real por la vida y por todo lo que existe. Deviene un motivo para trabajar, relacionarnos, buscar soluciones para que los demás también puedan vivir lo que vivimos. Buscamos que haya más paz, más alegría y hacer desaparecer, en la medida que sea posible, tantas situaciones de injusticia y de sufrimiento. Lo que es propio de la alegría es compartirla, desear que los demás también puedan gozar de ella. Aquel que está contento desea mejorar su entorno familiar, social, económico, político. Trabaja con esfuerzo, desde la gratuidad, porque ésta es la actividad que realmente le hace sentir bien, que le realiza como persona, y al mismo tiempo se le convierte en fuente de más alegría.
Es esta alegría la que nos llevará a promover los cambios de las cosas reales y necesarias para alcanzar un mundo más justo y agradable.
Jordi Cussó Porredón
Ponentes y ponencias:
Anna Forés Miravalles, Vicedecana de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona
Miquel Osset Hernández, Fundador y director de la Editorial Proteus
Francesc Torralba Roselló, Director de la Cátedra Ethos de la Universidad Ramon Llull
Reseña, reportaje fotográfico y monográfico