Por Elena Carrasco López
Educadora Social
Barcelona, diciembre 2011
Foto: Jexux
Empecé a trabajar en los servicios sociales desde muy jovencita, hace ya 25 años….cuando estudiaba Educación Social nos enseñaban que se debe ser muy profesional….la atención a las personas, las entrevistas, el trabajo planificado, no dejar que nos afectaran las situaciones de las personas a las que atendíamos….
Al principio lo sigues todo al pie de la letra y te fijas en cómo lo hacen las personas que llevan más tiempo….después empiezas a pensar que ya están anticuadas y que tú lo harías mejor….un día tienes una fuerte conmoción, porque el trabajo con el sufrimiento de las personas no te deja indiferente, y tarde o temprano te pasa factura….a partir de aquí, o cambias de trabajo, o empiezas a mirar de otra forma el sufrimiento humano y las personas que se encuentran en aquellas situaciones de precariedad económica, física, emocional…..
La libertad, nuestra y de los demás, pasa por el derecho a escoger, por el derecho a equivocarse… y si queremos, el derecho a rectificar. Somos imperfectos, y eso hace que, a veces, sólo podamos aprender y avanzar utilizando la antigua forma: el ensayo – error.
El trabajo con las personas desde los servicios sociales de cualquier municipio puede comportar dos planteamientos muy diferentes, y también muchos intermedios.
Uno de los planteamientos viene dado por la posición del que sabe (los profesionales, el que trabaja por una causa, y a veces también los voluntarios con las mejores intenciones), este saber está marcado por la institución, por unos estudios, por el sentido común, o por estos tres.
Primero se debe averiguar cómo ha llegado esta persona a encontrarse en aquella situación, después ver la respuesta que se le debe dar en función de: si es una situación puntual, hay una causa clara, o es una situación de las que duran «toda la vida» porque, aquella persona o familia repite siempre el mismo esquema.
Cuando una persona se acerca para pedir ayuda, el que sabe tiene la referencia de cómo tendría que ser la situación teórica (ideal, hipotética, recomendable…) de: persona, familia, estilo de vida… de la comparación sale lo que se debería hacer para alcanzar la situación recomendable.
Aquí la persona tiene que hacer lo que le dicen los expertos y en teoría su vida pasará a ser mejor… aquí la persona no tiene libertad, tiene que hacer lo que le dicen.
El otro planteamiento, en el trabajo con personas adultas, pasa por una posición de respeto y de igualdad, por una escucha atenta a la persona que pide ayuda: ¿qué plantea?, ¿cuál es su situación?, ¿hacia dónde quiere ir?, ¿qué posibilidades ve?, respetando sus criterios o formas de hacer aunque no coincidan con los del profesional.
La famosa crisis, escoger opciones equivocadas, desconocimiento o falta de apoyo, hacen que algunas personas se encuentren en un callejón aparentemente sin salida y, a veces es así, hay que ser honestos y decirlo, pero otras veces lo que pasa es que no conocen las vías para dar salida a la situación. Nuestro trabajo consiste en enseñarles que hay otras formas de hacer o de resolver aquella situación. Una vez aquí la persona ya dispone de los conocimientos suficientes para decidir, ella misma, qué quiere hacer, cómo quiere continuar su «proceso» para llegar a una situación «mejor» de aquella en la que se encuentra actualmente y por la que ha venido a pedir ayuda.
Desde esta posición se pueden ofrecer alternativas, diferentes formas de resolver el problema y que la persona pueda escoger… la persona tiene la libertad de escoger, con el riesgo de equivocarse, y puede decidir si asume esta responsabilidad o no.
También tenemos que respetar la opción de continuar en un estilo de vida que socialmente se considera marginal, porque algunas personas lo han adoptado, por una razón u otra, como propio, y no están dispuestos a cambiarlo; si es así sólo podemos procurar «el mal menor», o sea que aquella persona no sufra un deterioramiento que le perjudique.
Para el profesional implica actuar sin prejuicios, estar abierto a otras formas de vivir y respetar profundamente la especie humana, con todas sus virtudes y defectos, estar dispuesto a correr riesgos y a rectificar en caso de error. Es una posición a veces incómoda pero muy real.
También es cierto que trabajar desde esta posición, a veces te regala mucha creatividad y la posibilidad de descubrir personas que son capaces de avanzar porque alguien ha confiado en ellas y ha pensado que podían hacerlo, y eso sólo se puede conseguir desde la libertad.