Por Laura Muñoz
Psicóloga
Barcelona, julio 2011.
Foto: Rolfo Z.
José Luis Sampedro, Mario Varga Llosa, Ana María Matute… Todos ellos escritores de éxito que continúan activos mucho más allá de nuestra edad de jubilación y realizando importantes aportaciones a nuestra sociedad en forma de ensayos, conferencias… Partiendo de la sabiduría obtenida de la experiencia, analizan con mirada crítica y razonada los acontecimientos del mundo actual, alejándose de la imagen generalizada de las personas de mayor edad como personas dependientes y que aportan poco a la sociedad. Si de acuerdo con la percepción general la edad hace disminuir irremediablemente nuestra memoria y nuestras capacidades cognitivas en general, como lo son el lenguaje, la orientación o el cálculo numérico, ¿cómo es posible que personas como ellos, habiendo superado los 70 años, presenten una capacidad de razonamiento que muchos por debajo de la treintena envidiaríamos? ¿Hasta qué punto la edad es el causante del deterioro físico y mental? ¿Cuál es la receta para mantener nuestras capacidades en un relativo buen estado a lo largo de los años?
Como señala la psicóloga Rocío Fernández-Balllesteros, hoy en día sabemos que la edad provoca parte del deterioro en el funcionamiento intelectual y que otros factores socioambientales, cambiantes a lo largo de la historia, como por ejemplo la educación, parecen explicar las diferencias entre distintos individuos de semejante edad. En sus propias palabras: «No se trata de enmascarar que, con la edad, algunas habilidades cognitivas y motoras se ven perturbadas y aun se pierden en algunas personas. Se trata de establecer cuáles son producto –realmente– de la edad y cuáles lo son de la generación o de las condiciones educativas y sociales del individuo». En efecto, gran parte de esas diferencias en el funcionamiento físico e intelectual entre personas de la misma edad se debe a factores ajenos a nuestra biología y, por tanto, susceptibles de modificación y mejora por nuestra parte, tanto por parte de las propias personas mayores como de todo su entorno social.
Una de las funciones que suelen verse deterioradas con el paso de los años es la memoria. Tal como explica el geriatra Carlos Martínez Manzanares, a la hora de hablar de cambios producidos en la memoria a medida que nos hacemos mayores, debemos comenzar por diferenciar entre las alteraciones de memoria asociadas a la edad (AMAE), cuando disminuye la capacidad de memoria sin diferir del resto de la población en la misma edad; el déficit cognitivo leve, cuando esta disminución supera a la del resto de población de edad similar sin que ello genere interferencias en exceso con la vida personal, familiar y social; y finalmente el deterioro cognitivo y las demencias, en los que sí existe un déficit de importancia de la capacidad de memoria y otras funciones superiores. Es importante señalar que en el caso de las alteraciones de memoria asociadas a la edad, no se trata de ninguna enfermedad. Estas alteraciones se dan en una persona sana, sin enfermedades orgánicas ni psicológicas, y está comprobado que si estas personas realizan Programas de Entrenamiento de Memoria, donde se les enseña a practicar estrategias y técnicas, mejoran mucho los problemas de olvidos cotidianos que presentan (Fuente: Imserso).
A todos nos ha costado alguna vez recordar dónde dejamos las llaves o el nombre de un conocido que no vemos a menudo. Es normal. También es normal que estos despistes se acentúen al alcanzar cierta edad y estos no han de ser un motivo de gran preocupación, pero sí una llamada de atención de nuestro cerebro para que dediquemos un poco de nuestro tiempo a su «ejercicio». Del mismo modo que ejercitamos nuestro cuerpo para mantenermos fuertes y ágiles a pesar del paso de los años, hemos de ejercitar la memoria para conseguir que la información de nuestro entorno nos siga resultando accesible.
El entorno social puede ser de gran ayuda a la hora de llevar a cabo estas estrategias. A modo de entrenadores personales, familiares y amigos pueden servir para practicar estas rutinas a la vez que ellos se enriquecen con las experiencias de los mayores: recordar recetas, adivinanzas, proverbios, debatir las noticias de actualidad y relacionarlas con acontecimientos pasados, etc. Una actividad que propone la terapeuta ocupacional Jimena Garriga es el leer cuentos en voz alta a los nietos. Esto puede ser una buena manera de ejercitar la memoria si al terminar se hace un esfuerzo en apuntar qué cosas recordamos de la historia que acabamos de leer, y es una tarea que se puede realizar en compañía de los pequeños, de modo que se favorecen los lazos familiares a la vez que se activa la mente.
El interés por el cuidado de la memoria entre las personas mayores y de las capacidades físicas y cognitivas en general ha de partir tanto de las instituciones como de los propios individuos y su entorno. Es necesaria una mayor sensibilización en torno a la importancia de estas funciones y de los progresivos esfuerzos en su mantenimiento a medida que aumenta la edad.
Nuestros mayores poseen conocimientos y experiencias de gran utilidad para nuevas generaciones. La realidad es que muchas de nuestras inquietudes –la pareja, el trabajo, los hijos, los amigos– no difieren demasiado de las suyas, y al despreocuparnos por el cuidado de su memoria, perdemos también nosotros la oportunidad de que sus vivencias nos sirvan de aprendizaje y menospreciamos la influencia de la historia que ellos han presenciado en los hechos que vivimos en nuestro presente.