Por M. Javiera Aguirre
Periodista y doctoranda en filosofía
Aalborg, Dinamarca, marzo 2011
Foto: Sparks68
A finales de enero miembros del Parlamento británico pidieron a la BBC que se disculpara con el pueblo mexicano por los comentarios «ignorantes, despectivos y racistas» que hicieron sobre México los presentadores del programa Top Gear. Dicho programa trata diversos temas del mundo automovilístico en tono humorístico y lleva emitiéndose desde 1977 con máxima audiencia.
En la transmisión del 30 de enero se presentó un modelo de coche fabricado por ingenieros mexicanos, lo que dio origen a una curiosa interpretación de los presentadores. Su conclusión fue que, dado que el diseño era mexicano, el coche debería tener «características nacionales» tales como «flojo», «holgazán», «flatulento», «durmiente», entre otras. Se refirieron a la comida mexicana como «vómito frito con queso encima» y finalmente comentaron que miembros de la Embajada mexicana no se quejarían por estas opiniones porque estarían «durmiendo con el control de la tele en la mano» y que, por tanto, «no habría ningún problema por esto».
Más allá de la ignorancia reflejada por los responsables del programa respecto de la cultura mexicana (cabe recordar que dada la diversidad en platos y sabores, la cocina mexicana es considerada patrimonio de la humanidad), el evento nos sirve de llamada de atención para detenernos a pensar con qué facilidad caemos, sin excepción, en la generalización, el uso de estereotipos o la falta de respeto hacia una cultura o grupo de personas. Y cómo no, del papel de los medios de comunicación en la perpetuación o no de este tipo de prácticas.
Hace unos años se produjo una polémica similar en cuanto al desconocimiento de otra cultura se refiere –aunque con diferentes consecuencias y de proporciones distintas– cuando un periódico danés publicó una viñeta de humor con una caricatura de Mahoma. Ese caso generó una fuerte polémica internacional, por un parte porque personas del mundo musulmán se sintieron ofendidas y exigieron una disculpa por parte del autor del dibujo así como del periódico, y, por otra, porque hubo algunos que reaccionaron con manifestaciones violentas en contra de algunas embajadas danesas al ver que dichas disculpas no se producían.
Contrariamente a lo que los presentadores de la BBC pensaron, en la Embajada de México no estaban durmiendo y sí se enteraron de las burlas que se estaban emitiendo y exigieron una disculpa oficial, puesto que sintieron que se les estaba ofendiendo.
Con frecuencia nos encontramos con reflexiones respecto de los límites de la libertad de expresión. Temas vinculados a la intimidad, a la vida privada, a la seguridad nacional, el respeto por los menores de edad o por el dolor, el terrorismo o las situaciones extremas como las catástrofes naturales han merecido esta reflexión. Todas ellas, con justa razón, son situaciones que en alguna ocasión nos han podido hacer pensar en si la libertad de expresión tiene o debe tener algún límite y cómo deben comportarse los medios de comunicación ante ellos.
El caso de la BBC, entre otros, pone en evidencia que el multiculturalismo, la convivencia entre diferentes culturas, plantea un nuevo desafío a la labor de los medios y a la reflexión sobre los límites de la libertad de expresión. Supone, a su vez, ampliar los horizontes para buscar entender a las personas que provienen de una cultura distinta. Asimismo implica comprender que no podemos reducir la riqueza y variedad de los grupos humanos a un estereotipo o a una caricaturización. Esto significará querer ampliar los propios horizontes –estar dispuesto a hacer el esfuerzo que eso significa–, sensibilizarnos ante la realidad de otros y aceptar que, si cabe, la libertad de expresión en ocasiones exige pedir disculpas.