Por Marta Miquel Grau
Colaboradora del Ámbito María Corral
Salamanca, diciembre 2011
Foto: Rubbad
http://vimeo.com/31957866
Volvemos a estar a las puertas de la Navidad, escribiendo la carta a los Reyes Magos o pensando en Papá Noel y, a pesar de la crisis que estamos viviendo, las ganas de obsequiarnos unos a otros no decaen. Las tiendas llenan y decoran sus escaparates para absorber toda nuestra atención y nos provocan aquella sensación que no nos permite acabar de saber si es el alud del consumismo que cae encima nuestro o las ganas de decirle al otro que pensamos en él, lo que nos hace entrar en la tienda y comprarle algo.
A menudo nos cuesta hacernos saber que nos tenemos aprecio, que tenemos presentes a los amigos aunque quizás con algunos no hablamos demasiado a menudo, que nos queremos, que estamos agradecidos por todo lo que los demás hacen por nosotros, y hacer un regalo siempre es una buena manera de demostrarlo; pero quizás podríamos aprovechar que nuestro poder adquisitivo ha bajado considerablemente para plantearnos que este año nuestro regalo sea diferente.
Hay una frase que he escuchado muchas veces y que podría ser la antítesis del regalo de estas fiestas: «en comunidad no demuestres tu habilidad». Todas las personas tenemos unas habilidades, unas aptitudes, unos talentos o unas destrezas que tienen que ver con nuestra forma de ser y que seguramente las hemos ido cultivando con los años. Quizás a veces de forma inconsciente y seguro que otras por pereza, miedo o egoísmo, éstas nos las acabamos guardando para nosotros mismos y no dejamos que otros se beneficien de ellas, como si poniéndolas a su servicio nos tuviéramos que quedar nosotros sin. Qué sinsentido, ¿verdad?
Pues yo este año os propongo que sea éste el regalo que hagamos a la gente que tenemos cerca nuestro, y que nuestras habilidades se den la mano con las necesidades de los demás. Por ejemplo, tengo una amiga que no tiene hijos pero a la que le gustan mucho los niños, y cuando puede se acerca a casa de sus amigos a cuidar a los pequeños de la familia mientras los padres se escapan con tranquilidad a disfrutar de un rato para ellos. También tengo otro amigo que se entiende muy bien con los cables y la electricidad, y casi no tiene un rato libre que ya está dispuesto a ayudar a quien haga falta y en lo que se necesite. Y así podría seguir nombrando a unas cuantas personas que intentan hacer de su vida un regalo para los demás.
Si obsequiando al otro lo que queremos es hacerle una carantoña, quizás lo primero que nos hace falta es pararnos a observar y pensar quién es él, qué está viviendo, y qué puede necesitar, y después qué es lo que nosotros podemos ofrecerle desde nuestra forma de ser y nuestras cualidades y habilidades. Hay quien tiene don de gentes y sabe estar cerca de los demás, ponerse en su piel, aconsejar, y hacer más ligeras las dificultades de la vida; hay quien es muy organizado y puede ser un buen punto de apoyo para las personas más dispersas; hay quien tiene mucha creatividad y puede ayudar en el momento de inventar nuevos proyectos; hay quien desde el silencio y la discreción sabe estar atento y descubrir quién necesita una sonrisa o una mirada de complicidad; hay quien sabe desprender a través de la cocina la alegría de compartir una mesa, hay quien….
Como sabéis, cada vez más, en muchos establecimientos podemos adquirir unos cheques con un valor «x» para regalarlos a otros y que ellos escojan su propio regalo dentro de la oferta de aquella tienda. Ésta es una oferta que está al alcance del cliente durante todo el año pero que tiene una especial salida durante las fiestas de Navidad. Del mismo modo, nosotros podríamos pensar en ofrecer en estas fiestas unos cheques con nuestras habilidades a los amigos más cercanos. Este será original, irrepetible –porque cada uno de nosotros tiene cosas diferentes por regalar a los demás– y si nos funciona podemos mantener esta oferta durante el resto del año. Por el momento, sólo hace falta que lo pongamos a prueba, que tengamos siempre presente el objetivo inicial de nuestro regalo y que contemplemos la cara del otro cuando lo reciba. ¿Os animáis? ¡Felices fiestas!