Por David Martínez García
Economista
Barcelona, febrero 2013
Foto: http://cort.as/7UNx
Durante las últimas tres décadas del siglo XX se registró un aumento espectacular en los países desarrollados de las personas que superaban los 60 años. Y durante estas dos primeras décadas del siglo XXI se conseguirá otro hito demográfico: un fuerte incremento de las personas que tienen alrededor de 80 años. Por primera vez en la historia, cuatro generaciones coexisten. Podríamos decir que nunca ha existido tanta «cantidad de vida», compartiendo el mismo espacio y tiempo. ¡Esta es una meta a celebrar!
Sin embargo, este nuevo récord plantea un interesante debate y, a la vez, muchos miedos en torno a esta situación. Incluso, podríamos llegar a preguntarnos si este envejecimiento es rentable o satisfactorio, desde un punto de vista económico.
En este sentido, deduzco que el aumento de la longevidad de las personas está directamente relacionado con el gasto público que se ha hecho en sanidad. Es decir, cuánto más recursos económicos dedicamos a la prevención y tratamiento de las enfermedades, aumentan nuestras posibilidades de vivir más años.
Por otra parte, las pensiones que reciben aquellas personas que ya han terminado su dedicación profesional, llamadas jubiladas, crecen de forma espectacular al alargarse su esperanza de vida.
Estos dos tipos de gastos, más el gasto público de cobertura de las necesidades de las personas mayores (residencias, apoyo en el hogar, a las familias, etc.), han sido los hitos más importantes alcanzados en el estado de bienestar.
Desde el punto de vista económico, todas las transferencias del Estado dirigidas a cubrir estas necesidades se consideran mayoritariamente en su dimensión de gasto. Sin embargo, no hay que ahondar mucho para darnos cuenta de que estas partidas son extraordinariamente dinamizadoras de la economía.
Esto realmente es así porque gran parte de este gasto va dirigido al consumo. En primer lugar, las pensiones y ayudas para el apoyo a las personas mayores difícilmente pasan a formar parte del ahorro. Son recursos que en gran parte se destinan a adquirir bienes y servicios de primera necesidad. A la vez, permiten reducir la carga económica de las familias que tienen personas mayores a su cargo, facilitando destinar estos recursos a nuevas inversiones, planes de pensiones u otros gastos.
Por otro lado, el hecho que aumente la esperanza de vida hace que las personas que llamamos jubiladas, disfruten de una buena salud –en su mayoría– hasta bien entrados los 70 años, lo que se traduce en una mejora de su autonomía, y a su vez, en sus pautas de consumo y de vida en general, motivadas por su necesidad de ser útiles, de relacionarse, de adquirir y transmitir conocimientos y de disfrutar del tiempo libre, entre otras.
Al llegar a los 75 años las personas mayores desarrollan nuevas necesidades debido a la pérdida de facultades propia de la vejez, con lo cual precisan de cuidadores especializados, infraestructuras gerontológicas, equipamientos domésticos, personas de apoyo doméstico, etc.
Todas estas dinámicas, como he dicho antes, son grandes motores de desarrollo para la economía, ya que fomentan la creación de nuevos negocios, mueven importantes inversiones, facilitan un espacio importante para el emprendimiento y generan un gran número de puestos de trabajo que contribuyen de manera muy sustancial a la creación de riqueza.
Por último, cabe resaltar algo que no está contabilizado como riqueza nacional y que hace referencia a la importante labor que realiza este colectivo de personas mayores en cuanto al cuidado de sus nietos y del apoyo a los hogares de sus hijos. Una tarea que no está remunerada y que tampoco forma parte de ningún indicador económico, pero que es un gran generador de economía.
Volviendo al título del artículo, puedo concluir que envejecer es muy rentable. El envejecimiento es un motor de nuestra economía y no tanto por el resultado productivo que aporta, sino también por el sustrato que no se ve, pero que sostiene gran parte de las actuaciones de la sociedad. Nuestra sociedad se está enriqueciendo debido a la vejez y aún se puede enriquecer mucho más si sabe disfrutar de sus vivencias, recompensar su discreta labor y aprende a decantar lo mejor de su experiencia.
No olvidemos, sin embargo, que la auténtica inversión que debe hacerse en el ámbito de la vejez, no es batir récords de longevidad, sino ofrecer la máxima dignidad posible al final de nuestras vidas.
Publicado en la Revista RE