Per Assumpta Sendra Mestre
Periodista
Barcelona, septiembre 2014
Foto: http://cort.as/HC5l
Desde 1981, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el día 21 de septiembre como Día internacional de la Paz, una jornada dedicada a conmemorar, a valorar y a tomar conciencia de esa paz tan deseada y a la vez, tan poco asequible. La ONU «invita a todas las naciones y pueblos a cumplir con la detención de las hostilidades durante todo ese día y también a celebrarlo mediante la educación y la sensibilización del público en todos los temas relacionados con la paz».
Es un buen propósito, pero los conflictos y las guerras no se paran y generan aún más violencia, con el dramático resultado de provocar un gran número de víctimas inocentes. Todos merecemos la paz, sí, pero según en qué lugar del mundo se encuentra uno, le toca vivir una realidad dura e injusta, que sólo le permite crecer en medio de la violencia.
Sabemos que existen muchos intereses y a menudo los ciudadanos nos preguntamos de qué manera podemos convertirnos en portadores de paz para así generar cambios favorables al bien de la persona y al de los colectivos. Pero, ¿qué podemos hacer ante los conflictos a gran escala? Justamente, hace ahora un par de años, entrevistaba al mediador John Paul Lederach y le preguntaba: ¿Cómo transformar los conflictos y como enlazar el trabajo de gestión que realizan los políticos con la ciudadanía?
Él decía que «si bien, todo cambia cuando los políticos lo deciden, también depende en gran parte de los contextos de conflictividad. La participación sólo se busca una vez tomada una decisión; no se busca como forma de liberar o de informar». En otras palabras: «si uno empieza con la teoría desde los de arriba, la sugerencia sería que se entendiera la importancia de espacios de consulta más amplios de público, que informe y que no solamente reciba. También existe la teoría desde los de abajo hacia arriba que retoma dos principios básicos: el primero, que hay que aumentar el sentido de la responsabilidad; somos responsables y por lo tanto, no podemos esperar que siempre nos lo den ya todo hecho. Y el segundo, que la paz sostenida requiere de más participación. Estos son los principios claves para empezar la teoría del cambio y poder afrontar así, la conflictividad».
Él además, resaltaba algunas actitudes necesarias para crear cambios. Una actitud muy necesaria es el proceso de escucha de un conflicto, porque cuando escuchas de cerca, a veces uno dice: «No tengo voz, nadie me escucha». Y la sensación de no tener voz tiene dos aspectos importantes: uno el de tener poder –es la queja de expresar: «me siento excluido»–; el otro es casi literal: cuando yo formulo una palabra hay quién me escucha y me recibe; esto es la conversación. Lo que tenemos a menudo hoy en día son conversaciones nada significativas, porque sólo nos encontramos todos aquellos que ya estamos de acuerdo. Él decía que esto no es significativo, porque se trata de una visión parcial.
También existe la teoría del dar ejemplo. «Lo más fácil es empezar a aplicarlo a pequeña escala para después aplicarlo a gran escala. Si la teoría del ejemplo funciona, tiene repercusión y a veces va deprisa. Este fenómeno también se produce en cualquier problemática o conflicto. Una situación concreta la encontraríamos en las escuelas que tienen problemas de violencia; la escuela que demuestra innovarse ante este fenómeno logra repercusión. La teoría del cambio no es preocuparte de tener una política, sino que cuando identificas que algo funciona es porque estás respondiendo a tu realidad. Lo que pasa es que tu realidad también está compartida con los demás y entonces, todo va muy rápido. Aquello local es lo más universal».
No esperemos al día internacional de la paz para trabajar en ello; seamos conscientes e impliquémonos cada día a pequeña escala en la realidad cotidiana con la teoría del ejemplo, tal como propone Lederach y tal como expresaba también Gandhi: «Sé tú mismo el cambio que quieres ver en el mundo».