Por Ramón Santacana
Profesor de ciencias económicas y empresariales
Taiwán, febrero 2015
Foto: Creative Commons
Actualmente, va creciendo la conciencia de que la escasez de trabajo no es algo transitorio, sino una tendencia a largo plazo. Por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo en su último informe «Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2015», publicado el 20 de enero de este año, pronostica que el paro en España no bajará del 21% hasta el 2020.
El número de parados a nivel mundial es de 201 millones, superando en 31 millones la cifra registrada antes del estallido de la crisis global. Se calcula que, contando con las personas que se incorporarán al mercado laboral durante los próximos cinco años, se necesitarán crear 280 millones de nuevos empleos hasta 2019 para suplir la brecha de empleo generada con la crisis. La OIT advierte que recuperar los niveles de paro y subempleo anteriores a la crisis será una «ardua tarea». De momento, para los próximos tres años se prevé que el paro global aumente en 11 millones.
En numerosos países, círculos académicos y de investigación e incluso algunos órganos administrativos, ante la dicotomía creada entre el colectivo empleado y el que está en desempleo, están estudiando cómo se podría articular un reparto más equitativo de la cantidad de trabajo existente.
Algunos, como John Aston, presidente del Faculty of Public Health del Reino Unido, abogan por una semana de cuatro días, pues según él, ello permitiría reducir el estrés laboral y repartir el trabajo. En ese sentido es interesante destacar la decisión que el estado de Utah (EEUU) tomó en 2008 de establecer la semana laboral de cuatro días para todos los empleados del sector público. Después de estos años, se ha observado que ello no solo ha reducido el absentismo sino que ha aumentado la productividad. Otros programas de flexibilización de horarios llevados a cabo en empresas de EEUU, (ROWE, results only work environment), que sólo consideran el trabajo realizado y no las horas empleadas, muestran casi la mitad de rotación de personal y unos aumentos de productividad del orden del 35%.⁴
Otros, como la New Economic Foundation, relevante think tank del Reino Unido, van todavía más allá y abogan desde hace años por una semana laboral de 21 horas. En su opinión hay que ofrecer recetas alternativas a la única basada en el crecimiento económico, pues cuando este se estanca, el sistema se colapsa.
En ese sentido sorprende la propuesta precisamente de un empresario, Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo. Él aboga por una semana laboral de tres días con una jornada de diez u once horas por día. La propuesta hecha en julio de 2014 dio la vuelta al mundo y generó un gran debate,⁵ pero Slim está dispuesto a que dicha idea no quede sólo en palabras. El magnate ofrece a sus empleados de Telmex, la gran empresa de telefonía, dos posibilidades: trabajar toda la jornada y jubilarse a la edad prevista, o tener una semana de cuatro días y retrasar la edad del retiro.⁶
Según Slim, los tres días de trabajo aumentarían la calidad de vida de sus empleados y para los cuatro días restantes «sería muy importante generar nuevas actividades de entretenimiento y otras formas de estar ocupados», es decir, se abriría un campo nuevo de posibilidades de desarrollo humano, social y, ¿por qué no decirlo?, económico también.
Slim insiste en ligar la semana reducida al alargamiento de la vida laboral. Algunos investigadores, como los de New Economic Foundation, aseguran que el aumento de días libres redundaría en una mejora de la salud y que posibilitaría el trabajo hasta edades más avanzadas. No sólo sería posible el trabajo después de los setenta, sino que las personas, al no haber vivido el trabajo como algo esclavizante sino como algo esencial para el equilibrio de sus vidas, desearían continuar trabajando hasta que la salud se lo permitiera.
La lógica económica que se entrevé es que el aumento de gastos en la cobertura de salud (cobertura plena, para menos horas de trabajo) quedaría compensado, posiblemente con creces, con la reducción de años de jubilación. Si, como ocurre con algunos empleados de Slim, una persona se puede retirar a los cincuenta o cincuenta y cinco años, los años que tiene que cubrir de jubilación en su corta vida laboral son muchos. Mientras que si esa persona lleva un trabajo más liviano pero sigue activa veinte años más, la cobertura necesaria será mucho más baja.
El tema no deja de ser controvertido, y los principales puntos de debate se basan en la cobertura social, la remuneración y, en general, la calidad del empleo. Algunos temen que estos movimientos acaben siendo aprovechados para precarizar todavía más el empleo, particularmente, el empleo de los jóvenes. Otros ven en ello la posibilidad de avanzar hacia un sistema más equitativo y respetuoso con el medio ambiente. Sean como sean los detalles económicos, algunos advierten que la sociedad no está preparada para el gran cambio cultural necesario y abogan por un enfoque gradualista.
1. Según se mostraba el 25 de enero de 2015 en http://www.ilo.org/global/research/global-reports/weso/2015/WCMS_337072/lang–es/index.htm
2. Según se mostraba el 25 de enero de 2015 en http://www.eldiario.es/economia/Espana-bajara-presente-decada-OIT_0_347865285.html
3.Según se mostraba el 25 de enero de 2015 en http://www.theguardian.com/business/2010/feb/13/work-life-balance-week-thinktank.
4. Según se mostraba el 25 de enero de 2015 en http://www.neweconomics.org/blog/entry/a-21-hour-working-week-is-long-overdue.
5. Según se mostraba el 25 de enero de 2015 en http://cnnespanol.cnn.com/2014/07/21/multimillonario-carlos-slim-sugiere-una-jornada-laboral-de-tres-dias/
6. Según se mostraba el 25 de enero de 2015 en http://www.lavanguardia.com/vida/20140812/54412970296/adios-semana-cinco-dias-ocho-horas.html