Por Esther Borrego Linares
Trabajadora social
Barcelona, abril 2015
Foto: soulmixer
Normalmente encuentro muchos más inconvenientes que beneficios en el hecho de viajar en transporte público pero como lo hago cada día y varias veces he de reconocer que una de las ventajas de hacerlo en una ciudad como Barcelona es que uno puede ver escenas que lo pueden transportar en un momento a otro lugar o bien cambiarle el humor que tenía ese día.
Esta tarde ha sido una de esas ocasiones en que he presenciado una escena que me ha hecho sonreír y seguramente, desechar el sentimiento de negatividad que hoy se había instalado en mí desde primera hora de la mañana o mejor dicho desde la tarde anterior.
Era la hora de salida de los colegios y en la zona a la que me dirigía hay unos cuantos, caminaba detrás de dos niños pequeños, no creo que tuvieran más de siete años, andaban por el andén uno al lado del otro, como dos señores, de repente hemos oído una voz detrás nuestro: «David, apártate de la vía», él lo ha hecho, pero lo que me ha gustado observar ha sido que el niño que caminaba a su lado, de manera instintiva lo ha agarrado de la mano para protegerlo de una forma muy entrañable.
La escena me ha hecho sonreír y pensar en la suerte que había tenido de presenciarla justo en ese momento y en ese día.
Esta mañana poco después de la diez, hemos sabido que en un instituto de Barcelona un niño ha atacado a unos profesores, uno de los cuales ha muerto como consecuencia del ataque, otros han resultado heridos, además de la consternación que la situación ha provocado no sólo en el entorno cercano sino en toda la sociedad y el dolor en la escuela, el barrio, en los compañeros, familia…
Al oír la noticia uno no puede más que callar, porque no puede encontrar respuestas si es que las hay, callar y sentir una profunda tristeza, a la que no puede poner nombre. En principio, uno tiende a pensar que no puede ser, que falta algún dato, pero el día va avanzando y se comprueba que los hechos han sido reales, que ha habido una muerte, varias personas heridas y mucho dolor.
Si además uno se fue a dormir la noche anterior con otra noticia de las que últimamente vamos oyendo con demasiada frecuencia sobre los naufragios en el Mediterráneo, el domingo 19 de abril supimos que un nuevo barco había naufragado en su viaje desde la costa de Libia hacia Italia, en él viajaban más de setecientas personas que buscando una vida mejor se encontraron con un viaje sin vuelta ni destino.
Ante todo esto uno queda consternado, afectado por tanto dolor a su alrededor, un dolor que no tiene ningún sentido ni razón, por eso cuando tiene la suerte de presenciar una escena en la que los protagonistas se cuidan con ternura de una forma tan espontanea y natural, puede recuperar la confianza en que un mundo mejor es posible y es necesario agradecerlo y compartirlo.