De dificultades ha habido, hay y habrá siempre. Esto comporta comprender cual es la dificultad que hay y saber como responder con la actitud adecuada para poder asumirla, aceptarla y vivirla.
Esta actitud podría ser la alegría, como motor vital que ayude a superar diferentes experiencias difíciles, tales como la crisis económica, la crisis existencial, la enfermedad, la falta de trabajo, los fracasos, acontecimientos inesperados, incertidumbres, el sufrimiento, las injusticias, la violencia, el envejecimiento, la pérdida de las personas queridas… Son situaciones que piden una respuesta para poder sobrevivir. Sabemos que la alegría es una de las emociones básicas de la persona, que ayuda a armonizar todo su ser y que permite, así, ir superando las complicaciones que se van generando a lo largo de la vida. El psicólogo y pedagogo Bernabé Tierno considera que la actitud de la persona es determinante ante cualquier hecho y que para eso, hay que entrenarse. La alegría es una actitud que se puede entrenar y educar dado que está muy relacionada con aquello que se ha vivido y compartido con la familia y que de alguna manera se ha aprendido. Insiste que «el ser humano se tiene que dar cuenta de que la alegría es como una vitamina que hay que inyectarse, porque de este modo puedes celebrar la vida a cada instante, ya que, precisamente, la vida es lo máximo que tenemos».
A pesar de las dificultades, trabas, problemas, obstáculos, inconvenientes, miserias… hay muchas razones para la alegría. Alfredo Rubio hablaba de la alegría óntica como respuesta coherente de quien, dándose cuenta de la fragilidad de su ser y sabiendo que podía no haber existido, se alegra de todo lo que le ha sucedido –de las circunstancias concretas– porque ha sido su única posibilidad de existir, de ser tal cómo es. Por lo tanto, quien expresa su alegría de existir quiere decir que está contento de su ser, sea éste como sea, incluyendo los límites, que hay que reconocer y aceptar para poder mejorarlos. Este es el punto básico de partida, para poder sentir la alegría auténtica y profunda que permite vivir cualquier dificultad de una manera madura, reconociendo y amando nuestra condición de persona.
Ser alegre no quiere decir ser frívolo, ni pasar de largo de lo que toca vivir. No quiere decir reír constantemente de todo de una manera superficial. No es un divertimento para un rato. Precisamente ser alegre comporta un trabajo serio y profundo y es como una opción vital y serena ante cualquier tipo de dificultad. Es un sentimiento intrínseco que favorece el bien-ser y el bien-estar, y que en consecuencia, te hace sentir bien.
Vivir y sentir la alegría es una verdadera fuente de optimismo, de felicidad, de humor, de tener un buen estado de ánimo, pues nos da paz, vitalidad, entusiasmo… Vivir la auténtica alegría transmite una manera de ser que invita a convivir armónicamente con los otros, favorece el entorno y además, posibilita alegrarse de la existencia y del ser de los demás.
En esta Cena nos preguntamos:
¿Se puede educar para la alegría?
¿Cómo estar contentos en medio de dificultades?
¿Cómo mantener la alegría ante la enfermedad y la finitud de la vida?
¿Podemos contagiar esta actitud vital?
La alegría, ¿puede promover cambios en el entorno y en la sociedad?
Ámbito Maria Corral
Ponentes
Marian Baqués Trenchs, Doctora en pedagogía
David Martínez García, Economista. Socio Director de Addvante
Angie Rosales, Fundadora y directora de Pallapupas
Miquel Vilardell Tarrés, Catedrático de patología médica. Jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital Valle Hebron
Reseña, reportage fotográfico y monográfico