Por: Elisabet Juanola Sória
Periodista
Xile, juliol 2016
Foto: Creative Commons
Las palabras certeza e incerteza, como tantas otras, tienen más de una acepción y diversos usos. Etimológicamente, certeza, procedente del latín, suma el adjetivo certus, que puede traducirse como «verdadero o seguro» y el sufijo –esa, que le da el significado de «calidad de cierto».
La certeza es uno de aquellos bienes de los cuales descubrimos la verdadera importancia cuando nos faltan. Una de las cosas más incómodas de la vida es la incerteza. En general, siempre es preferible saber a qué atenerse, es aquello de «más vale loco conocido…». La incerteza incomoda. Aun así, es distinta una incerteza relacionada con un margen de error o con pequeños cambios de funcionamiento, a la incerteza que ocasiona una situación que no tiene control o que carece de un criterio conocido de fondo. Psicológicamente y convivencialmente, la certeza da equilibrio, estabilidad, seguridad y la incerteza, muy al contrario, es un factor que puede ser incompatible con relaciones humanas y produce mal personal.
Pero la certeza también tiene una acepción científica que es equivalente a evidencia, aquello que salta a la vista y de lo que no se puede dudar.
En la filosofía, la certeza no es un concepto cualquiera, tiene un lugar especial e importantísimo, ya que está relacionada con la consciencia de la verdad y, por tanto, se habla de un estado definitivo o conocimiento perfecto. Y el estudio de la certeza, la verdad, la contradicción…, son conceptos sobre los cuales hay mucha literatura filosófica y mucho pensamiento.
También hay la certeza que da la experiencia, aquello que la persona sabe, el conocimiento sensible. Y cuando una persona sabe, se le nota. A pesar de que puede aprender mucho más y está exento de tener dudas, la persona que tiene este conocimiento es experta. Seguramente esta persona experta nos da certeza moral, y además confiamos respecto al tema que domina.
También hay la certeza histórica, que es diferente de la experiencia personal, a pesar de que tengan puntos en común porque, igual que la primera, nos da identidad y pertinencia. Pero la certeza histórica es conocimiento transmitido y obliga a la creencia: hemos de confiar en que lo que nos dicen es cierto. Es una certeza de la credibilidad.
La certeza de la fe, también relacionada con la histórica y la personal, hace referencia al tema sobrenatural y, a pesar de no tener pruebas para poseer esta certeza, la persona tiene seguridad y no duda. Esta certeza es interior y da fuerza y sentido a la vida. La certeza de la fe la estudia la teología, pero pertenece al ámbito de la seguridad personal, de las creencias que cada uno tiene. No es el mismo criterio que el de la certeza, aunque también se relaciona con ella. La certeza de la fe está vinculada a un ser o fuerza exterior en que uno cree y el criterio de certeza es un fundamento último de la firmeza.