Por Esther Borrego
Trabajadora social
Barcelona, mayo 2017
Foto: Pixabay
Entré en la sala de teatro y allí, en medio de la misma, en lo que sería el escenario, había una máquina de coser, sí, una como la que teníamos en casa y de repente me descubrí prestando toda mi atención en una pieza en la que nunca había pensado de aquella manera.
Poco después se inició la función que narraba la dura y tierna historia de la Maternidad de Elna en la que, gracias a la valentía de Elisabeth Eidenbenz, muchas mujeres que tuvieron que marchar de su casa, de dejarlo todo como consecuencia de la guerra, pudieron dar a luz y pasar los primeros días de su maternidad en un entorno afable.
Supongo que en aquellos días en todas las casas que se lo podían permitir había una máquina de coser y para muchas familias era una herramienta cuotidiana a fin de poder hacer frente a la vida diaria. Coser, no era nada extraño y para muchas mujeres seguramente era un trabajo tanto a favor de la familia como, muchas veces, una vía de ingresos y, por qué no, una vía de cierta creatividad y autonomía.
Aquella noche, para mí, aquella máquina de coser se convirtió en todo un signo de gran fortaleza de tantas y tantas mujeres que en casa, sin hacer ruido y lentamente, fueron tejiendo una vida para los suyos, un futuro, unos valores y, en muchos casos, un signo de un tiempo en que uno no sabe lo que pasa en su entorno pero recibe las consecuencias del mismo.
De hecho, la protagonista de la obra guarda hasta la actualidad la cajita de hilos de colores que quiso llevarse como recuerdo de su vida antes del exilio. ¡Cuánto dolor! Y al mismo tiempo pensar cuanta esperanza guardó aquella pequeña cajita durante el tiempo de sufrimiento en el campo donde aquellas mujeres pasaron meses antes de poder volver a casa.
Al mismo tiempo, dentro de mi corazón, anhelaba encontrar un elemento tan sencillo y a la vez tan significativo en la actualidad como aquella máquina de coser porque, aunque a veces no lo queramos ver, nos hace falta este pequeño signo de esperanza cuotidiano y que a la vez esconda tanto sentido. Sí, algo que en nuestro día a día utilizamos de forma habitual o con fines prácticos, sin pensarlo, pero que de repente, en otro entorno muchas veces hostil, o en otra situación, se convierta en algo que nos abra al horizonte y a la vida.
Aquella pequeña caja de hilos de colores que para ella mantenía la unidad con su vida y a la vez abría un horizonte lleno de esperanza de un futuro mejor, después de lo vivido.