Por Àngels Roura Massaneda
Coach de equipos, ejecutiva y personal. Master Trainer en PLN (Programación Neurolingüística). Psicopedagoga y maestra
Barcelona, junio 2017
Foto: Àngels Roura
Vemos parte de lo que sucede, solo una parte. Y no vemos cualquier parte sino tan solo aquella que decidimos ver.
¿Con qué criterio escogemos lo que queremos ver? ¿Conocemos nuestro criterio? ¿Qué filtro aplicamos cuando ponemos atención a la experiencia?
Soy, por naturaleza, una persona confiada. Es decir, miro la vida desde un filtro positivo. En principio confío en las personas. Veo bondad en las personas de mí alrededor: en pequeños detalles, en pequeñas cosas que podrían pasar desapercibidas si fuera más rápida o estuviera de mal humor. ¿Os habéis dado cuenta de qué cuando estáis de mal humor es difícil –por no decir imposible– encontrar aspectos que sean positivos? Todo sigue el mismo baño de color: todo es oscuro. Saber de qué humor estoy cuando miro lo que pasa, saber con qué filtro estoy leyendo los hechos, es importante porque me ayuda a dar un valor más adecuado a lo que vivo.
Al igual que mucha otra gente, hace tiempo que he decidido no dejarme contagiar de la negatividad, de la lluvia de mensajes tristes que emiten los medios de comunicación que encuentran en el mal, el sufrimiento y la desgracia su eje central de difusión.
No estoy diciendo que demos la espalda a lo que pasa sino que también suceden Muchas Otras Cosas. Y que muchas de estas Muchas Otras Cosas son expresión de la bondad, la belleza, la generosidad, el amor y la contribución al bien común. Existen iniciativas prosociales: personas y organizaciones de pequeña y/o gran dimensión que trabajan y que ponen su tiempo y recursos para mejorar las condiciones actuales y hacer así su contribución a la sociedad.
Las personas escogemos donde ponemos la atención: si en lo que falta o en lo que tenemos; si en el mal y el sufrimiento o si en la bondad de las personas. El foco de atención lo decidimos nosotros.
Últimamente me han sucedido dos hechos que se obstinan en corroborar mi punto de partida (el de ser, por naturaleza, una persona confiada). Uno de los hechos en cuestión fue que dejé las llaves puestas en la moto nueva, que tiene menos de un año. Mientras tanto yo iba haciendo encargos por toda la ciudad durante tres horas… y cuando volví me di cuenta de que no las llevaba en mi bolso… ¿Dónde estarían? Una nota escrita en una pequeña hoja de papel me decía que llamara a un número de teléfono para recuperar las llaves de la moto. Una persona anónima me puso de manifiesto la calidad humana que hay en la calle y que no sale en los telediarios ni en la prensa diaria.
Muchas personas debieron pasar al lado de la moto que estaba aparcada en una zona muy concurrida de la ciudad. Y de todas las personas que pasaron y que decidieron no coger la moto, una de ellas decidió –además– tener un gesto de bondad más elaborado. Decidió guardarlas para dármelas más tarde.
Esto es un simple gesto de bondad humana, esta que profeso, confío y proclamo a los cuatro vientos.
Difundir ejemplos de bondad es un gesto de agradecimiento para dar valor a los pequeños grandes detalles que nos hablan de la gran humanidad que hay en el pequeño-gran corazón de las personas.
Compartir historias como esta para contagiarnos de las buenas sensaciones sobre la calidad humana es un buen ejercicio para difundir las cosas positivas que pasan a lo largo del día. Compartir los ejemplos es una forma de expansión, una manera de contribuir a hacer evidente lo que pasa desapercibido.
Si ahora os preguntara: «¿Qué ha sucedido de bueno en el día de hoy que queráis compartirlo con las personas de vuestro entorno?» ¿Sabrías poner muchos ejemplos?
Probad de hacer este ejercicio a modo de curiosidad y veréis qué pasa en vosotros y en las personas a las cuales hacéis partícipes. Observad qué pasa. ¡Descubriréis cosas muy interesantes de vosotros y de los otros!
No solo probéis de hacer este ejercicio: asumid la responsabilidad de compartir las cosas buenas que os pasan, que suceden en vuestro entorno para, así, expandir y dar visibilidad a los actos de bondad que día tras día suceden.