Por Sofía Gallego
Psicóloga y pedagoga
Barcelona, octubre 2017
Foto: Newspicks
A menudo se oye hablar de silencio cuando esta frase parece una contradicción, puesto que se podría definir el silencio como el hecho de no hablar, de callar, según la definición del Diccionario de l’Institut d’Estudis Catalans. Siendo el silencio la ausencia de palabra tenemos que utilizar la palabra para poder hablar.
Sabemos que la vida en la ciudad es muy ruidosa, y especialmente en las poblaciones del mediterráneo nos gusta hablar en un tono alto, ya que expresamos los sentimientos de manera expansiva. Además, la industrialización y la tecnificación nos han traído una serie de ruidos que serían difíciles de identificar por cualquier persona que no fuera de nuestro siglo. Nos hemos acostumbrado tanto a convivir con el ruido que incluso a veces ya no lo sentimos ni escuchamos.
El silencio es uno de los bienes escasos en la sociedad actual. Cuesta mucho encontrar espacios de silencio en la gran ciudad, ya que siempre estamos rodeados de ruido. Si andamos por una calle y no se siente nada podemos llegar a sentirnos incómodos. Cada vez es más habitual ver a personas paseando con los auriculares en las orejas. Nos podemos preguntar: ¿Qué buscan estas personas? ¿Buscan el silencio o buscan aislarse y crear su propio mundo sonoro lejos de los otros?
Pero cuando nos encontramos en una situación personal o social difícil se nos plantea la necesidad de buscar el silencio considerándolo como contrario al ruido que no permite pensar ni reflexionar sobre uno mismo ni sobre las circunstancias que nos atenazan. Contrariamente, el silencio permite la introspección y proporciona la serenidad imprescindible para poder analizar todo aquello que nos preocupa y que vivimos.
No se tiene que confundir el silencio con el mutismo. Este último, el mutismo, o sea el hecho de no hablar, puede tener, incluso, una causa patológica que puede producir una incapacidad de no hablar o de no responder a ninguna pregunta. Por el contrario, el silencio implica voluntariedad, hay intencionalidad y a menudo con el silencio queremos comunicar aquello que con palabras se nos hace difícil.
Podemos encontrar el silencio e, incluso, escucharlo en un paseo tranquilo por un bosque, contemplando una salida o una puesta de sol. Buscarlo en la ciudad es algo más difícil, pero siempre podemos entrar en algún lugar de oración, un claustro y, a pesar del ruido exterior, nos puede sorprender el silencio que encontramos
Pero cuando las circunstancias nos golpean de manera brutal como ha pasado en estas últimas semanas buscamos el silencio como refugio para reflexionar, para aislarnos de una realidad que no nos gusta o para pensar cuál es nuestro posicionamiento frente a la situación vivida. También desde nuestro silencio rendimos homenaje a las víctimas, a las personas que han muerto y a sus familiares. El silencio es una manera de mostrar respeto. A pesar de parecer una contradicción, con nuestro silencio queremos comunicar una infinidad de cosas que quizás necesitaríamos muchas palabras para poder expresar nuestro dolor, nuestro respeto y nuestra indignación.