[vc_row][vc_column][vc_column_text]Por: Maria Martínez Vendrell
Psicóloga clínica
Barcelona, gener 2018
Foto: Creative Commons
«Placer: lo que queda por conocer.»
Feliu Formosa
Estamos en el siglo XXI. Los retos de todo tipo se multiplican alrededor nuestro. Algunos son muy estimulantes. Otros son tan rutinarios que nos agobian. Nos falta tiempo para llegar a cumplir satisfactoriamente con las obligaciones cuotidianas y guardar una cantidad razonable para el ocio.
También lo hemos de buscar, donde sea, para estar al día de las nuevas tecnologías ya que nos son imprescindibles y nos permiten aprender muchas cosas, comunicarnos, seguir formaciones a distancia… En fin, a sentirnos, quizás, parte activa, integrante de nuestro tiempo y de las circunstancias que contribuyen a forjar nuestra identidad.
Pero… sí, claro, hay un pero, incluso más de uno. De vez en cuando, en medio de tantos estímulos, aunque sean buscados y aporten soluciones, podemos sentir una fatiga profunda que nos envuelve. Es como la niebla que nos dificulta gozar de la paz interior que nos permite cuidar y conocer a fondo el propio mundo interno. Allí guardamos nuestra historia que nos ha hecho como somos. Hay que hacerle caso y pasearse por él de vez en cuando para aprender a amar esta historia y reconocerla para comprender el gran valor que tiene el trayecto vital que nos ha conducido hasta ahora y aquí.
Podemos pensar: «No quiero mirar atrás, encontraré recuerdos de momentos difíciles que ya han pasado». Cierto, pero también encontraremos experiencias, superación de conflictos, aprendizajes importantes, alegrías, tristezas y, sobre todo, comprensión de todo lo que esto representa de positivo.
Este camino no lo hemos hecho solos desde el primer respiro, el primer llanto, la primera experiencia de contacto con el mundo; hemos tenido compañía y hemos convivido con el amor, con estímulos de los que por el simple contacto hemos recibido aprendizajes ricos en la diversidad. ¡Somos como somos, por todo eso!
Crecemos y, mientras tanto, aprendemos a utilizar «el equipaje» personal del que disponemos. Por el camino seguimos aprendiendo y mejorando o estropeando este precioso tesoro. En este peregrinaje hacia el crecimiento y el conocimiento, vamos haciendo descubrimientos como, por ejemplo, las exigencias que llegan de los diferentes escenarios por los que transitamos. En algún momento aparece la desagradable certeza que en el equipaje también hay espacio para las dudas y las carencias.
¡No somos perfectos ni lo seremos nunca! Ni tampoco es necesario. Perfección quiere decir sin ningún defecto, sin ningún error, tener seguridad absoluta.
Una figura geométrica puede ser perfecta, porque tiene todas las medidas exactas y como no se mueve sigue siempre así, solo la destrucción la puede hacer imperfecta. Las personas somos dinámicas, físicamente y emocionalmente, por tanto no podemos ser perfectos como una figura, pero podemos y sabemos encontrar un buen equilibrio, tanto en las emociones como en los conocimientos y en las capacidades intelectuales y físicas.
Eso lo podemos conseguir si nos queremos conocer de verdad, si no hacemos trampas, si aprendemos a escuchar y a escucharnos, si no nos da miedo arriesgarnos para conseguir un objetivo, si trabajamos para comprender nuestro entorno, personas, circunstancias y retos. También si aprendemos a aceptar los fracasos y podemos convertirlos en estímulos para nuestros retos. Rivalizar no es una actitud positiva, competir lealmente es un estímulo compartido. Amar hace buena pareja con ser amado. Tener amigos de verdad suele ser una experiencia correspondida. Utilizar el razonamiento es una experiencia imprescindible para comprender y acoger las diferencias sobre la diversidad de criterios con qué necesariamente tendremos que convivir.
Podría seguir aportando reflexiones en esta línea, pero la intención es ofrecer un marco de reflexión útil para poder concluir que la perfección es imposible, pero sí es posible la búsqueda con éxito del equilibrio personal. Es aquí donde hemos de volcar todas nuestras energías.
Avancemos pues en la búsqueda del placer: aquello que queda por conocer.
Publicado en la revista RE número 92
Humans, tanmateix imperfectes
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