Por: Esther Borrego
Trabajadora social
Barcelona, febrero 2018
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Hace unos días pensaba en la importancia que tiene una rendija de luz. Muchas veces, en nuestras sociedades, como solo hemos de abrir un interruptor y ya tenemos iluminada la habitación donde nos encontramos, no pensamos en ello. Pero cuando uno ha podido viajar y estar en sitios donde la luz eléctrica no es tan accesible, sí piensa en ello.
Bien, pues observando esto, caí en la cuenta que así como la oscuridad no es más que la ausencia de luz, cuando uno está en una habitación cerrada solo necesita que se abra un pequeño agujero por donde pueda entrar un rayo de luz, por pequeño que sea, y ya no está en la oscuridad.
Pensemos en el Panteón de Roma iluminado por un agujero en el techo y nada más. Toda la luz de aquel maravilloso espacio entra por este agujero del techo, tan sencillo y sorprendente, y nos permite gozar de su belleza.
Pues bien, esta imagen nos puede servir para reflexionar en cómo podemos ofrecer un poco de esperanza allá donde muchas veces puede parecer que no la hay. Nuestras sociedades acomodadas, por mucho que nos quejemos, pueden ofrecer una rendija de luz a otras realidades que viven situaciones mucho más desfavorecidas, y si nos paramos a pensar, para nosotros no supone mucho esfuerzo.
Hace un tiempo, con unos conocidos hicimos una pequeña asociación para colaborar con un hogar de niños huérfanos que tenían VIH-Sida. Durante siete años ofrecimos nuestra colaboración a fin de mejorar la calidad de vida de aquellos niños y niñas, y para ellos fue un regalo.
Colchones, ventiladores, una cocinera, excursiones, mejora de la casa… y, lo más importante, la leche de todo un año para facilitar la toma de la medicación que nadie financiaba. Y todo eso, que para ellos fue de vital importancia, a nosotros no nos supuso ningún esfuerzo.
Son muchas la veces que si parásemos a pensar en el beneficio que los otros pueden obtener de lo que nosotros, sin darnos cuenta, podemos aportar, no dejaríamos de hacerlo nunca.
Sí, como la luz del Panteón, que entra por aquel agujero del techo y todos los que hemos visitado el edificio contemplamos sus paredes, suelo techo… sin pensar, solo agradeciendo la belleza que observamos. Pero muchas veces lo que hacemos es tapar el agujero a fin de que no entre agua, o porque quedará más bonito y ya pondremos luces o por los motivos que encontramos más adecuados eliminamos la rendija que ilumina la esperanza.
Nuestro mundo necesita muchas rendijas de luz, de esperanza y cada uno de nosotros podemos ser una de ellas sin esforzarnos, solo queriéndolo ser.