Por: Rocío Muñoz
Àmbit Maria Corral
Barcelona, mayo 2018
Foto: Ita Amigó
El pasado 19 de abril el Àmbit Maria Corral organizó la 229 Cena Hora Europea para tratar el tema «Retos ante la desigualdad de oportunidades». La moderadora Elena Caballé Roselló, directora técnica del Instituto Diversitas, afirmó que: «La desigualdad de oportunidades ha empeorado con la crisis financiera y ha provocado un incremento de situaciones de vulnerabilidad y exclusión social. Ante este escenario de desigualdades hace falta una transformación social, un objetivo muy ambicioso y complejo, que necesita también una solución muy compleja que una esfuerzos para desmontar estereotipos y prejuicios hacia alguno de estos colectivos, que requiere garantizar igualdades en las oportunidades, en las condiciones y en los resultados».
«Los humanos somos todos diferentes, ninguno es igual a otro, esto es un hecho natural. Ahora bien, todos somos iguales en dignidad», así comenzó el economista y presidente del Centro de Estudios Económicos y Sociales, Ignasi Farreres Bochaca. También en la economía se manifiestan estas diferencias: «La desigualdad económica es una realidad no hiriente, siempre que se mantenga dentro de determinados límites. Pero la fortuna de tres personas equivale a la riqueza del 30% más pobre del país.» La gran consecuencia de la desigualdad económica es la pobreza: «Cuando se incrementa la desigualdad económica, se incrementa la pobreza y esto repercute en las clases medianas porque bajan a clase pobre». Explicitó algunas definiciones de pobreza: la absoluta o extrema, aquellas personas que no pueden acceder a una cesta básica de los alimentos necesarios para consumir una cantidad mínima de calorías; la pobreza básica, aquellos que no pueden acceder a una cesta básica de bienes y servicios, como la educación o la salud; y la pobreza relativa, aquellas que no pueden adquirir una cesta de bienes y servicios que aseguran una vida digna. Para finalizar, enumeró algunas prácticas para combatir estas desigualdades: aumentar las rentas del factor de trabajo, combatir el fraude y la elusión fiscal, optar por una presión fiscal más justa y proporcionada, establecer rentas garantizadas y educar continuamente a la población en el deber moral de pagar impuestos.
Mónica Grau Sarabia, investigadora de Estudios de Género, presentó un análisis más crítico de la desigualdad de género: «La desigualdad es una situación en que las personas por nacer con unas características determinadas no disfrutan de las mismas oportunidades. Las desigualdades son profundamente injustas porque nadie decide nacer hombre, mujer, aquí o en otro país». Afirmó que la desigualdad de género es relacional, siempre que hablamos de las injusticias que sufren las mujeres, lo hacemos comparando con la situación en que se encuentran los hombres. Compartió unos datos de cómo se materializa esta desigualdad: en el mundo laboral hay brecha salarial, feminización sectorial (asistencia social, en la educación…) precarios y menos reconocidos, y el denominado «techo de cristal» cuando analizamos una empresa vemos que a partir de un cierto nivel de la jerarquía hay un techo que es impermeable para las mujeres, no pueden acceder. También pasa en el mundo cultural, de la ciencia o de la política donde la voz de las mujeres no tiene el mismo poder de decisión que la de los hombres. Otro ámbito importante donde se produce es la violencia machista. «La base estructural de la desigualdad de género está en la desigualdad en la responsabilidad de la vida, porque el cuidado de la vida se hace en el ámbito privado y si no se hace, difícilmente el ámbito público podrá funcionar. La desigualdad de género excluye a las mujeres del ámbito público para que vayan al privado». Finalizó con una reflexión: «La desigualdad de género pasa necesariamente por una democratización de la responsabilidad del cuidado».
Daouda Dieye, portavoz del Sindicato de Vendedores Ambulantes, hizo una aportación más testimonial. Llegó a España en el año 2006 con 22 años. Estuvo diez días en el mar para llegar a Tenerife y lo llevaron al juzgado porque no traía visado: «No teníamos nombre, éramos números». Llegó a Barcelona un viernes por la tarde y lo escondieron en una furgoneta policial y los trajeron a un centro social, pero tuvo que ir a casa de un amigo. Además, cuando quería encontrar trabajo le respondieron: «Si no tienes papeles no podrás trabajar». Esto era otro problema que no esperaba. «En África nos dicen que en Europa hay solidaridad, bienestar, lujo, pero no te dicen que hay racismo.» El 2007 empezó a vender películas y música en la calle. Más tarde fué a Lleida para trabajar en el campo durante dos años, sin seguro social y con unas condiciones muy vulnerables. «Cuando llegas a España no puedes hacer nada legal si eres inmigrante». En 2010 le ofrecieron un contrato durante un año. Conoció a una persona que lo llevó a Vincles, donde según él: «Te sientes a gusto porque te tratan como uno más. Le pidieron que hablase y se organizara con los manteros, pero es muy difícil hablar cuando una persona está en una situación como esa, y con ayuda consiguieron crear el Sindicato de Vendedores Ambulantes. Afirmó que: «No necesitamos solo un bocadillo, necesitamos que nos hablen, un abrazo…». Además, hace poco sacó al mercado su propia marca de ropa y han hecho una asociación para ayudar a chicos de la calle en el tema de la vivienda y del idioma.
Mijail Acosta Martínez, director general de la Fundación Acogida y Esperança, basó su aportación en tres ideas. La primera idea es la exclusión social como fracaso social: «Se puede hacer desde una mirada sociológica y te das cuenta que hay muchos condicionantes de vida que hacen que el juego no esté bien repartido para todo el mundo y vas viendo que hay muchos factores condicionantes más allá de la vida particular de cada persona. La exclusión social es una consecuencia de las desigualdades sociales y no todo depende de la voluntad de las personas porque hay muchos condicionantes de vida que son muy complejos. ¿De quién es responsabilidad esto? Socialmente de todos: las instituciones sociales y de toda la sociedad en general.» La segunda idea es sobre la complejidad: «No hay recetas sencillas, ni análisis de un solo parámetro y cuando quieres afrontar la situación ves que es muy compleja.» Además, las desigualdades no se producen igual a lo largo de la vida, hay más fragilidad en los dos extremos de la vida, la infancia y la vejez. Y por último se preguntaba ¿Cómo nos situamos ante esto? ¿Qué hacemos? Según su visión personal considera que: «Hay mucha bondad, pero a la vez hay mucha injusticia. Tenemos un mundo básicamente injusto. Ante esto, ¿qué hacemos? ¿Cómo nos podemos involucrar? Una es atendiendo las persones víctimas de todas estas situaciones sociales y otra es la transformación social. Probablemente son necesarias las dos cosas. Pero es un tema no resuelto y forma parte de la condición humana».
La cena concluyó con el coloquio donde los asistentes hicieron preguntas y aportaciones del tema. Las respuestas por parte de los ponentes y el dialogo posibilitaron profundizar más sobre la temática tratada.