Por: Juan Miguel González Feria
Barcelona, abril 2019
Foto: Pixabay
Ante la polémica despertada por las declaraciones de López Obrador –supongo que involuntariamente–, mi postura va por otro lado: por la contingencia de nuestro existir. Muchos han intentado responder al presidente mexicano. Veo que la mayoría basan sus argumentos pensando que ellos hubieran existido en cualquier circunstancia, hubiese sido como fuese el transcurso de la historia anterior a su engendramiento. Es un error muy extendido hoy día porque no contemplamos nuestra vida hacia atrás, hacia el origen. No nos detenemos a pensar cuántas cosas sucedieron antes del existir de cada uno. Acontecimientos que dieron lugar a mi engendramiento, que de haber sido distintos, yo no existiría, y que ciertamente tres generaciones antes nadie podía prever.
Para entenderlo veámoslo al revés, a partir de nosotros, mirando hacia el futuro. Con tres o cuatro generaciones posibles hay suficiente. ¿A alguien se le ocurre decir que seguro que tendrá un nieto o un bisnieto, por ejemplo, vietnamita? Una de sus hijas –que ya existe– se casará con un hombre de Alemania, por ejemplo, nacerán unos hijos, el segundo de los cuales irá a vivir a China, por ejemplo, se emparejará con una persona de aquel país y tendrán descendencia, de la cual un muchacho inquieto viajero tendrá un encuentro fecundo en Vietnam con una mujer adulta de, por ejemplo, Guinea Ecuatorial. ¿Alguien puede asegurar que esto saldrá así? Tampoco nadie hubiera apostado por nosotros, tres generaciones atrás.
Nosotros, cada uno de los seres humanos, podríamos no haber existido, es más, había muchísimas más posibilidades de no existir nunca, que la única posibilidad de existir es la que, de hecho, ocurrió. Bastaba que los que fueron mis engendradores no se hubieran conocido o no hubieran hecho el amor –voluntaria o forzadamente– en aquel preciso momento.
Somos seres contingentes, es decir, dependemos de cómo ha transcurrido la historia anterior a nuestro engendramiento para existir en vez de no haber existido nunca, jamás.
Es curioso, esto lo aprecian fácilmente las personas de campo, viendo que si un macho monta a una hembra de la misma especie de animal, saldrá una o más crías; y si no la monta, pues nada. Tal vez es menos evidente para los trabajadores industriales, de servicios o los intelectuales, quizá más proclives a creer que nosotros hubiésemos nacido de todas maneras, al margen de los vaivenes de la historia anterior.
Consecuencia: los acontecimientos del pasado fueron como fueron, con sus luces y sus sombras, sus aciertos y desaciertos… pero así y solo así, existimos los actuales existentes. De haber sido otras las circunstancias… boca cerrada. Y punto.
Protestar contra el pasado es una incongruencia, pues debido a ello tengo mi mayor bien: existir. No un bien ético, sino mi bien existencial.
Alfredo Rubio, La aventura de existir, 22 historias clínicas –progresivas– de realismo existencial, Edimurta, 4ª ed., Barcelona 2004. Ediciones en catalán, inglés y chino.
Andre Giordan, Mi cuerpo, la mayor maravilla del mundo. Un viaje singular por la ‘empresa’ más perfecta, Plaza y Janés Editores, S. A., Barcelona.