El jueves 29 de octubre l’Àmbit Maria Corral organizó un nuevo Espacio de Formación Virtual a cargo de Jordi Cussó para tratar el tema: «¿Cómo enfrentarnos a la incertidumbre?».
El conferenciante Jordi Cussó explicó que: «El miedo está presente en numerosos acontecimientos de nuestro día a día, y nos puede afectar en diferentes áreas. Y la incertidumbre está relacionada con la necesidad de saber qué es lo que sucederá y poder avanzarse en el tiempo para encontrar respuestas. El ser humano necesita ser capaz de dar sentido a lo que está pasando en todos los ámbitos de su vida, con el objetivo de predecir y poder controlar la situación para tomar decisiones.
La incertidumbre implica siempre un nivel de angustia y genera inestabilidad. Tiene que ver con no saber y con el desconocimiento. Hay varios tipos de incertidumbre: personal, laboral, familiar, social… La incertidumbre nos focaliza en aquello que es desconocido, lo generaliza y lo magnifica, a la vegada que ignora aquello que es conocido. También carga de supuestas adversidades no fundamentadas este venidero desconocido. Tiene que ver con la incidencia del entorno en el individuo.
Nuestra condición humana es vulnerabilidad, apertura al otro (interdependencia), inmersión en condiciones medioambientales que nos superan, emergencias y retos que se nos presentan de manera inesperada. Tenemos que convivir con todo esto y asimilarlo de la mejor manera posible en nuestras vidas. Por lo tanto, tenemos que integrar la incertidumbre como una categoría imprescindible de la existencia.
El gran problema que tenemos es que en medio de las incertidumbres y a pesar de las dudas, hay que tomar decisiones discutibles porque parten de hipótesis no contrastadas. Nunca sabremos del cierto cuáles serán las consecuencias de las decisiones que tomamos. Las decisiones realmente difíciles son las que afectan más de a una persona, a un colectivo o a todo un país. O como está pasando ahora, a todo el mundo.
Cuando las decisiones no se pueden fundamentar en certezas, hay que decirlo claramente y no esconder las dudas. Hacer ver la complejidad del problema y las razones que llevan a tomar las medidas que se consideran más pertinentes. Y la manera de comunicar tiene una importancia fundamental. La información genera incertidumbre. La comunicación es pasar información y hacer relación.
Tenemos que aprender a vivir con la incertidumbre, a hospedarla en nuestra conciencia y a tolerarla, a pesar de no ser una inquilina agradable. Esto es una cosa que no se elige, no forma parte del campo de decisión.
¿Cómo afrontar la incertidumbre?
1.- Lo que no podemos hacer es convertir en cierto lo que no es cierto, ya que genera falsas expectativas, y después genera desencanto y frustración. Lo que no podemos hacer es generar certeza, cuando hay incertidumbre, basando esta certeza en la falsedad o la mentira.
¿Cómo podamos entonces pacificar estas incertidumbres o miedos? Enfatizando algunas certezas. Tenemos que tener un buen cojín emocional, porque esto nos da certeza en el presente. Tendremos mejores pensamientos para resolver los problemas de presente, que es la mejor manera de encarar el futuro incierto.
2.- Hacer visible todo aquello que es conocido. Somos frágiles, vulnerables y mortales. La vulnerabilidad no nos tiene que volver pasivos, sino adoptar un espíritu de lucha. Todos participamos de la misma fragilidad, pero una sociedad decente es especialmente atenta a los grupos más vulnerables que habitan. Visualizar nuestra vulnerabilidad y tomar conciencia, reduce el miedo a enfermar y a lo que nos pueda pasar.
3.- Concretar qué cosas no sabemos. Nos interesa rehuir de las generalizaciones que magnifican y hipertrofien la adversidad. Suponer un venidero favorable y exitoso. Cargarlo de adversidad no nos lo ahorrará y nos dejará en peores condiciones para encarar el imprevisto que nos llegue.
4.- Redimensionar para reencontrar la proporcionalidad, entre aquello que es conocido y aquello que es desconocido. Al hacerlo, la incertidumbre reduce y el riesgo asociado también.
5.- Confiar en nuestra capacidad de adaptación a los cambios. Hacer visibles los que hemos vivido y a los que hemos sabido adaptarnos para reforzar nuestra confianza. Las personas estamos diseñadas para adaptarnos a los cambios y sobrevivir.
6.- La vida es incierta, ha estado y lo será. No tenemos ninguna garantía. Pero, a menudo, vivimos en falsas seguridades. No podemos asegurar el futuro, solo podemos perder el presente. Podemos vivir la vida de dos maneras: con una certeza inconsciente o con una incertidumbre consciente. Con la primera opción, esperamos que pasen las cosas de la mejor manera posible, es una espera pasiva y evasiva. Con la segunda opción, ahora puedo tomar la mejor respuesta a esta situación por más difícil que sea. Tenemos que ser agentes activos por la transformación, esta es la única manera de reducir la incertidumbre.
7.- La incertidumbre está, pero no tenemos la sabiduría y la experiencia para integrarla. Cómo dice el Libro de la Sabiduría, pido fuerza para gestionar aquello que depende de nosotros, aceptar aquello que no podemos cambiar y la sabiduría por discernir una de la otra.
8.- La confianza reduce la incertidumbre. La confianza ha sido devastada y es complicado reconstruirla. La pandemia ha dinamitado la confianza social, política, sanitaria y científica. Si desaparece la confianza a los escepticismos lo invade todo. Cuando creemos que algo es posible nos posamos en acción.
9.- La esperanza se relaciona con el futuro, el bien y la confianza.
10.- Nos olvidamos de la humildad, hemos enfatizado otros valores como la autonomía, libertad, solidaridad, apoderamiento… La humildad nos evoca a la limitación. La pandemia nos has hecho más humildes. La humildad no es el desprecio de nuestra condición humana. Es tomar conciencia de lo que realmente somos y de nuestros límites, pero también de nuestra extraordinaria capacidad para enfrentar los límites.
11.- Agradecer aquello que sí tenemos, centrando la atención en aquello que tenemos, aquello que vivimos, por sencillo que sea, más que en aquello que nos falta.
Valorar las crisis
Nos han dicho, una y otra vez, que nada será como antes. La sentencia puede interpretarse en una clave negativa, pero también desde una perspectiva positiva. Las crisis son ocasiones y oportunidades de primer orden para auditar nuestras formas de vida, explorar las causas que la activaron y abordar el presente y el futuro desde una nueva mentalidad.
La crisis nos ha permitido redescubrir valores como la cura, la escucha, la gratitud, la humildad, la solidaridad, la paciencia, la perseverancia ante el mal, la cooperación intergeneracional, la generosidad y la entrega, valores que extrañamente ocupan un lugar relevante en nuestra sociedad.
El momento que vivimos representa una oportunidad. Nos exige repensar como vivimos, como nos relacionamos, producimos y consumimos, pero, a su vez, nos invita a imaginar un futuro diferente, a soñar otro mundo posible para nosotros y para las generaciones futuras. En función de este sueño, viviremos esta pandemia con más o menos incertidumbre.»
A partir de esta ponencia hubo un diálogo muy enriquecedor entre los participantes, que permitió profundizar, todavía más, un tema tan complejo y real como el que vivimos.