Por: Josep Corbella Duch
Abogado
Barcelona, enero 2021
Foto: Pixabay
Con estas mismas palabras un día empezaba a escribir una nota en el WhatsApp, dirigido al presidente del club de fútbol donde había jugado mi hijo, pidiéndole unos décimos de la lotería de Navidad. Y mientras las escribía me daba cuenta que ahora volvemos a encabezar las comunicaciones escritas, cartas, WhatsApp, circulares y notificaciones de todo tipo, con una frase que, por la reiterada utilización durante muchos años, se había convertido en una especie de formulario y/o modelo de estilo y de corrección, aunque para algunos fuera considerada como obsoleta y ramplona.
Seguramente por eso, y en la medida en que se han modificado las formas de comunicación y se ha reducido el envío de cartas y postales, hasta el punto de que para algunos, sean consideradas como una rareza, al mismo tiempo que se ha incrementado exponencialmente la comunicación con los medios audiovisuales que nos han llevado las nuevas tecnologías, habían caído en desuso las expresiones con deseos de bienestar.
Hoy, sin embargo, amenazados por el Coronavirus, encabezar las comunicaciones con el deseo de buena salud y de bienestar por el otro y su familia, ha perdido aquella consideración de cláusula de estilo y se ha convertido en la expresión de un sentimiento de solidaridad, y lo vemos continuamente tanto en las comunicaciones privadas como en las que tienen un contenido más institucional o corporativo.
Del mismo modo, se ha convertido en un hecho habitual acabar las conversaciones y despedirse, tanto de amigos y conocidos, así como las de carácter más formal, pidiendo al interlocutor que tenga cuidado de sí mismo, utilizando el imperativo «cuídate».
Y es así como podemos decir que la pandemia de la Covid-19 ha desvelado sentimientos de compasión y solidaridad que, seguramente por efecto de las exigencias de un mundo industrializado y mecanizado que solo contempla ganancias y resultados, habían quedado escondidos en el fondo del alma. En una palabra, la pandemia nos ha humanizado, y también ha sacudido la vida del espíritu, muchas veces mortecina y escondida.
Ahora necesitamos aprovechar este impulso sentimental y pasar de los sentimientos a los valores. Rectificar, en aquello que sea necesario, los comportamientos individualistas, insolidarios y egoístas, y abrirnos a relaciones de respeto, solidaridad, ayuda y cooperación que vayan más allá del simple formalismo y del quedar bien.
El ejemplo lo tenemos en el encabezamiento formal de las cartas que algunos aprendimos de pequeños. Nos decían que cuando tuviéramos que escribir a parientes y amigos, había que empezar siempre deseándoles buena salud. La pandemia actual nos ha hecho cambiar, y sin modificar la literalidad del texto, ha cambiado su naturaleza. Ha dejado de ser una mera expresión formal y se ha convertido en la manifestación de un deseo sincero.
En medio de tantas incertidumbres la pandemia nos ha abierto la puerta a posibilidades de mejora tanto en el ámbito estrictamente personal y privado como en el colectivo que debemos aprovechar.
Para terminar, permítanme desear a todos aquellos que lean estas líneas, así como a los que no tengan ocasión de hacerlo, de todo corazón, que gocen de buena salud.