Por: Ramon Santacana
Profesor de la universidad de Providence
Taiwan, enero 2021
Foto: Pixabay
Parte de la educación tradicional consistía en inculcar a las jóvenes generaciones un sentido del decoro y del pudor. Se partía de la idea de que algunos hechos o aspectos de nuestra vida forman parte de la esfera privada y se enseñaba a los jóvenes a manejar esta esfera y a decidir cómo, cuándo y a quién revelar según qué información acerca de uno mismo, de la familia o de los amigos cercanos.
En ese ordenamiento social había una clara distinción entre el interior y el exterior, lo que pertenecía a la esfera pública y lo que debía reservarse para la familiar o incluso a la más estricta esfera personal. En ese contexto se desarrollaba un sentido de la intimidad y de lo propio a hacer en cada situación.
Los psicólogos y educadores señalan que la privacidad, el control sobre lo que se oculta y lo que se revela de uno mismo, es parte fundamental del proceso de crecimiento personal y de la formación de una identidad propia. Sin privacidad y sin intimidad, la propia identidad quedaría inmersa en un mar invertebrado y a merced de las olas y las fuerzas externas.
Sin embargo, las tecnologías de la información y la inteligencia artificial están produciendo la desaparición de esta esfera íntima o privada. Cada vez se sabe más de cada uno de nosotros y cuesta más tratar de poner cercas y puertas al campo. El experimento «pandemia» en el que estamos inmersos, no ha hecho más que acelerar este proceso y comprimir en un año o dos lo que tomaría cinco o diez.
Me permito ilustrar ello con algunos ejemplos. Si debido a la pandemia has decidido comprar online o no utilizar dinero físico, todas tus transacciones están siendo registradas en tiempo real y almacenadas en bases de datos. Qué productos compras, qué cantidad, en donde y a qué hora. Se va haciendo un perfil detallado de tus gustos y apetencias.
Lo mismo pasa con la mensajería y todas las aplicaciones que tenemos en los móviles. Para su correcto funcionamiento esas aplicaciones deben tener acceso a tus contactos, a tus fotos, al registro de llamadas, acceso al micrófono, a la cámara… No es impensable que puedan sin uno advertirlo no ya copiar fotos o datos sino también grabar conversaciones de audio y vídeo.
Un paso más allá se da con los llamados asistentes personales inteligentes[1] como el Alexa (Amazon) que ayudan al usuario en una serie de funciones, de la vida cotidiana, reconocen su voz y son capaces de mantener una conversación inteligente. Para que el sistema mejore continuamente todos los datos son enviados, en tiempo real, a la matriz de la empresa, Amazon, la tercera empresa más grande del mundo según su capitalización de mercado[2]. De ese modo Amazon conoce en tiempo real todas tus interacciones, emociones (analizando datos de voz) y pensamientos (Inteligencia Artificial). El objetivo es predecir tu comportamiento y poder anunciar los productos o servicios en el momento que los vas a desear. Por supuesto que aparte de las aplicaciones comerciales, esta tecnología es susceptible de tener aplicaciones políticas y sociales.
Los robots de interacción con humanos, como cuidadores de ancianos o de niños, pueden ser excelentes ayudas para la educación de los jóvenes, controlar la seguridad de los niños o aliviar la soledad de los ancianos, pero todos ellos por su adaptación inteligente a sus usuarios y su continua interacción son también fuente de todo tipo de datos del campo bio-psicológico que emergen a la red.
La avidez impúdica en la que todo queda registrado en tiempo real y almacenado para el proceso de datos está ya llegando a las relaciones de pareja. A pesar de las posibilidades de control que ofrece la red, pocos son los gobiernos que limiten los contenidos y servicios de pornografía. Se ofrece de modo gratuito y sin control de edad en cualquier momento y lugar. Un número creciente usuarios de pornografía y chats sexuales cada vez más jóvenes[3], bajo la aparente privacidad y protección que ofrecen las pantallas, están desnudando detalles que pertenecerían al ámbito más íntimo de las personas.
La tendencia es clara y suficientemente contrastada. Sin agarraderos, sin vida íntima y personal, sin relaciones sólidas y protegidas, quedaremos a merced de las olas. Sería bueno parar aquí y preguntarnos ¿A dónde vamos? ¿Quién nos quiere manejar? ¿A dónde nos quieren llevar?
[1]https://www.predictiveanalyticstoday.com/top-intelligent-personal-assistants-automated-personal-assistants/
[2] https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_public_corporations_by_market_capitalization
[3]https://www.lavanguardia.com/vida/20180325/441822490045/alerta-consumo-pornografia-control-adolescentes-ninos.html