El pasado 18 de marzo, el Ámbito de Investigación y Difusión Maria Corral organizó un nuevo Espacio de Formación sobre el tema: «El cerebro humano: biología, mente y trascendencia» a cargo del profesor Ramon Maria Nogués Carulla, doctor en Biología, catedrático emérito de la Unidad de Antropología Biológica y especialista en la evolución molecular del cerebro.
Empezó afirmando que el cerebro es el órgano de referencia de lo que llamamos «vida mental». Estructuró la ponencia en diferentes esquemas. En primer lugar, en lo referente a la biología, que considera que un hecho elemental y muy aceptado es que la especie humana somos hijos evolutivos del mundo de los primates y la evolución del cerebro como parte del organismo y no al margen de este: «El pensamiento no es una cosa aislada». Describió que: «A través de la evolución de la especie humana hemos pasado de un mundo mental animal muy complejo, pero fundamentalmente estereotipado para sobrevivir, a un mundo que además de estar preocupado por eso, tiene ciertas preocupaciones que podríamos calificar de lujosas, es decir, que pasan aquello que es necesario para sobrevivir. La evolución está basada en datos muy abundantes y variadas sobre el cambio biológico que se puede detectar hoy en los humanos respecto a otras especies anteriores: genéticos, psicológicos, la morfología y fisiología general del cerebro y, incluso, signos culturales. Hemos producido cambios en el cerebro debidos a la autodomesticación, de forma que la especie humana a través de la convivencia va provocando unas modulaciones en la forma de vivir y expresar los temas culturales. Esto nos lleva a unas reflexiones importantes respeto al mundo mental y de la capacidad de conocimiento que tenemos: la limitación darwiniana, es decir, los humanos nos tenemos que convencer que, a pesar de ser muy listos, inevitablemente estamos limitados en nuestra capacidad de conocer. Y la consecuencia también de esto es que nuestra mente tiene que estar abierta simplemente porque la realidad seguramente no es del todo abarcable por parte de la especie humana. En todo lo que nosotros hacemos y conocemos hay que reconocer que estamos reducidos a un agnosticismo básico».
A continuación, hizo unas consideraciones sobre la mente y la complejidad del mundo mental y relacionó las estructuras cerebrales con sus funciones (imagen 1). Explicitó que: «El organismo funciona bien por miles de automatismos que se encuentran en el tronco cerebral de los cuales no tenemos conciencia y son fundamentales para sobrevivir. El eje hipotalámico-hipofisario, que conecta el hipotálamo y la hipófisis, es el centro hormonal principal y tenemos grabados los programas cerebrales para sobrevivir, y todo animal que funcione bien los tiene que poder desplegar de una forma normal. El sistema límbico nos permite expresar las emociones y los sentimientos. El sentimiento no añade nuevas conductas, pero tiñe las conductas que hacemos. Por otro lado, el razonamiento y la conciencia. Nuestro nivel de inteligencia es diferente al de los animales porque va acompañado de la conciencia, tema que desde el punto de vista mental aun la neurología no tiene ningún elemento explicativo. Y, por último, el cerebro social. La mente queda abierta a un grado de indeterminación que lo solucionamos construyendo sistemas simbólicos que están entre el cerebro limitado y una realidad misteriosa, poco comprensible. Por lo tanto, la mente humana es una realidad absolutamente compleja, es una mente singular y las principales singularidades son la conciencia y la noción del yo. Y complejidad quiere decir que cualquier conducta humana incluye siempre pulsiones básicas, emociones y razones. El neurólogo Antonio Damasio dice que la razón humana en la mayoría de los casos no funciona bien si no es apoyada emocionalmente.» También comentó que cuando este mundo complejo queda abierto lo coronamos con los sistemas simbólicos que son sistemas de pensamiento a través de los cuales se aguanta el sistema mental humano: filosofías, ciencias, estéticas, éticas, espirituales, religiones…
El último punto lo centró en los sistemas simbólicos de tipo espiritual y religioso (imagen 2). Estos sistemas cambian para seguir aguantando el pensamiento humano por arriba, según la imagen. Habló de la trascendencia y el misterio en sentido de Einstein, es decir, saber que la realidad es misteriosa. «La religión está en crisis y ha ganado peso la espiritualidad. El panorama que se plantea sobre las preguntas últimas que se hace la persona humana y como los sistemas simbólicos pueden ayudar a dar respuesta». Tal como se ve en los tres círculos de la imagen, comparten campo la psicología, la espiritualidad y las religiones. También hizo una pequeña distinción entre espiritual y religioso (imagen 3) en cuanto al campo mental, la imagen del yo y la práctica espiritual.
El diálogo con los participantes fue enriquecedor ante la complejidad del tema tratado como el cerebro y la mente humana y dio nuevas respuestas a tantas preguntas que siempre nos hacemos sobre el funcionamiento del cerebro humano, todavía gran desconocido.