Un mundo injustamente desigual
Anna Castro Pérez
Educadora social
Foto: Margarida Amigó
Fecha publicación: 13 de diciembre de 2022
El jueves 17 de noviembre de 2022 se celebró la 242 Cena Hora Europea. El acto se inició con las palabras del Presidente del Ámbito Maria Corral, Josep Maria Forcada, que nos invitó a reflexionar sobre el tema: ‘Un mundo injustamente desigual’.
Pauline Lodder, colaboradora de la Universitas Albertiana, como moderadora de la Cena planteó nuevas preguntas en torno a la desigualdad económica y social: ¿Cómo pretender una economía basada en un crecimiento ilimitado mientras los recursos naturales son limitados? Si estamos dispuestos a compartir lo que tenemos con los demás y qué reformas necesitan nuestros sistemas económicos y políticos para desarrollar una sociedad más igualitaria, más justa para todos.
A continuación, la ponente Llum Delàs Ugarte, presidenta de la Fundación Roure, inició su exposición haciendo un recorrido histórico desde su propia vivencia del Mayo del 68 en la Universidad, del paso de una sociedad sacralizada y monolítica a una sociedad rebelde y arriesgada. Del aprendizaje realizado a partir del Vaticano II y la relación de la Iglesia y la Universidad, hasta su actual etapa de madurez, vivida a pie de calle, en la acogida del otro, del extranjero, «las ofertas para enderezar itinerarios personales deshechos por la vulnerabilidad, la droga y la distancia casi infinita con las personas que construyen el país que tenemos hoy».
Destacó que vivimos momentos de crisis, de muchas convulsiones sociales. Pero tanto las dictaduras como las democracias no han sido capaces de hacer hincapié en la igualdad. La resolución de los problemas de hoy en día es extremadamente injusta. El tiempo de las administraciones para resolver cualquier trámite, el tiempo de los permisos para cualquier iniciativa inclusiva y benefactora para los socialmente vulnerables, el tiempo de la ley de extranjería que, una vez ha acogido a los migrados, los deja tres años abandonados sin opciones de trabajar para poder vivir, e indirectamente les obliga a la delincuencia para poder subsistir. El tiempo de escucha virtual ha acortado los encuentros, en detrimento de la presencialidad, para poder entender la situación que vive la persona.
Por otra parte, afirmó que el pacto social, que podría paliar las desigualdades, está cada vez más lejos de la vida diaria de las personas vulnerables de nuestro mundo. También enumeró algunos aspectos de la desigualdad y el empobrecimiento, que sufren tantas personas que no pueden cubrir sus necesidades básicas, como son la vivienda, la alimentación, la salud mental, la educación de los hijos, la soledad no deseada de las personas mayores. Hizo mención del decreto ley aprobado en la época del Sr. Zapatero, que establecía una atención especial a la dependencia, consecuente con el envejecimiento de la población, pero con la aplicación de unos baremos de ayudas que no responden a las necesidades reales de la persona y por tanto la injusticia sigue perpetuándose.
Para finalizar su aportación concluyó que para vivir honestamente en un mundo injustamente desigual, apeló al compromiso político para revertir esta situación de injusticia, y a la solidaridad de la sociedad civil organizada, la responsabilidad social de las empresas, el trabajo en red de las Entidades Sociales que, a través de la filantropía, comparten sus bienes con aquellos que más lo necesitan.
A continuación el economista Joaquim Planasdemunt Tobeña recordó una frase de Mohamed Yunus, economista, banquero de BanglaDesh, Premio Nobel de la Paz por el proyecto de Microcréditos con el Grameen Bank, que decía que «la desigualdad es una bomba de relojería que debemos desactivar». También hizo referencia a Amartya Kumar Sen, Premio Nobel en Ciencias Económicas, quien afirmaba que «la sensación de la falta de igualdad es un denominador común en todos los procesos de rebelión de las sociedades».
Continuó mencionando diferentes hechos históricos, como el de 1756, en Ginebra, cuando Jean Jacques Rousseau se preguntaba en su discurso sobre el origen de la desigualdad, si estaba fundamentada por alguna ley natural y llegó a la conclusión de que son las desigualdades morales las que causan las desigualdades en el poder y la riqueza.
En 1789 estallaba la Revolución Francesa con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, todos los hombres nacen y permanecen libres, iguales en derechos. Dos años más tarde Olimpia de Gouges hizo una declaración en paralelo diciendo que la mujer nace, permanece y muere al igual que el hombre en derechos. En 1948, la Declaración Universal de Derechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen libres, iguales en dignidad y derechos, son dotados de razón y de conciencia y deben comportarse fraternalmente». Adam Smith, en su tratado Estudio sobre la riqueza de las naciones, fundamentó ideológicamente todo lo que sería el liberalismo económico. Defiende que el mercado es un instrumento suficientemente eficiente para distribuir los recursos. El estado debe encargarse de corregir algunas ineficiencias. El Informe de Desigualdad Global de 2021 recoge que el 50% de la población más pobre solo tiene el 2% de la riqueza global del mundo, mientras que el 10% tiene el 76% de la riqueza. La justicia no es un reparto aritmético.
También relató algunas de las causas de la desigualdad a nivel mundial, tanto en el ámbito de las políticas formativas, como en la evolución de la tecnología que deja sin trabajo a mucha gente, lo que se convierte en un reto para los gobiernos. Desigualdad en los salarios, desigualdad en la transferencia de la riqueza pública a la riqueza privada, desigualdad entre países en toda su temática fiscal.
Además dio algunas razones para la esperanza, como es el informe de los 17 objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU que ha puesto en pie muchos mecanismos en la lucha por la desigualdad, que sirven para medir, para definir, para sensibilizar la opinión pública, y poder hacer frente a esta lacra de la desigualdad. Para finalizar con las palabras de Mohamed Yunus «la solución está en una política del triple cero, cero tolerancia al cambio climático, cero personas sin trabajo, cero desigualdad».
El periodista Albert Sáez Casas, director de El Periódico, inició su exposición afirmando que «mejor no quiere decir bien». Y si cerráramos los ojos y pensáramos cómo se vivía hace cien años, en unas condiciones de salubridad horrorosas por un salario de miseria, después de trabajar catorce horas, no podríamos estar hablando de la desigualdad porque estaríamos exhaustos. Por tanto estamos mejor, pero no estamos bien.
Hizo referencia a la afirmación de Aristóteles de que «la justicia es tratar diferentes a los diferentes, y no igual a los diferentes». El problema no está en la desigualdad, sino en la desigualdad injusta. La desigualdad es intrínseca. También recordó la anécdota de Félix Martí, que fue director del Centro UNESCO, que explicaba que en la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el demócrata cristiano Adenauer hizo una pregunta que le inquietaba pero que no esperaba ser contestada, y que formuló diciendo de si además de la propuesta de los cristianos de que todos somos iguales porque somos hijos de Dios, había otra razón que pudiera fundamentar que somos iguales.
Por otra parte, hay un consenso básico universal para luchar contra la desigualdad injusta: «Lo que más contribuye a una desigualdad justa es tener capacidad de protegernos de nuestras tres principales vulnerabilidades. El ser humano es más vulnerable si no tiene un sitio donde vivir, una sanidad que lo cuide, una educación que lo forme».
También enumeró algunos retos importantes que hay que afrontar cómo son el número de personas que habitamos el planeta, ya que no era lo mismo alcanzar la igualdad cuando éramos cuatro mil millones, que tener una desigualdad justa entre ocho mil millones. Otro reto, fruto del contrato social, del consenso europeo, es que a lo largo del siglo XX el trabajo ha sido un sistema bastante justo para repartir su riqueza.
Hay un creciente reconocimiento de derechos de los ciudadanos, existe una inflación legislativa, que se produce cuando los gobiernos hacen leyes y dan derechos, pero no pueden dar dinero. El cuarto reto es la globalización asimétrica, basada en la diferencia de derechos. El quinto reto es el crecimiento. Citó el libro Postguerra de Tony Judt, en el que explica que el gran salto de Europa después de la II Guerra Mundial fue que no se planteó la justicia en base a quitar a unos para dar a otros, sino en base a hacer más grande la tarta.
Albert Saéz finalizó su exposición diciendo que el fundamento de la justicia, de la igualdad, de la responsabilidad individual es la emancipación. «Hay una parte de esa injusticia en la desigualdad, que proviene de esa emancipación, que en el fondo es negar nuestros límites. Cuantos más derechos tenemos, lo peor es llegar a estar bien, por lo tanto quizás en algún momento debemos ponernos un límite hasta dónde queremos estar bien».
Después de la exposición de los ponentes se abrió el coloquio a todos los asistentes, que contribuyeron a seguir profundizando sobre el tema de la convocatoria.