Reseña de la Cena Hora Europea 247
Foto: Margarida Amigó
Fecha de publicación: 11 de diciembre de 2023
El jueves 23 de noviembre de 2023 se celebró la 247 Cena Hora Europea, para tratar ¿Se educa para ser libres? Dio la bienvenida el presidente del Ámbito Maria Corral, Josep Maria Forcada, destacando la importancia de la convocatoria, y dio la palabra a la moderadora, Montserrat Puigbarraca, quien presentó el tema y los ponentes invitados.
A continuación, Jordi Cussó, director de la Universitas Albertiana, respondió, desde su experiencia, afirmativamente a la cuestión de si los valores se pueden educar, ya que no se transmiten tal y como se pasan datos, informaciones o técnicas, sino tal como se encomiendan las actitudes, vivencias o los compromisos. Es un aprendizaje que no puede planificarse estrictamente y que nunca tiene un resultado garantizado. La familia y la escuela no tienen ya la influencia decisiva que habían tenido en el pasado. Por tanto, la educación va mucho más allá de la educación escolar. Hizo mención del libro Nos lo jugamos todo, de Joan Major, en el que decía que educa todo y nos educan todos, educa la familia, la escuela y la universidad, educan las redes sociales, las novelas y las películas, educan las empresas, los sindicatos, los partidos políticos, las ONG, por tanto de manera consciente o inconsciente todos somos agentes educativos. No educaremos en la libertad si no somos libres.
Citó al pedagogo y filósofo Gregori Luri, que en su libro Sociología de la educación se cuestionaba «Si hay alguna otra forma de educar que no sea con el ejemplo. De hecho, no hay forma posible de no dar ejemplo, ya que por activa, por pasiva, por omisión, se quiera o no se quiera, siempre se está dando ejemplo». Vivimos y expresamos lo que somos en los gestos cotidianos de la sociedad en la que estamos inmersos y en el conjunto de valores que se transmiten en el día a día. A menudo también mostramos valores sin darnos cuenta, sin ser conscientes de ello, así como mostramos nuestros servilismos, nuestros miedos. Si queremos que la educación ayude a los demás en el desarrollo de su autonomía, debería alegrarnos que aquellos a quienes educamos en la libertad acaben haciendo uso, aunque este uso no siempre nos parezca suficientemente acertado.
Señaló la dificultad de definir la palabra libertad, ya que los historiadores de las ideas han señalado más de doscientas definiciones. Hizo referencia a la idea de que la persona humana tiene dos dimensiones o esferas fundamentales, la interior y la exterior. Cada sujeto desempeña un rol en la sociedad, a partir del cual es conocido y juzgado por los demás. Esta es la dimensión exterior de la persona, su vertiente representativa. La esfera interior es ese mundo personal, único e intransferible que está en lo más profundo de cada ser humano. En esta esfera de la privacidad más íntima cada sujeto derrama sus pensamientos, sus miedos, sus creencias, sus esperanzas. El yo de cada uno es su identidad personal, es la construcción auto reflexiva de la dimensión interior.
La identidad de la persona no se agota en el análisis externo, sino que pide una profundización, una mirada interior. La libertad es un movimiento de la interioridad hacia la exterioridad. El sujeto es libre cuando actúa de conformidad con su interioridad, es decir, con su identidad personal. Estamos llamados a convertirnos en personas libres, a construirnos en libertad. El primer movimiento de la libertad se sitúa en la interiorización, en el conocimiento de la propia identidad personal, de la vocación interior. En nuestro mundo todo el mundo reivindica la libertad como uno de los pilares básicos de la vida social. La pregunta clave es qué significa ser libre, vivir en libertad. En definitiva, ser libre significa ser sujeto y no objeto, moverse por razones y propósitos conscientes. Es la fidelidad a uno mismo, es adentrarse en las profundidades del yo, para conocer quién soy y qué estoy llamado a hacer en el mundo. Ese aprendizaje es el camino para entender la libertad.
En la segunda intervención, la Dra. en Filosofía Joana Ferrer planteó el tema desde un itinerario de discurso realizado desde la práctica y la reflexión, que podría responderse tanto local como globalmente. Hizo mención a las tres dimensiones que en lenguaje académico hace referencia a la educación formal, la institucional, y la educación no formal que se escapa de la escuela, que surge en el entorno, en la red, y la educación informal que es la que hacemos sin darnos cuenta, que es la de modelar. Dentro de la escuela se mezclan estas tres dimensiones. Asimismo, planteó la pregunta de si somos conscientes del impacto de la educación informal.
Expresó la conveniencia de no responder dicotómicamente, y separar de entrada la acción de educar del sistema educativo, o sea, del currículum, de la red, de las actividades extraescolares, de las políticas educativas, para quedarnos con los valores, con la esencia del educar. Propuso la relación intrínseca natural que existe entre la educación y la libertad. Hoy en día, los docentes tienen tantos retos a alcanzar que la libertad parece que se suma a bienestar emocional, uso de las tecnologías, buen trato de las redes sociales, prevención de la violencia, relaciones saludables. Y las escuelas están abrumadas de tantos inputs a educar. Además, incidió en los interrogantes de la finalidad de la educación, por qué educamos y para qué educamos. Al mismo tiempo, quién es aquel que educa. En la cultura griega la palabra educar, paideia, nos remite a este concepto de educación integral, y en latín educare, coinciden en este formar la interioridad, el ethos, el carácter, formar el ser persona y el ser comunidad. Tanto paideia como educare tienen esa connotación de formación de yo quién soy y quién quiero ser, que está ligada a la libertad. Paideia y educare están vinculando tres conceptos fundamentales indisociables, educación, conocimiento y libertad.
Las personas tenemos una herramienta muy valiosa para protegernos de posibles discrepancias, desigualdades, intimidaciones, violencias, dependencias, que posibilita esta relación de conceptos, para emergernos con capacidad de decidir y como sociedad con conciencia de colectividad. Esta conciencia de conocimiento es para aprender a ser, no para conquistar lo que tenemos delante. En la práctica educativa deben darse pautas firmes de dónde hay que ir y a la vez ser flexibles en el respeto del conocimiento, ya que los contextos son diferentes.
Por otra parte, el sistema nos interpela y debería ser el medio que obedeciera a la finalidad. Es necesario avanzar en un nuevo concepto que es la inteligencia personal. La administración debería realizar una formación docente de dentro hacia fuera y no al revés, las políticas educativas deberían ir encaminadas hacia un sistema claro, que transmita, con unos canales de comunicación que nos ayuden a compartir juntos. En definitiva, una organización al servicio del propósito. En estos momentos no podemos saber si educamos para la libertad en medio de tantos retos planteados. Por ello, es necesario diseñar herramientas, organizaciones, funciones y sistemas que sin dilación dejen lucidez, claridad para la finalidad.
Seguidamente, el profesor y consultor, director de Taller de Empresas, Xavier Guillamet, centró su intervención desde el punto de vista antropológico y descartó la visión sociocéntrica. Dijo que como sociedad hemos evolucionado y no estamos obligados a hacer ciertas cosas a regañadientes, contra natura. Cuando existe pobreza, la palabra libertad no admite debate. Ante la pregunta de si estamos educando en la libertad, la respuesta es afirmativa.
Guillamet plantea otra pregunta: ¿A dónde nos lleva esta libertad? ¿Hacemos un buen uso? Y la respuesta es no. A continuación lo argumenta enumerando diferentes aspectos:
Estamos en un momento de la historia en el que como nunca estamos sufriendo un nivel de adicciones, que muestra una falta de libertad y se pierde la voluntad de ser uno mismo.
El retraso en la maduración para ser padres. Por primera vez en Catalunya están habiendo más muertes que nacimientos.
La cifra de suicidios entre los 13 y 16 años es estremecedora.
De la sociedad líquida, descrita por Bauman, en lo que todo se desvanece, estamos pasando a una sociedad gaseosa en la que ya no hay compromiso y todas las cosas sufren de inmediatez.
La libertad es la capacidad de ser autónomo. El ser humano toma decisiones desde su dimensión espiritual, psicológica y biológica. Pero hemos convertido la libertad en una idolatría, el ser humano tiene una libertad muy condicionada.
El ponente presentó diez puntos, como un decálogo, desde la mirada de un niño que pide en su entorno cercano que le eduquen en la libertad:
Enséñame que mi libertad termina donde empieza la de la otra persona.
La libertad se practica con dos palabras, sí y no. Enséñame el poder de decisión, el espíritu crítico.
Enséñame el autodominio, la templanza, sino seré esclavo de mis deseos, de mis caprichos.
Enséñame que aunque lo yo haga no perjudique a los demás, si me perjudica a mí, éticamente no soy libre de hacerlo, porque tarde o temprano generaré dependencia de otros.
Enséñame a que haga lo que haga, lo haga con respeto a los demás. La finalidad no justifica prácticamente nunca los medios.
Enséñame que la libertad política es falsa, sin matices. Aquellos que venden liberalismo quieren mi productividad.
Enséñame, y si me equivoco, corrígeme, si juego la carta del bien o del mal.
Edúcame en la sabiduría. La codicia solo puede curarse con la ciencia de la sabiduría, no con la ciencia de laboratorio.
Edúcame en la simplicidad, en la sencillez, en que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.
Edúcame en la espiritualidad porque la mayor fuente de libertad está en mi imaginación, en mí ser más íntimo. La única libertad pura es lo que hay en mi mente, la trascendencia.
Por último, se abrió el coloquio a los asistentes, con muchas intervenciones que permitieron seguir profundizando en el tema tratado.