Javier Bustamante Enríquez
Poeta
Foto: Tapiz de la Creación de Girona (Wikipedia)
Fecha de publicación: 12 de mayo de 2025
La palabra crear proviene del latín creare, que significa producir, engendrar, nombrar o elegir para un cargo. Al mismo tiempo, creare nace de una raíz indoeuropea (*ker-3) que también da origen a palabras como cereal y crecer.
Quisiera tomar por un momento la acepción de ‘nombrar o elegir para un cargo’. Parece como del mundo empresarial, pero me hace pensar en el Tapiz de la Creación, que es una obra de la Edad Media que se encuentra en la catedral de Girona. De hecho, lo que se conserva es un fragmento, no está entero. Este tapiz en realidad es un bordado del siglo XI o XII, de autor desconocido, y se considera una pieza de arte de gran nivel. Lo que es de destacar es lo que se escenifica en este tapiz. A grandes rasgos, vemos en medio una representación del libro del Génesis de la Biblia, dentro de un círculo rodeado de los cuatro vientos y, en los márgenes, cuadros en los que el protagonismo lo toma el tiempo y sus segmentaciones: los meses del año.
En medio de todo está Dios rodeado de la frase en latín: «Dijo Dios que se haga la luz y la luz se hizo». La palabra decir tiene que ver con proyectar, sacar fuera de sí mismo. De aquí viene el enlace entre la acepción de la palabra crear y nombrar: el hecho de crear poniendo palabras. En ese caso, Dios dice luz y proyecta luz: ilumina. En el mito judeo-cristiano del Génesis, como muchos mitos en otras religiones que hablan de la creación del universo, el todo proviene de la nada. O, más bien, del caos. Dios viene a poner orden en el caos y comienza por iluminarlo. Esta iluminación nos hace pensar en el Big Bang del que habla la ciencia, la gran explosión que comienza a poner en orden el universo entero.
En la representación del Tapiz, en torno a este Dios/Big Bang que da el rasgo de arranque de la Vida, existe la materia que empieza a tomar forma a través del tiempo. Esta concepción, dentro del Tapiz, está escenificada en los días de la semana. El espacio y el tiempo se van ordenando, se va dando una repetición, un ciclo que va haciendo que la materia coja un sitio y vaya creciendo con un cierto orden.
Durante este ciclo semanal se separa la luz de la oscuridad y se ven los astros en el cielo, es decir, simultáneamente también van apareciendo otras posibilidades de vida fuera de nuestro planeta. Después, la tierra y el mar también se van separando, es decir, los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) se diferencian creando la base para que se dé la vida. Empieza, así, la evolución de las especies: seres diminutos que van creciendo en diversidad y tamaño hasta poblar mares, tierras y aire. Cuando imaginamos la evolución, a menudo visualizamos animales que van cambiando de forma y adaptándose, pero también las plantas y minerales han ido haciendo su evolución.
Y, como colofón de este ciclo de la semana, vemos al ser humano: en un recuadro está la diferenciación de los sexos y en el otro se ve a una persona que con un dedo va señalando y poniendo nombre a las especies de animales. El ser humano, también en palabras, va creando el orden de la naturaleza. Un orden que no es como el de Dios porque todo está creado, sino un orden simbólico. Cuando las personas nombramos la realidad, esta cobra un sentido para nosotros. Cuando somos muy pequeños gritamos y lloramos para comunicarnos. Cuando somos capaces de ir diciendo con palabras lo que queremos, necesitamos y nos pasa, entonces le damos sentido. Nombrar la realidad es una manera de hacerla nuestra: la creamos en nuestro interior.
La palabra poesía significa dar sentido a lo sentido. La creación es pura poesía porque, precisamente, va dotando de sentido lo que vamos sintiendo. Lo que la realidad va haciendo resonar en nuestro interior, cuando lo codificamos estéticamente, lo que se produce es poesía.
Continuando con este viaje al hecho creativo, alrededor de la rueda de la semana del Tapiz están los cuatro vientos. El viento es movimiento. La creación no es estática. Es un ciclo que no se detiene. Para el mundo mesoamericano, el famoso ‘juego de pelota’ pretendía lo mismo: que la creación, que la vida, no se detuviera. La pelota representa el sol que debe estar siempre en movimiento para que la vida no acabe.
Y, por último, y a modo de marco del Tapiz, hay una serie de casillas que representan los meses del año y, en cada mes, una escena relacionada con actividades agrícolas propias de ese mes. El Tapiz de la Creación vendría a ser un antepasado del Calendario del campesino. Aquí vemos al ser humano como creador. Otra de las acepciones de la palabra crear es ‘hacer crecer’. Pues aquí el ser humano hace crecer la vida como continuidad del hecho creativo de Dios. Como eco de ese Big Bang constitutivo de la Vida.
Somos seres históricos y contextuales y, en ese mismo sentido, las obras artísticas, como el Tapiz de la Creación, también lo son. Son hijas del contexto en el que han sido concebidas y, a la vez, son productos históricos. Como productos históricos se presentan como una línea de continuidad con el pasado. Pero al ser hijas de un contexto determinado, y de un momento presente, están abiertas a la innovación, a la aportación de la tecnología y al paradigma del momento.
Concluyo con el título de este artículo: crear y creer. Cuando creemos en lo que creamos, la creación toma sentido, reconoce su raíz, se impregna de nosotros y del medio del que se ha nutrido, y es capaz de conectar y comunicar con las personas a las que llegue.