Pere Reixach
Especializado en Estudios del Pensamiento y Estudios Sociales y Culturales
Foto: Alexandra_Koch (Pixabay)
Fecha de publicación: 15 de septiembre de 2025
Los marcos mentales son pensamientos y creencias arraigados que constituyen las estructuras cognitivas que utilizamos para interpretar, organizar y dar sentido a la información que recibimos de nuestro entorno, ya sea observando, escuchando, leyendo, charlando o interactuando digitalmente.
Los marcos mentales llegan a ser verdaderas lentes personales a través de las cuales observamos la realidad que nos rodea y al mismo tiempo formatean el cerebro a la hora de decidir y actuar. Los marcos mentales están validados científicamente con diferentes nombres por la psiquiatría, la psicología («esquemas y patrones inconscientes»; «guiones de vida»; «creencias centrales», etc.).
Ahora bien, quien ha popularizado el concepto ha sido George Lakoff, profesor de Lingüística cognitiva de la Universidad de California, con extensa publicación sobre el valor de las palabras. Su extensa obra y especialmente su libro más popular No pienses en un elefante es, en palabras de la traductora Helena Lamuela, un libro riguroso y necesario sobre como el lenguaje pervierte el debate político y qué resulta manipular el voto, la decisión de compra o cualquier otra elección en las que un individuo está solo ante unas promesas que no siempre quieren decir lo que dicen.
La perversión y multiplicidad de marcos mentales en el debate político y en la competencia comercial convierten los mercados y la necesaria convivencia en un verdadero guirigay. Como el ‘mercat de Calaf’ que, según la tradición, el intenso frío de la población helaba las palabras y cuando estas con el sol se descongelaban, todo el mundo quería hablar a la vez y formaban tal alboroto que nadie podía entender al otro. Semejantemente pasa en las trifulcas públicas.
Aun así, no es solo del debate público y comercial que quiero hablar, sino de los ‘marcos mentales’ de muchas personas que, afectadas por el ronroneo constante y permanente de pensamientos y creencias, deshumanizados y torpes, las convierte en gente tóxica, la convivencia de las cuales nos lleva a un ‘malvivir’. No son extraterrestres, sino que pueden ser vecinos, compañeros de trabajo, amigos, incluso familiares.
Aparentemente, son difíciles de identificar al principio de la relación porque saben ganarse nuestra confianza con argucia, pero cuando se van conociendo empiezan a librar gradualmente los contenidos de sus marcos mentales preñados de odio, celos, envidias, arrogancia, chantajes emocionales, etc.
La psicóloga Lillian Glass (Miami 21/6/52), que ha publicado una extensa obra sobre la toxicidad, ha clasificado a la ‘gente tóxica’ en diez categorías para ayudarnos a identificarlas y combatirlas: el psicópata, el mediocre, el arrogante presuntuoso, el victimista, el ‘humiliador’, el envidioso, el jefe autoritario, el mirón y el neurótico.
Ahora bien, estas son las tipologías generalizadas de gente altamente tóxica, pero en el ámbito directivo existen tics de marcos mentales tóxicos que ha evidenciado Carlos Royo, profesor de ESADE Business School, en el artículo Siete trampas mentales que limitan el desarrollo directivo (Harvard Deusto): 1. Perfeccionista (cuando el esfuerzo nunca es suficiente); 2. Relación de lucha (ganar o perder); 3. Búsqueda constante de aprobación (prisionero del reconocimiento); 4. Pérdida de control (miedo a la incertidumbre); 5. Miedo de exponerse (el juicio que lo impide brillar); 6. Desconexión (las emociones se dejan en la entrada); 7. Abnegación (cuando el directivo se olvida de sí mismo).
Una persona tóxica o con rasgos tóxicos, ¿puede cambiar? Es vital entender que, aunque el cambio es posible, no está garantizado. Muchas personas tóxicas o con algún rasgo tóxico no tienen la autoconciencia o la motivación para hacer el arduo trabajo que implica cambiar. El camino de una persona tóxica hacia la no-toxicidad es un viaje personal y arduo que solo él puede iniciar y sostener.
Lo que sí que podemos hacer, cada uno de nosotros, amable lector, es identificar y comprender la toxicidad, estableciendo límites claros y firmes, gestionando las propias reacciones y emociones, reduciendo los contactos con los tóxicos, priorizando la propia salud física y mental y, si se tercia, buscando apoyo profesional. Séneca, el filósofo cordobés, muerto a Roma el año 65 d. C., nos dejó una frase muy adecuada para combatir la toxicidad de los marcos mentales que nos subyugan: «Lo que importa no es lo que te pasa, sino como reaccionas».
Artículo publicado en el Diari de Girona, 2 de agosto de 2025