Reseña 253 Cena Hora Europea
Fotografía: Margarita Amigó
Fecha de publicación: 10 de marzo de 2025
El Ámbito Maria Corral celebró el jueves 20 de febrero la 253 Cena Hora Europea, que trató sobre Somos seres necesitados. La moderadora, Montserrat Puigbarraca, expuso el tema resaltando algunos aspectos del texto del díptico y presentó a los distintos ponentes.
La primera intervención fue a cargo de Jordi Cussó, director de la Universitas Albertiana, mencionando las palabras pronunciadas por la catedrática de filosofía Begoña Román, en una conferencia dada en la Fundación Carta de la Paz: «Todos somos sujetos de cuidado y atención, porque somos frágiles y vulnerables, somos sujetos de necesidades. Es decir, sin los demás no podemos salir adelante. La necesidad no es una especie de flojera existencial. Depender de otros no debe ser ni una carga social ni una cuestión vergonzosa. Queremos vivir escondiendo nuestras necesidades, sin reconocer que necesitamos a los demás, como si tuviéramos un grave problema cuando reconocemos que sin ellos no podremos desarrollar nuestra vida ni nuestras tareas. No queremos reconocer algo substancial del ser humano: su fragilidad y vulnerabilidad».
Explicó que el concepto vulnerabilidad procede de la palabra latina vulnus, que significa herida, afectado o, como dice el profesor Josep M. Esquirol, tocado, por la vida, por la muerte, por el tú y por el mundo. Tocados por la vida es sentir gusto por esta vida y vivir potenciándola al máximo. Al nacer somos seres desvalidos que no podemos valernos por nosotros mismos durante un tiempo muy largo. Cuando aceptamos que somos vulnerables y nos mostramos vulnerables a los demás, nos hacemos más cercanos. La actitud vital que se desprende de la aceptación de nuestra fragilidad y vulnerabilidad es la humildad, desde la que brota la atención y el cuidado del otro.
El realismo existencial nos recuerda que los seres humanos no somos autosuficientes. Esto implica que tenemos hambre, frío, sed, dolor, cansancio, miedo, que enfermamos, que un día u otro moriremos y que, si los demás nos olvidan, no seremos capaces de ser en plenitud. Como dice la antropóloga Yayo Herrero, todas las personas cumplimos dos características básicas: «La primera es que somos ecodependientes, es decir, no hay vida sin naturaleza. El agua, los alimentos, la energía y todo lo necesario para mantenernos nos viene directamente de la naturaleza. Pero, además, los seres humanos somos radicalmente interdependientes entre nosotros. Una criatura recién nacida no sobrevive si nadie la cuida. Lo mismo ocurre en la vejez. Y ya no digamos si sufrimos alguna enfermedad o diversidad funcional. Los seres humanos somos vulnerables, somos finitos y por tanto ecodependientes e interdependientes». Esta dependencia es a la vez nuestra condición humana, es decir, la única forma que tenemos de ser y existir en este mundo.
La autosuficiencia edifica a sociedades instaladas en la desconfianza y en último término en el miedo y en el rechazo al otro; y así es muy difícil crear estructuras de confianza, establecer vínculos sólidos entre unos y otros. Si nos descubrimos frágiles, será más sencillo pedir ayuda, llevar a cabo nuestro proyecto vital y los distintos proyectos sociales y políticos. Reconocer nuestra indigencia nos hace ser más humildes y nos abre al diálogo y al encuentro, como un intento de eliminar las diferencias, de sumar positivamente la diversidad y de implementar sinergias que construyan una realidad común. La indigencia del ser humano nos introduce en una experiencia personal y colectiva difícil, pero es la ocasión para que dejemos atrás frivolidades y autosuficiencias absurdas, llegando a entender que solo desde la solidaridad podremos convivir con la vulnerabilidad y la fragilidad.
A continuación, Pilar Mariné, psicóloga especialista en clínica, planteó dos aspectos a partir de la cuestión de lo que significa que somos seres necesitados: el trabajo interior y al mismo tiempo el compromiso exterior, que son dos vertientes totalmente ligadas y vinculantes. La interioridad no se opone a la exterioridad, sino a la forma superficial de vivir en este mundo. Precisamente, porque somos seres necesitados, interioridad y compromiso exterior se fecundan uno a otro.
Propuso una imagen mental relacionada con la forma isométrica que tiene el ser humano. Así como los árboles que cuanto más profundas son sus raíces mayor proyección tienen, el ser humano también tiene mayor expansión hacia la intemperie, hacia la vida exterior. En la medida en que seamos capaces de trabajar mejor nuestra interioridad, mejor podremos abrazar nuestra realidad hacia afuera, nuestra mirada exterior y contener todos aquellos aspectos que recibimos de la realidad externa. Todo esto está vinculado con la generosidad. Además, la interioridad del ser humano puede acoger generosamente todos aquellos fenómenos y factores externos que nos exponen a la intemperie.
La sabiduría de la tierra también nos habla de ese diálogo que se va dando entre interioridad y raíz, y exterioridad y copa, fruto, intemperie, relación, interdependencia, interconexión. Existe un fenómeno planetario que es un denominador común en la existencia, que es estar en permanente contacto no solo con la luz solar sino que también representa la estima, el contacto tierno hacia el otro. Si no aprendemos a cultivar y entrar en contacto con la propia raíz, con esa interioridad que es inherente a nuestra existencia, el ser humano entra en un proceso de desvitalización interior, afectiva, espiritual, emocional, relacional. Por tanto, para convertirnos en humanos deberíamos ser capaces de abrazar nuestra realidad frágil anclada dentro de esta interioridad. Exterioridad e interioridad son dos entidades coexistentes, inseparables una de otra.
La sociedad, la familia, la cultura son la cuna donde se teje este profundo patrón de base que nos acompaña a lo largo de la existencia. Acoger, amar lo que hemos recibido para poder construir nuestra propia identidad, abrazando la luz y la propia sombra, es lo que nos convierte en seres necesitados, más completos, capacitados para ser expuestos a la intemperie y poder actuar con mucha más comprensión hacia el otro. Cuando funcionamos sin ser conscientes de lo que implica no reconocer e integrar la propia sombra, nace la irritación, la tensión. La aceptación de uno mismo es absolutamente correlativa a la aceptación del otro, que se convierte en un espejo. Tendemos a emitir juicios y reproches de la otra persona en lugar de entrar en una dinámica de comprensión, por eso las relaciones se tensionan, la amistad se debilita y se genera un agotamiento relacional.
Somos seres altamente frágiles, que requerimos unas condiciones de vida para vivir, del oxígeno para respirar, del agua, de la luz porque de lo contrario nuestros órganos enferman y nuestros ritmos circadianos se desorganizan. Para construirnos como personas es fundamental la ternura y la comprensión, necesitamos el abrazo del otro para entrar en reflexión. La interioridad no se construye en función de las expectativas hacia fuera, sino de una verdadera aceptación de lo que somos, que no significa vivir de forma resignada ni pasiva. Aceptar significa acoger la realidad para transformarla, reconciliarme e intervenir sobre la misma de forma cocreadora.
La última intervención la realizó Xavier Vidal, de la Comunidad de Sant’Egidio, que recordó las palabras que el Papa Francisco dijo en el atrio de la plaza de San Pedro, que en plena pandemia del Covid estaba completamente vacía. Era el 27 de marzo de 2020: «Nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente».
Siguió diciendo que somos seres necesitados, frágiles y nos salvamos juntos, aunque desgraciadamente la mayoría ha olvidado esa propuesta. Muchos reanudaron espontáneamente el camino del yo. ¡Nada de la misma barca! ¡Nada de remar juntos! Al contrario: ¡uno contra otro, compitiendo! Nada de apoyarnos. Se han vuelto a poner de pie los ídolos del dinero: ¡cuanto más tienes, más eres! Los ídolos del poder. Seguramente, el 24 de febrero de 2022 cuando las tropas rusas invadieron Ucrania, se visualizó esta tendencia. Empezaba lo que Andrea Riccardi, historiador y fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, ha llamado el tiempo de la fuerza. Nos hemos acostumbrado a la guerra como la forma habitual de resolver los conflictos. La paz es considerada una traición o una ingenuidad peligrosa, pero la guerra lleva a la guerra.
Es el espíritu del tiempo de la fuerza, en el que los yos se sienten fuertes en la violencia y en el desprecio. Las proclamas del tiempo presente no son «somos seres necesitados», más bien dicen «somos fuertes y autosuficientes, sálvate solo». Este clima influye directamente en la forma de hacer de las personas, en su pensamiento, en su forma de actuar. Se produce un desprecio por todo lo que no sea autosuficiencia, utilitarismo, preocupación por uno mismo. El tiempo de la fuerza se ceba con los migrantes y los refugiados, con los presos, los débiles, los ancianos, los discapacitados, los enfermos físicos y psíquicos, con quienes viven un tiempo de fragilidad.
Profundizó en la realidad de los ancianos, porque constituye uno de los aspectos que interroga más profundamente a nuestra sociedad en el momento de redescubrir la debilidad. Dentro de cada uno de nosotros existe un viejo potencial. La tendencia actual consiste en negar al máximo la vejez, evitarla, disimularla, eliminarla, porque cuando los ancianos enseñan su debilidad, son marginados o alejados. Por otra parte, las familias se encuentran solas y con pocos recursos para soportar el peso de situaciones delicadas y difíciles, cuando la vejez de uno de los miembros significa a la vez enfermedad y necesidad creciente. La solución parece ser descartar a los ancianos en las residencias, empezando por los que están solos y son más pobres.
Descubrir esta vulnerabilidad es para muchas personas un naufragio. Pero asumir que todos formamos parte de la misma familia humana, construir lazos de amistad y solidaridad, crear un tejido humano en torno a la fragilidad que nos sostenga, nos hace encontrar un puerto de salvación, una vida más humana y una esperanza para el futuro.
Durante el coloquio se constató la evidencia de que somos seres necesitados y esta realidad requiere que seamos personas solidarias con los demás. Las diferentes aportaciones y preguntas enriquecieron la reflexión y el diálogo.










En el #SHE253, Jordi Cusso, director de la @UAlbertiana. pic.twitter.com/fCvvCJthLS
— Àmbit Maria Corral (@AmbitMCorral) February 20, 2025
En el #SHE253, Pilar Mariné, psicóloga especialista en clínica, da inicio a su ponencia. pic.twitter.com/yrlAGBZqxb
— Àmbit Maria Corral (@AmbitMCorral) February 20, 2025
Xavier Vidal inicia su ponencia con una cita al @Pontifex_es pic.twitter.com/x2UujvSOo8
— Àmbit Maria Corral (@AmbitMCorral) February 20, 2025